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Ascensión

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Cuando Cristo ascendió a los Cielos y la Iglesia echó a andar

En 2025, la solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra el jueves 29 de mayo; sin embargo, en muchas diócesis se traslada la fiesta al domingo 1 de junio

Este jueves 29 de mayo se conmemora la Fiesta de la Ascensión del Señor, una de las solemnidades centrales del calendario litúrgico cristiano. Sin embargo, en muchas diócesis, tanto en España como en otros países, esta celebración se traslada al domingo, 1 de junio, para facilitar la participación de los fieles.

La Ascensión del Señor conmemora un acontecimiento fundamental en la fe cristiana: cuarenta días después de la gloriosa resurrección de Jesús, según el relato de los Hechos de los Apóstoles (1,6-11), Jesús ascendió al cielo para sentarse a la diestra de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que «la Ascensión de Cristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios, de donde vendrá de nuevo (Hch 1,11); esta humanidad, mientras tanto, la esconde de los ojos de los hombres».

¿Qué significa esta fiesta para los creyentes?

Tras resucitar, Jesús permaneció cuarenta días con sus discípulos, fortaleciendo su fe y alentándolos. El cuerpo de Cristo ya estaba glorificado y poseía «nuevas y sobrenaturales propiedades», como explica el Catecismo. Sin embargo, durante ese tiempo, su gloria permanecía «velada bajo la apariencia de la humanidad común».

Por eso, cuando se aparecía a sus discípulos, comía, bebía y les enseñaba de manera cercana y familiar. Sus misteriosas palabras a María Magdalena, «Aún no he subido al Padre», insinúan este «carácter velado de la gloria del Resucitado» antes de su exaltación final.

El Catecismo afirma que «dejada a sus propios poderes naturales, la humanidad no tiene acceso a la 'casa del Padre', a la vida y la felicidad de Dios. Solo Cristo puede abrir al hombre tal acceso que nosotros, sus miembros, podamos tener la confianza de que también nosotros iremos adonde él, nuestra Cabeza y nuestra Fuente, nos ha precedido» (párrafo 661). La Ascensión es entonces una promesa y una llamada a vivir con la esperanza puesta en la vida eterna.

La Ascensión de Jesucristo marca un momento decisivo: su humanidad entra definitivamente en la gloria divina, después de su resurrección en que su gloria estaba oculta. Fue llevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios, asumiendo su lugar de plena gloria y honor, e inaugurando un reino eterno e indestructible.

Desde ahí, Cristo ejerce un sacerdocio permanente, intercediendo por la humanidad y abriendo el acceso a la «casa del Padre» y a la vida de Dios. Como Cabeza y precursor, Jesús da la esperanza de seguirle a donde Él ha ido. Los apóstoles, testigos directos de la Ascensión, pasaron a ser heraldos de este reino «que no tiene fin».

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