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Monseñor Ignacio Arrieta es secretario para el dicasterio de los Textos Legislativos

Monseñor Ignacio Arrieta es secretario para el dicasterio de los Textos LegislativosPontificia Universidad de la Santa Cruz

Entrevista a monseñor Juan Ignacio Arrieta, secretario del dicasterio para los Textos Legislativos

«El Gobierno del Papa tiene límites establecidos por la ley natural, la fe y la estructura de la Iglesia»

Vitoriano de nacimiento y romano por vocación, monseñor Juan Ignacio Arrieta asegura que en el caso Becciu «se pidió a Francisco que incorporara nuevas facultades a la ley de procedimiento de el Vaticano y, según algunas voces, no se hizo con claridad y transparencia»

Es uno de los máximos exponentes de la Curia Romana que asiste al Papa en la función de legislador supremo de la Iglesia. Su influencia ha sido crucial en las reformas canónicas emprendidas por Benedicto XVI, Francisco y, ahora, León XIV, siempre dentro del marco del Concilio Vaticano II. Monseñor Juan Ignacio Arrieta (Vitoria, 1951) es el obispo secretario del dicasterio para los Textos Legislativos que pilota el cardenal napolitano Filippo Iannone, prefecto también del dicasterio de los Obispos.

Doctor en Derecho Canónico (1977) y Derecho Civil (1983) por la Universidad de Navarra, Arrieta se ordenó sacerdote en agosto de 1977 y fue nombrado obispo por Benedicto XVI en 2008. Un año antes había asumido la secretaría del Dicasterio de los Textos Legislativos. Miembro del Opus Dei, la personalidad de monseñor Arrieta rezuma ante todo rigor y voluntad de servicio.

Pienso que éste será un pontificado de consolidación de lo ya adquiridoMonseñor Juan Ignacio Arrieta

Monseñor Ignacio Arrieta saludando a León XIV

Monseñor Ignacio Arrieta saludando a León XIV

Se autodefine como «un vitoriano muy vitoriano que le ha tocado vivir en Roma». Un sacerdote vasco que cambió la labor docente en la Universidad de Navarra por la colaboración en Roma con el beato Álvaro del Portillo, primero, y con el cardenal Angelo Scola, después. El primero le encargó en 1984 la puesta en marcha de la facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y, el segundo, lo nombró decano del Instituto de Derecho Canónico San Pío X de Venecia.

Autoexigente hasta el extremo, monseñor Arrieta es también una persona cercana, con gran sensibilidad social y una enorme capacidad para ayudar y resolver problemas de la gente. A él acudieron los Kikos en busca de una figura canónica que sistematizara jurídicamente el Camino Neocatecumenal, y monseñor Arrieta les diseñó un traje a medida que recibió luz verde del Vaticano en 2008.

Ahora, ha abierto las puertas de su despacho en plena Plaza de San Pedro para recibir a El Debate. Habla con cercanía y sin rodeos, dejando patente su estilo sobrio, ordenado y funcional pero sin perder el trato natural que hace fácil la conversación.

Seis meses del pontificado de León XIV

–Hace unas semanas se cumplieron seis meses del pontificado de León XIV. ¿Podría hacer una primera valoración?

—Creo que el nuevo Papa ha tenido una acogida excelente en toda en la Iglesia. Basta ver cómo están llenas las audiencias de los miércoles y de los sábados del Jubileo. Creo que el Papa transmite mucha serenidad y tranquilidad, así como una particular valoración de la diversidad en la Iglesia y un clima de unidad.

Parece que uno de sus principales preocupaciones es promover la unidad en la Iglesia, la unidad en la diversidad. En el trabajo de la Curia también se percibe bastante serenidad, y también observancia y respeto en los cauces y los modos de hacer.

—Con respecto a esto, el Papa Francisco impulsó reformas importantes en la Iglesia. Ahora que usted menciona la unidad y la tranquilidad, ¿estamos ante vientos de cambio con León XIV o en un momento de consolidación de estas?

—Como suele ocurrir en épocas de grandes reformas, algunas cosas permanecen y otras suelen pasar. Me parece que, efectivamente, estamos en un momento de consolidación de las novedades que introdujo el Papa Francisco y de su adaptación a la diversidad de la Iglesia. En ese sentido, pienso que éste será un pontificado de consolidación de lo ya adquirido y de adecuación de esas novedades al modo de funcionar de la Iglesia en todo el mundo.

Entre otras cosas, confío que durante este pontificado se podrán consolidar y ampliar las relaciones de la Santa Sede con China que, desde el punto de vista del apostolado y de la misión de la Iglesia, y a pesar de objetivos limites, pienso que ha sido uno de los mejores logros de Papa Francisco, que supone un gran bien para la Iglesia y para la concordia de las naciones.

—Francisco impulsó numerosas reformas que seguro dieron mucho trabajo al dicasterio, aunque algunas no siempre han sido bien aceptadas y otras quedaron incompletas, generando cierta división...

—El Papa Francisco tenía un estilo de gobierno peculiar, distinto al de Benedicto XVI, al de san Juan Pablo II o al de san Pablo VI: cada uno tenía el suyo. Cada Pontífice, y lo mismo puede decirse de cada obispo, tiene un estilo propio de gobernar, con aspectos más acentuados que otros.

La Iglesia está hecha de personas, y el estilo de cada Papa, aunque trate de encajar en el oficio de sucesor de Pedro, necesariamente está ligado su personalidad y a la experiencia que ha vivido.

El gobierno de los Papas

—¿Cuáles son, a su juicio, las reformas pendientes a las que debe enfrentarse León XIV?

—Creo que hay un área en la que, entiendo, el Papa es particularmente sensible: la justicia. Naturalmente, yo respondo desde el punto de vista del derecho, que es el sector del que me ocupo. La Iglesia ha tomado medidas serias en relación, por ejemplo, con los abusos, y en estos años se ha renovado todo el derecho penal para hacerlo más eficaz, etc.

Pero en el ámbito de la justicia hay siempre que progresar y afinar más en sentido positivo, en el sentido de respetar mejor los derechos fundamentales de los fieles, que en el fondo es el auténtico modo de vivir esa expresión tan utilizada de la sinodalidad. Es necesario progresar siempre en respeto por los derechos de las personas, por ejemplo, en el derecho de los acusados, en la presunción de inocencia y en la correcta observancia de los procedimientos que son garantía de justicia.

Seguramente habrá también otros ámbitos en los que necesitamos mejorar, por ejemplo, el Papa Francisco dio gran importancia a la adecuada incorporación de la mujer en la Iglesia, y es un aspecto al que, pienso, el Papa León prestará también especial atención.

Benedicto XVI tenía una gran humildad y sabía actuar con seguridadMonseñor Juan Ignacio Arrieta

—Precisamente, ¿qué cambios o frutos se han observado en la incorporación de laicos y mujeres en los dicasterios?

—De esto se ha hablado mucho. Yo lo he tenido que estudiar la cuestión desde el punto de vista del Derecho Canónico y de la Teología, y tengo mi opinión al respecto. Entiendo que el Papa Francisco desarrolló una praxis en puntos en los que la doctrina científica todavía no había desarrollado.

Algunas posiciones pueden ser más problemáticas que otras, especialmente si tocan la estructura jerárquica de la Iglesia, pero, en términos generales, no hay muchos limites a la participación de los laicos, hombres y mujeres, en la misión de la Iglesia e incluso en muchas posiciones de gobierno. No se olvide, por ejemplo, que, al crearse el Estado de la Ciudad del Vaticano, en 1929, el Papa Pío XI nombró como gobernador del Estado un laico, el marqués Camillo Serafini, que estuvo en el cargo hasta su muerte en 1952.

—¿Considera necesario una ley que regule el Gobierno del Papa y proteja los derechos de los fieles?

—El Gobierno del Papa no es ilimitado. Tiene límites establecidos por la ley natural, la fe y la estructura de la Iglesia. Precisamente por eso, su poder se funda en la autolimitación en el ejercicio del gobierno. Además, el oficio del Papa es episcopal y, como todo cargo episcopal, debe ejercerse pastoralmente, en función del fin y de la naturaleza de la Iglesia y en comunión y colegialidad con los demás obispos, como establece el Concilio Vaticano II.

Las lecciones de la renuncia de Benedicto XVI

—La hospitalización de Francisco a principios de este año reavivó el debate sobre qué ocurre si un Papa queda incapacitado. ¿Qué aspectos deberían definirse con mayor claridad en el Derecho?

—Este problema se abordó ya en el pasado. La mayor duración de la vida y los avances de la medicina han hecho que, efectivamente, esta sea hoy día una cuestión relevante. En la práctica, la mayoría de los países cuentan con procedimientos para regular este tipo de situaciones. En el caso del Papa, como contaron los mismos pontífices, se trató de prevenir el riesgo mediante una carta de renuncia del Papa, sin fecha, preparada con tiempo para usarse en caso de necesidad.

Durante el pontificado de Benedicto XVI se estudió la posibilidad de establecer una ley para regular la eventual declaración de incapacidad del Pontífice, pero al final el estudio no se concluyó. En los últimos tiempos se ha publicado bastante sobre el tema y algunos estudiosos internacionales consideran que es un asunto que debería abordarse jurídicamente.

–Cuando Benedicto XVI renunció, fue un acontecimiento sin precedentes en la historia moderna del papado. ¿Qué enseñó ese momento a la Iglesia desde el punto de vista jurídico o canónico?

—Benedicto XVI tenía una gran humildad y era un gran teólogo. Sabía actuar con seguridad y, al mismo tiempo, con humildad y autoridad, lo que le permitió dar un paso insólito sabiendo que no afectaba los fundamentos de la Iglesia. De esta manera, abrió un camino para que futuros papas puedan hacer lo mismo si fuera necesario.

Se orquestó una presunción de culpabilidad del cardenal Pell simplemente porque era una figura a batirMonseñor Juan Ignacio Arrieta

—¿Está de acuerdo en que la teología del ministerio petrino está poco desarrollada y no permite juzgar el Gobierno del Papa, por ejemplo, en canonizaciones?

—No soy teólogo, pero pienso que la teología del oficio Primacial del Papa está dentro de la teología del episcopado. Es lo que decía antes: la doctrina sobre episcopado quedó fijada en el Concilio Vaticano II y ha sido desarrollada por la teología posterior. Esa teología habla del oficio episcopal que, en el caso del Papa, es el del obispo de Roma, cabeza del colegio episcopal, y que tiene también sus propias reglas de gobierno, entre ellas la colegialidad en la verdad.

Creo que se puede seguir reflexionando sobre este tema, pero me parece que no puede desarrollarse fuera de ese contexto, precisamente por la estructura del Colegio Episcopal. Pedro era uno de los doce apóstoles, era la cabeza, pero también uno dentro del conjunto.

Casos polémicos: Angelo Becciu y George Pell

—¿Qué opina de los que dicen que el caso Angelo Becciu fue opaco y estuvo plagado de irregularidades en la aplicación de la normativa procesal?

—No voy a entrar en la cuestión de fondo, sino en el aspecto puramente técnico procesal que usted plantea. En el Estado Vaticano se aplica un código de procedimiento penal basado en un código italiano de inicios del siglo XX, muy modificado en estos años, pero que no estaba completamente al día.

Cuando se planteó el caso, ese código no contenía las reformas introducidas en las legislaciones procesales de los Estados para dotar de mejores medios a quienes ejercen funciones investigativas. En ese contexto, al parecer, se pidió al Papa Francisco que incorporara esas nuevas facultades a la ley de procedimiento vigente en el Vaticano y, lo que a mi entender señalan algunas voces, es que eso no se llevó a cabo con la necesaria claridad y transparencia.

–El cardenal George Pell, ex-prefecto de la Secretaría de Economía del Vaticano, fue acusado de abusos sexuales en Australia y condenado a seis años de prisión en 2019. En 2020, la Corte Suprema australiana anuló la condena y lo absolvió de todos los cargos. ¿Se produjo en primera instancia alguna falta de garantías procesales básicas, como el respeto al derecho a la presunción de inocencia?

–A mí me parece que habrá muchos magistrados australianos que no estarán nada contentos con el modo con el que algunos de sus colegas trataron el asunto del cardenal Pell. Considerando la trayectoria de la persona y lo que el cardenal representaba en Australia, se percibe que era una figura de singular relieve, incómoda en ambientes influyentes que no aman a la Iglesia, y buscaron el modo de ponerlo en discusión.

Por las noticias que he seguido, aun viviendo en las antípodas, parecía que se estaba consolidando una presunción de culpabilidad del cardenal, mediáticamente orquestada también, simplemente porque era una figura a batir. En cualquier caso, parece indudable que hubo una instrumentalización del caso que fue mucho más allá de lo estrictamente jurídico y por encima de los postulados de la justicia.

—En la historia contemporánea de la Iglesia sólo en dos ocasiones un cardenal papable ha recibido el apoyo del Pontífice: En 1939, Pacelli, designado por Pio XI; y en 1963, Montini, impulsado por Juan XXIII. ¿Influyó de algún modo Francisco en su sucesión?

—Lo que sí creo que influyó es que, durante los dos años en que el cardenal Prevost estuvo al frente del Dicasterio para los Obispos, que es un puesto clave, quienes trataron asuntos con él –entre ellos, seguramente, muchos cardenales que participaron en el cónclave– se dieron cuenta de su capacidad de empatía, de su capacidad de escuchar, de asumir los problemas y de resolver activamente los retos que se le presentaban. Su actuación permitió que muchos cardenales apreciaran estas cualidades, y eso influyó, creo yo, en la rápida confluencia de opiniones que hubo en el cónclave.

—Todas las enseñanzas de la Iglesia tienen distinto peso, pero forman parte de la orientación de los fieles. ¿Cómo ayudar a los católicos a comprender esto?

—La Iglesia es una sociedad espiritual, formada por personas, y que existe en culturas y sensibilidades muy diferentes. Hay, aproximadamente, unas 3.500 diócesis en todo el mundo, y muchos más obispos. Lo que a todos los católicos nos une es escuchar y seguir al Papa, que es el Pastor común: es decir, captar la «música» de su voz, que encontramos en las cosas que repite en sus alocuciones y enseñanzas a través de las cuales va trazando su magisterio, cosa que ahora es muy accesible a través de los medios de comunicación. Seguir el magisterio pontificio, que orienta a todos los obispos, es lo que nos mantiene a todos los fieles en la unidad de la Iglesia.

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