Fundado en 1910
Lydia Jiménez

Lydia Jiménez

Entrevista | directora general Instituto Secular Cruzadas de Santa María

Lydia Jiménez: «Para el carisma de las Cruzadas de Santa María, los más pobres son los jóvenes, expuestos a tantas ideologías»

Desde joven, Lydia Jiménez sabía que «no quería ser monja». Sin embargo, algo la atrapó: la obra que vislumbró el jesuita español Tomás Morales Pérez, actualmente en proceso de canonización

Esta semana, Roma se ha llenado de un aire especial: dos jubileos han coincidido en la ciudad, el de la vida consagrada y el de la espiritualidad mariana. Elementos que, juntos, inspiran realidades como las Cruzadas de Santa María, instituto secular de derecho pontificio fundado por el jesuita español Tomás Morales Pérez, actualmente en proceso de canonización.

Viviendo la espiritualidad contemplativa en la acción a imitación de la Virgen, las Cruzadas están compuestas por mujeres consagradas que participan activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia y buscan la santidad cumpliendo su vocación en el trabajo profesional y desarrollando su actividad apostólica principalmente en educación y pastoral universitaria.

La abulense Lydia Jiménez González, directora general desde 1971 y considerada cofundadora, ha sido la fuerza impulsora de la expansión del instituto. Desde joven supo que «no quería ser monja», pero lo que sí la convenció fue la obra que el padre Morales vislumbró: la ayuda a los jóvenes. Su entrega y acompañamiento han permitido consolidar vocaciones, abrir casas en todo el mundo, y mantener vivo el espíritu del jesuita venerable en cada iniciativa apostólica.

Los inicios de las Cruzadas

–A sus 20 años conoce al padre Morales. ¿Qué aspectos de su proyecto le hicieron ver que encajaba con su vocación y su camino personal?

–Yo llegué a Madrid en 1965 a estudiar en la Universidad, Filosofía y Pedagogía, y a través de una compañera de clase conocí al padre Morales, que entonces iniciaba una residencia de estudiantes en la zona de Cuatro Caminos, muy próxima a la Ciudad Universitaria.

Al principio tengo que reconocer que el Padre Morales no me cayó muy bien, porque era exigente y yo llegaba a Madrid con aires de universitaria independiente, habiendo dejado a mi familia fuera, etcétera. Pero después me convenció tanto que ya no me he separado nunca de él. Toda mi vida ha estado ligada a su proyecto, a su fundación y a lo que Dios iba suscitando a través de él.

Creo que lo que más me convenció de él fue su conocimiento total de la persona: sabía sacar de cada uno lo mejor de sí mismo. Nunca daba la impresión de imponer nada, sino que respondía o daba salida a los ideales más profundos que había en el corazón y en la vida de cada uno.

Cuando inició su obra, en 1947, era un momento de posguerra con grandes necesidades. Los jóvenes llegaban a Madrid, no a estudiar en la universidad, sino a trabajar en oficios muy rudimentarios y sencillos. Él dedicó toda su vida a la formación de jóvenes. No hablaba de formación, sino de forja: sacar lo mejor de sí mismos.

Por eso comenzó con una obra social llamada 'Hogar del Empleado', donde esos jóvenes recibían una formación integral y una respuesta a sus necesidades. Empezó trabajando con hombres; las mujeres no entraban todavía en su radio de acción. Pero diez años más tarde, algunas jóvenes empleadas, viendo la actitud y la preocupación social de sus compañeros, quisieron también tener algo parecido. El Padre Morales se resistía, pero finalmente fundó el Instituto Secular Cruzadas de Santa María.

Cuando se escucha a los jóvenes, enseguida aflora lo que hay en su corazónLydia Jiménez

Yo aparezco ahí. Venía de un colegio de monjas a las que quería mucho, pero nunca quise ser monja. Sin embargo, me convenció la obra impresionante que el padre Morales vislumbraba, aún en sus comienzos: la ayuda a los jóvenes.

Hoy podríamos decir con el lenguaje actual que es una opción preferencial por los más pobres. Para nosotras, según nuestro carisma, los más pobres son los jóvenes. Están desamparados, expuestos a tantas ideologías, y eso les causa carencias afectivas grandes que muchas veces derivan en falta de salud mental.

Forjar el carácter de los jóvenes con la Virgen

–Precisamente, ante esos jóvenes desorientados por tantas ideologías, las Cruzadas proponen una «mística de exigencia, un espíritu de superación, el cultivo de la reflexión y una escuela de constancia». ¿Cómo se educa todo eso en un mundo de 'lo quiero y lo quiero ya'?

–Esos pilares a los que aludes están recogidos en un libro del padre Morales, una de sus últimas publicaciones, cuando ya tenía toda la experiencia de lo que había vivido con tantos jóvenes a lo largo de los años. Ese libro, Forja de hombres, gira en torno a esos cuatro pilares y puedo decir, con rotundidad, que hoy tiene una vigencia extraordinaria y que los jóvenes lo aceptan de buen grado. No solo en Europa o España, sino también en otros lugares, como China, donde grupos de jóvenes —chicas— están utilizando esos mismos pilares: espíritu de reflexión, espíritu combativo, espíritu de exigencia y espíritu de constancia.

¿Cómo lo conseguimos? Primero, escuchando mucho. Los jóvenes necesitan ser escuchados. Cuando se les escucha, enseguida aflora lo que hay en el fondo de su corazón: el deseo de felicidad, de realización, de tener un proyecto de vida estable e ilusionante.

Para eso hay que tener paciencia, escucharles y no renunciar a exigirles. No se trata de decirles palabras que les halaguen, sino de proponerles pequeñas exigencias, poco a poco, para que vayan reflexionando y sean conscientes de su propia libertad y responsabilidad.

La Inmaculada nunca falla y es algo que experimentamos constantementeLydia Jiménez

–En medio de esa exigencia y forja del carácter, la presencia de la Virgen tiene un papel esencial en las Cruzadas...

–La Virgen es la que dulcifica todo, porque si no, la exigencia, la forja, la constancia… podrían parecer duras. Pero la Virgen, para nosotras, es todo. El padre Morales —ya venerable— decía que no podíamos ser cruzadas ni militantes sin estar locamente enamoradas de la Virgen.

Todas nuestras reglas y nuestro directorio de vida están salpicados de frases de amor a Ella. La Inmaculada nunca falla y es algo que experimentamos constantemente. Además, el padre Morales decía: «Sueño con ver el nombre de la Virgen escrito en los cinco continentes».

Nosotras decimos: «Vamos a por otro continente». Y ahora estamos preparando una fundación en Manila. Todo lo hacemos a través de la Virgen.

–Filipinas es uno de los muchos países donde las Cruzadas han abierto casas y acompañado a jóvenes, formando hoy una familia de unas 250 consagradas presentes en 12 países. ¿Qué desafíos supone mantener vivo un mismo carisma en contextos culturales tan distintos?

–Es verdad que los contextos son diversos; las personas reaccionan según su cultura, su temperamento, su historia. Pero el anhelo del corazón humano es siempre el mismo. Y como es el mismo, si se le ofrece lo mismo —quizá con modalidades distintas—, responde.

Por ejemplo, pienso en cruzadas militantes alemanas y mexicanas: dos culturas completamente distintas. Unas previsoras, calculadoras y exactas; las otras, una explosión de improvisación y alegría. Y, sin embargo, en ambos contextos cuaja perfectamente esta espiritualidad.

Considero al Papa actual una bendición del Espíritu Santo por algunos maticesLydia Jiménez

Una mujer con experiencia en la Curia

–A lo largo de su vida ha conocido a varios Papas, ha sido consultora de dicasterios, ha participado en un sínodo y a principios de este año recibió la medalla 'Pro Ecclesia et Pontifice'. ¿Qué ha significado toda esa experiencia en su servicio?

–Me ha dejado un amor entrañable, cada vez más arraigado, fuerte y entusiasmante por pertenecer a la Iglesia, en la que se van sucediendo distintos vicarios de Cristo —el dulce Cristo en la Tierra, como lo llamaba Catalina de Siena—, procedentes de distintas latitudes y con matices distintos, pero todos representantes de Cristo en la Tierra.

El Papa Juan Pablo II me nombró consultora del Pontificio Consejo de la Familia y después me renovó el Papa Benedicto XVI; a ambos los conocí personalmente. A Francisco lo conocí particularmente antes de ser Papa, cuando vino a España a dar ejercicios a los obispos. Se alojó en una de nuestras casas, precisamente donde hoy reposan los restos de nuestro fundador.

El Papa Francisco recibió por última vez a Lydia en diciembre del año pasado

El Papa Francisco recibió por última vez a Lydia en diciembre del año pasado

Después, ya siendo Pontífice, he tenido varios encuentros con él. El último fue el 12 de diciembre pasado, cuando me concedió una entrevista; no imaginaba que sería para despedirme de él, pero me recibió con su habitual buen humor.

Al Papa actual, que considero una bendición del Espíritu Santo —como todos los Papas, pero este por algunos matices especiales—, le conocí en Chiclayo. Durante los diez años que estuvo allí como obispo, yo visitaba anualmente a las cruzadas de nuestra casa en esa ciudad. Él presidió la emisión de votos y también la celebración de la declaración de venerable del padre Morales.

Recuerdo que una de nuestras cruzadas, decana de la Facultad de Derecho, fue quien pronunció el discurso de incorporación cuando nombraron a Prevost honoris causa de la Universidad de Mogroviejo de Chiclayo. Cuando fue nombrado cardenal, por supuesto fui a Roma para estar presente y felicitarle.

Y respecto a la medalla 'Pro Ecclesia et Pontifice', eso significa, lógicamente, que ya tengo años, que he procurado ser responsable en lo que me ha encomendado la institución a la que pertenezco y la Iglesia. Es un reconocimiento no personal, sino institucional, que se concreta en mi persona. Así lo he recibido, con el anhelo de poder seguir sirviendo a la Iglesia.

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