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Pope Leo XIV leads a mass at St Peter's basilica as part of the Jubilee of Priests in The Vatican on June 27, 2025. (Photo by Alberto PIZZOLI / AFP)

El Papa León XIV presidió la misa en San Pedro como parte del Jubileo de los Sacerdotes, en el VaticanoAFP

León XIV ordena a 32 sacerdotes: «No se dejen embaucar por modelos de éxito discutibles e inconsistentes»

El Papa apeló a los ordenandos a recurrir a lo esencial: amor a Dios y a los hermanos, generosidad sin condiciones, oración constante y fervor en los sacramentos

«¿Quieren ejercer el ministerio sacerdotal durante toda su vida en el grado de presbíteros?», preguntó el Papa. Y después, otras cuestiones clave: «¿Cumplir digna y sabiamente el ministerio de la palabra?», «¿Celebrar con devoción los misterios de Cristo?», «¿Implorar la misericordia divina para el pueblo?», «¿Estar unidos a Cristo cada vez más estrechamente?». A cada pregunta, la misma respuesta: «Sí».

Son promesas exigentes, pronunciadas en voz alta por los 32 ordenandos que, en esta mañana del 27 de junio, fueron ordenados sacerdotes por el Papa León XIV en la basílica de San Pedro en el marco de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

La celebración, que cerró el Jubileo de los Sacerdotes, fue más que una ceremonia litúrgica. Supuso también una llamada directa del Pontífice a los 32 ordenandos —procedentes de países tan diversos como Italia, India, Sri Lanka, Rumanía, Angola, Vietnam o Etiopía— a inaugurar y centrar su nuevo ministerio desde su centro: la Eucaristía, la oración, la caridad pastoral y la unidad eclesial.

Pope Leo XIV leads a mass at St Peter's basilica as part of the Jubilee of Priests in The Vatican on June 27, 2025. (Photo by Alberto PIZZOLI / AFP)

Los 32 ordenandos provenían de más de diez países distintosAFP

La unidad y paz en el prisma

En la Misa solemne de inicio de su pontificado, León XIV expresó con claridad uno de los grandes anhelos que marcarían su servicio a la Iglesia: «Una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado». Hoy ha vuelto a poner ese deseo encima de la mesa: el de estar «reconciliados, unidos y transformados», justamente hoy, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

«Caminemos juntos tras sus huellas —ha exhortado— humildes y decididos, firmes en la fe y abiertos a todos en la caridad. Llevemos al mundo la paz del Resucitado, con esa libertad que nace de sabernos amados, elegidos y enviados por el Padre».

A los nuevos presbíteros, además, les recomienda, de modo concreto, mantenerse unidos al obispo y al resto del presbiterio. «En efecto —ha dicho el Papa—, cuanto mayor sea la unidad entre nosotros, tanto más sabremos llevar también a los demás al redil del Buen Pastor, para vivir como hermanos en la única casa del Padre».

Oración, generosidad y fervor

Antes de concluir la homilía y proceder al momento central de la ordenación —la imposición de manos—, el Papa León XIV se detuvo en lo que definió como «algunas cosas simples, pero que considero importantes para su futuro y para el de las almas que les serán confiadas».

No habló de teoría ni de estrategias, sino que apeló a lo esencial: amor a Dios y a los hermanos, generosidad sin condiciones, oración constante —con énfasis en la adoración—, fervor en los sacramentos y cercanía con la gente. «Donen su tiempo y sus energías a todos, sin escatimarse, sin hacer diferencias», dijo, recordando el modelo del Crucificado y de los santos.

Los santos: aliados y modelos

Precisamente, el Papa quiso detenerse en aquellos testigos silenciosos del Evangelio. Figuras muchas veces discretas, alejadas del foco, pero cuya vida ha dejado una huella profunda. «La Iglesia ha conocido, entre sus sacerdotes, mártires, apóstoles incansables, misioneros y campeones de la caridad», dijo.

Por ello, les animó a los nuevos sacerdotes a beber de esa herencia espiritual: «Atesoren tanta riqueza: interésense por sus historias, estudien sus vidas y sus obras, imiten sus virtudes, déjense encender por su celo e invoquen con frecuencia y con insistencia su intercesión».

Pero también fue una advertencia clara contra las seducciones del mundo moderno: «Nuestro mundo propone muchas veces modelos de éxito y prestigio discutibles e inconsistentes. No se dejen embaucar por ellos. Miren más bien el sólido ejemplo y los frutos del apostolado, muchas veces escondido y humilde, de quien ha servido al Señor y a los hermanos con fe y dedicación, y mantengan su memoria con fidelidad».

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