Refrescos azucarados
Beber una sola lata de Coca-Cola Light al día aumenta el riesgo de dañar el hígado en un 60 %
El consumo de refrescos y otras bebidas azucaradas se ha consolidado como un problema de salud pública a nivel mundial, especialmente entre niños y adolescentes. Un estudio publicado en la revista The Lancet reveló que más del 25 % de la población infantil y juvenil en todo el mundo consume más de tres porciones de este tipo de bebidas a la semana, una cifra que preocupa a los expertos por su relación con la obesidad, la diabetes y otras enfermedades crónicas.
Ahora, una nueva investigación ha revelado que tanto las bebidas azucaradas como las versiones bajas o sin azúcar están estrechamente vinculadas a un mayor riesgo de desarrollar enfermedad hepática esteatótica asociada a disfunción metabólica (MASLD), antes conocida como hígado graso no alcohólico. Los investigadores han descubierto que beber sólo 250 ml de bebidas gaseosas al día (una lata contiene 330) son suficientes para aumentar el riesgo hepático hasta en un 60 por ciento.
Coca-Cola Light o Sprite Zero
El estudio, realizado en el Reino Unido con datos de más de 123.000 adultos, reveló que el consumo habitual de refrescos azucarados, como Coca-Cola, aumenta en un 50 % la probabilidad de desarrollar la enfermedad hepática metabólica asociada a la grasa (MASLD, por sus siglas en inglés). La investigación también encontró que las bebidas con bajo o sin contenido de azúcar –como Coca-Cola Light o Sprite Zero Sugar– incrementaron aún más el riesgo, hasta en un 60 %.
Durante una mediana de seguimiento de 10,3 años, se registraron 1.178 casos de hígado graso no alcohólico y 108 muertes por causas hepáticas. Aunque no se halló una correlación estadísticamente significativa con las bebidas tradicionales, el consumo tanto de las azucaradas como de las bajas en calorías sí se asoció a un mayor riesgo de mortalidad hepática, así como a un incremento en la acumulación de grasa en el hígado.
Hígado graso no alcohólico
El hígado graso no alcohólico, que afecta ya a más del 30 % de la población mundial, consiste en la acumulación de grasa en este órgano vital y puede derivar en inflamación y daño hepático. Su avance preocupa a los expertos, que la señalan como una de las principales causas emergentes de muertes relacionadas con el hígado.
El investigador principal del estudio, Lihe Liu, explicó: «Las bebidas azucaradas han sido objeto de escrutinio durante mucho tiempo, mientras que sus alternativas dietéticas suelen considerarse la opción más saludable. Sin embargo, ambas se consumen ampliamente y sus efectos sobre la salud hepática no se han comprendido bien».
Una sola lata diaria de bebidas bajas en azúcar se asocia con un incremento en el riesgo de desarrollar MASLD
El estudio constató que incluso una sola lata diaria de bebidas bajas en azúcar se asocia con un incremento en el riesgo de desarrollar esta enfermedad. «Estos hallazgos desafían la percepción común de que estas bebidas son inocuas y resaltan la necesidad de reconsiderar su papel en la dieta y la salud hepática», añadió Liu, destacando la urgencia de revisar las recomendaciones nutricionales en un contexto de aumento global de esta dolencia.
Refrescos normales o Zero
En cuanto a los posibles mecanismos, el autor señaló: «El mayor contenido de azúcar en las bebidas azucaradas puede provocar picos rápidos de glucosa e insulina en sangre, promover el aumento de peso y elevar los niveles de ácido úrico, todo lo cual contribuye a la acumulación de grasa en el hígado. Por otro lado, las bebidas sin azúcar pueden afectar la salud hepática al alterar el microbioma intestinal, modificar la sensación de saciedad, provocar antojos de dulces e incluso estimular la secreción de insulina».
El equipo de investigación subraya que reducir el consumo de ambas bebidas debería considerarse una medida esencial dentro de una estrategia global de prevención de enfermedades metabólicas, no solo hepáticas, sino también cardiovasculares y renales. Sustituirlas por agua, remarcan, disminuye notablemente el riesgo de MASLD –un 12,8 % al reemplazar las bebidas azucaradas y un 15,2 % en el caso de las bajas en azúcar–, mientras que sustituir unas por otras no ofrece beneficio alguno.
Liu concluyó: «Lo más seguro es limitar las bebidas azucaradas y las artificiales. El agua sigue siendo la mejor opción, ya que elimina la carga metabólica y previene la acumulación de grasa en el hígado, a la vez que hidrata el cuerpo».
Evaluar el hígado en pocos minutos
El nuevo procedimiento, completamente indoloro y exento de riesgos para el paciente, se apoya en el empleo combinado de ondas elásticas y ultrasonidos para analizar el tejido hepático. Gracias a esta técnica, es posible medir con precisión el grado de fibrosis y la cantidad de grasa acumulada en el órgano. En apenas unos minutos, los especialistas pueden obtener un perfil detallado del estado hepático del paciente, lo que permite adecuar el tratamiento o seguimiento de forma individualizada.
«La gran ventaja es que podemos conocer la situación del hígado sin someter al paciente a procedimientos invasivos. Esto nos permite detectar alteraciones de forma más temprana y mejorar el control evolutivo de la enfermedad», explican los expertos en patología digestiva, hepática y pancreática del centro.
La técnica se basa en el sistema FibroScan, una herramienta ampliamente utilizada en las unidades de hepatología de numerosos países, y cuya eficacia ha sido respaldada por múltiples estudios clínicos. A través de esta tecnología, los pacientes pueden evitar pruebas invasivas como la biopsia y beneficiarse de una evaluación precoz y precisa de su estado hepático.
Esta innovación no solo contribuye a un abordaje más ágil y seguro de las enfermedades del hígado, sino que también representa una mejora notable en la calidad asistencial. La posibilidad de realizar controles periódicos sin someter al paciente a molestias ni riesgos innecesarios permite un seguimiento más estrecho de la evolución de estas enfermedades, que en muchos casos pueden mantenerse asintomáticas durante largos periodos.
Además, esta herramienta se perfila como clave en contextos de medicina preventiva, especialmente en pacientes con factores de riesgo como la obesidad, la diabetes tipo 2 o el consumo prolongado de alcohol. En este sentido, el diagnóstico no invasivo facilita la identificación de alteraciones hepáticas antes de que se desarrollen complicaciones graves, como la cirrosis o el carcinoma hepatocelular.