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24 de abril de 2024

Una enfermera atiende a un bebé en la UCI de neonatología del Hospital Clínic de Barcelona

Una enfermera atiende a un bebé en la UCI de neonatología del Hospital Clínic de BarcelonaEFE

Las razones por las que la Iglesia rechaza los vientres de alquiler

Benedicto XVI alertó en su primera encíclica contra la «cosificación del ser humano que se impone a causa del relativismo»

La polémica de Ana Obregón probablemente ya ha dado la vuelta al mundo. La actriz española, de 68 años, ha recogido esta madrugada en Miami (Estados Unidos) a un bebé que ha comprado por vientre de alquiler. Al conocerse la noticia, los usuarios de las redes sociales han convertido el nombre de la bióloga en tendencia, pero ¿qué opina la Iglesia de los vientres de alquiler?
El punto 2367 del Catequismo considera que las técnicas que provocan «una disociación de la paternidad» mediante una persona extraña a los cónyuges, como puede ser la donación del esperma o del óvulo o préstamo de útero «son gravemente deshonestas». Además, señala que estas técnicas dañan el derecho del menor a nacer de un padre y una madre «ligados entre sí por el matrimonio y conocidos de él».
La práctica de las madres portadoras trata al hijo como «una cosa» que las personas pueden comprar, según recoge la web católica Aleteia. Esto instrumentaliza a la mujer y la transforma en herramienta viva, mientras que se ofende la dignidad del aún no nacido. En este sentido, Benedicto XVI alertó en su primera encíclica contra la «cosificación del ser humano que se impone a causa del relativismo».
Tal y como reflejó en la carta solemne, el hombre «considera el cuerpo como la parte solamente material de sí mismo que utiliza y explota de manera calculada». Actualmente, la sociedad se encuentra ante una «degradación del cuerpo humano, que ya no es la expresión viva de la totalidad de nuestro ser, sino que se encuentra como relegada al ámbito puramente biológico». El ser humano concluye, «se convierte en una simple mercancía».

Contra la orden natural del ser humano

Cuando en 2017 se planteó la posibilidad en nuestro país de relajar la medida y dar luz verde a esta controvertida práctica, la Conferencia Episcopal también condenó «tajante» los vientres de alquiler. El que fuera portavoz de la Conferencia episcopal, José María Gil Tamayo, aseguró que la técnica de los vientres de alquiler «contraviene el orden natural de la concepción humana» y, además, ocasiona «problemas de identidad personal en el hijo así concebido».

Tamayo también se refirió a las parejas que no pueden tener hijos y les aconsejó «la adopción o la acogida»

Por eso, la Iglesia llama a relajar la «mercantilización» que supone la gestación subrogada. Tamayo también se refirió a las parejas que no pueden tener hijos y les aconsejó «la adopción o la acogida».
Para promover el respeto a la dignidad humana, la Iglesia se apoya en varios argumentos para proteger la dignidad de la madre y al hijo. En primer lugar, tal y como han destacado, se preocupan por el sufrimiento de las mujeres afectadas por una esterilidad uterina, pero se oponen a la «despenalización de la maternidad subrogada en nombre del respeto a la dignidad humana».
A pesar de ello, la Iglesia recuerda que «la intención legítima y excelente de dar la vida a un hijo no confiere el derecho al hijo», que permitiría a los padres «reivindicar al Estado cualquier medio para conseguir este efecto». Tal y como explican, el fin no justifica los medios y aseguran uno de los mayores principios de la vida moral, personal y colectiva.

Ideas contrarias

Las diferentes posibilidades que ofrece la maternidad subrogada no confluyen con la idea que la Santa Sede tiene de la reproducción, ya que consideran que sólo se debe concebir entre dos personas de sexo opuesto, es decir, una madre y padre por cada bebé.
En caso de que esto no se produzca y se cree una vida mediante vientre de alquiler, el vínculo creado entre ambos se rompe en el momento del parto. No se vuelven a ver nunca más. Para la Iglesia católica la práctica de la gestación subrogada resta importancia a la relación materno-fetal.
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