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Rosa

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¿Por qué vemos el color rosa si en realidad no existe?

Nuestros ojos funcionan y perciben los diferentes pigmentos gracias a las células fotorreceptoras

Seguramente en el colegio te enseñasen la teoría de los colores. Entre los primarios está el amarillo, azul y rojo. Se llaman así porque no se pueden reproducir a partir de una mezcla. Si se combinan estos tres pigmentos aparecen los secundarios (verde, violeta y naranja) y con ellos los complementarios. Todos ellos forman un gran arcoíris cromático que nuestro ojo es capaz de ver, pero ¿por qué no aparece el color rosa?

Nuestros ojos son capaces de percibir al día más de 200 tonos de color diferentes y reconocer más de 20 niveles de saturación y 500 de brillo, lo que se conoce como el espectro visible. Este órgano de la vista funciona y percibe los diferentes pigmentos gracias a las células fotorreceptoras.

Según explica la Fundación Salud Visual, por un lado, los bastones nos ayudan a darnos cuenta de los cambios en el brillo, por lo que resultan fundamentales para la visión durante el atardecer y la noche. Por otro, los conos tienen la tarea de percibir el color, ya que reaccionan a longitudes de ondas cortas, medias y largas, dentro del espectro visible.

Gracias la capacidad del cerebro y del ojo humano de percibir los colores, a lo largo de la historia se ha logrado darles nombre. Sin embargo, hay varios colores que aunque los veamos y los nombremos, no existen. Estos son el rosa y el magenta. Según el TecnoXplora, la web de tecnología de Atresmedia, no deberíamos ser capaces de ver este color, ya que no tiene asociada una longitud de onda.

Círculo cromático

Círculo cromáticoWikipedia

Para saber de donde viene realmente los colores, primero es esencial saber que la luz que vemos y que procede del Sol, más conocida como luz blanca, asegura National Geographic, es la combinación de todos los colores juntos. De hecho, aseguran, es como si fuera un «conjunto de muchas ondas, fotones moviéndose conjuntamente».

Sin embargo, si se separa esa luz blanca en función de las longitudes de onda de esos fotones, tal y como ocurre cuando la lluvia y la luminosidad del Sol coinciden, se forma un arcoíris con un gran abanico de colores perfectamente perceptibles por el ojo humano.

Cuando esta luz solar llega a los objetos, hay algunos que absorberán los fotones y otros que los rebotarán. Estos serán los que llegarán a nuestro cerebro y, según apunta Nat Geo, es lo que permitirá, gracias a su longitud de onda, que detectemos el color y le demos nombre.

El espectro visible y el rosa

Estos fotones no están estáticos, sino que pueden moverse a frecuencias situadas «en un rango muy amplio». De hecho, detalla National Geographic, la parte que se corresponde con los colores es muy pequeña en comparación al resto. Esto ocurre porque el espectro completo ocupa un intervalo de frecuencia que va desde los 1023 a los 102 Hz. Sin embargo, el espectro visible ocupa tan solo una franja muy pequeña alrededor de los 1012 Hz. «Lo que queda fuera de esta zona, ondas no visibles por el ojo humano, abarca los conocidos rayos cósmicos, rayos X, infrarrojos o microondas», relata la revista.

Tras estudiar muy bien el espectro visible vieron que faltaba un color, y este fue el rosa. Esto ocurre porque los pigmentos generados a partir de las ondas electromagnéticas no incluyen el rosa. Esto ocurre, cuentan, porque es un color que no tiene ninguna longitud de onda asociada, por lo que, en realidad, no deberíamos estarlo viendo. De hecho, lo que vemos es una combinación que hacen nuestros ojos mezclando el rojo y el azul.

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