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Fernando Fernandez Bueno

Más ciencia y menos prejuicios

Las políticas de tabaquismo en nuestro país siguen centradas, únicamente, en la prevención y la cesación, mediante crecientes medidas prohibicionistas que, en muchos casos, solo buscan estigmatizar al fumador

Actualizada 04:30

España corre el riesgo de quedarse atrás en la lucha contra el tabaquismo. Pese a que todas las organizaciones médicas y científicas apoyamos en su momento la decidida apuesta en la lucha contra el tabaquismo de la Ministra de Sanidad, Mónica García, lo cierto es que conforme hemos ido conociendo en detalle las medidas, nuestras esperanzas de que España logre avanzar se han desvanecido.

¿Por qué? Porque las medidas están basadas en prejuicios y dan la espalda a la evidencia científica y a la experiencia práctica de otros países como Suecia, Reino Unido o EE.UU. El último ejemplo son las restricciones y prohibiciones que plantea el Ministerio a los productos alternativos al tabaco, como son el cigarrillo electrónico o las bolsas de nicotina que contribuyen a la cesación tabáquica y ofrecen a los fumadores adultos una vía de escape menos dañina que fumar.

Desde la Plataforma para la reducción del daño contra el tabaquismo defendemos una lucha contra el tabaquismo eficaz y realista, combinando y aumentando las acciones de prevención y cesación y protegiendo en todo momento a los menores, con estrategias innovadoras basadas en evidencia científica que apuesten por medidas adaptadas a la vida diaria de las personas fumadoras y respondan a las dificultades a las que se enfrentan, como ya han hecho países cercanos.

Las políticas de tabaquismo en nuestro país siguen centradas, únicamente, en la prevención y la cesación, mediante crecientes medidas prohibicionistas que, en muchos casos, solo buscan estigmatizar al fumador.

En cambio, numerosos países reconocidos por sus políticas contra el tabaquismo como Reino Unido, Nueva Zelanda, Canadá, Suecia o Estados Unidos han respondido al agotamiento de las políticas tradicionales con innovadores planteamientos que, por un lado, tienen en cuenta el comportamiento actual de los fumadores, las nuevas formas de consumo de bajo riesgo y la ciencia más avanzada y, por otro, buscan dar soluciones accesibles, asequibles y aceptables a los miles de fumadores que no consiguen o que no tienen voluntad de dejar de fumar.

Frente a este modelo, la Ministra de Sanidad plantea la dirección contraria, poniendo trabas al desarrollo de estos nuevos productos, que la ciencia avala como menos tóxicos que el tabaco de combustión.

Quiero insistir en que existe una contundente evidencia científica que demuestra que productos alternativos que se han ido desarrollando para gestionar y erradicar la combustión del tabaco –como los productos de vapeo, las bolsas de nicotina oral o los productos de tabaco calentado–, pueden ser parte de la solución y no parte del problema en la lucha contra el tabaquismo.

El cigarrillo electrónico y las bolsas de nicotina, sin ser inocuos, plantean una alternativa menos dañina para la deshabituación tabáquica, y permiten llegar a ese público que no ha logrado abandonar el hábito pese a las sucesivas restricciones. Fijar restricciones excesivas para estos productos en nada contribuyen a seguir avanzando en la cesación tabáquica.

Más bien al contrario, suponen un daño claro a estas herramientas y a su eficacia real, por cuanto pretenden, entre otras cuestiones, la erradicación de cualquier sabor que no sea el de tabaco en estos productos, así como limitaciones absurdas a la concentración de nicotina permitida.

Distintos estudios científicos a nivel internacional han mostrado que la restricción de sabores en productos como el vapeo no hacen, sino incrementar las ventas de cigarrillos y, por tanto, la adicción al tabaco, ya que los consumidores carecen de una alternativa de cesación lo suficientemente atractiva, pese a que sea menos dañina. Un estudio reciente señala que por cada unidad de líquido de vapeo que deja de venderse por este motivo, se venden 15 cigarrillos más.

Por tanto, como médicos, científicos y divulgadores, no comprendemos ni podemos compartir que se pretenda establecer una prohibición que invalida por completo esta herramienta de cesación, sin aportar motivos de salud pública que la justifiquen. En particular porque, precisamente desde el punto de vista de la salud pública, el uso de saborizantes en estos productos no es más o menos dañino porque aporten sabor a tabaco o a cualquier otra alternativa.

Defendemos desde luego, y forma parte de nuestros principios como Plataforma, todas las políticas de prevención frente al tabaquismo y protección al menor, pero no encontramos justificación científica desde este punto de vista a la prohibición de sabores, ya que no está estudiado ni probado que quien se adentra en el consumo de estos productos lo haga atraído por únicamente por los sabores

  • El Dr. Fernando Fernández Bueno es cirujano oncológico del Hospital Gómez Ulla y portavoz de la Plataforma para la Reducción del Daño por Tabaquismo

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