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40 años del aborto en España: «No hay ninguna mujer que se sienta orgullosa de hacerlo»

Una de las rescatadoras es Francesca Alcolea Musicco, quien hace tres años decidió unirse a la Asociación Más Futuro para acompañar a todas las mujeres que lo necesitan

Este sábado se cumplen 40 años desde el comienzo de la cultura de la muerte en nuestro país. El 5 de julio de 1985 el Gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por Felipe González, dio luz verde a ley del aborto, una práctica que ha matado alrededor de tres millones de fetos desde su luz verde.

A pesar del empeño de los políticos de izquierdas por defender esta ley, existen personas como los Rescatadores Juan Pablo II, voluntarios que ofrecen una mano amiga a las madres que quieren o se ven obligadas a abortar.

Una de estas rescatadoras es Francesca Alcolea Musicco, quien hace tres años decidió unirse Rescatadores y a la Asociación Más Futuro para acompañar a ayudar a todas las mujeres que lo necesitan. Esta decisión nació de su convicción de que dentro de cada madre hay «una vida que no debería sufrir las consecuencias de decisiones ajenas». «Vi que muchas madres simplemente necesitan información, alguien que las escuche y las acompañe», comenta a este medio.

Aunque la mayor parte de la sociedad desconoce la labor de los rescatadores, Francesca explica que ellos reparten «un folleto informativo» que muchas personas desconocen. Según ella, esto es una forma de mostrar qué es «una vida humana desde el principio». En el documento —que se entrega de forma general— también incluyen un número de teléfono que funciona y está activo las 24 horas.

En España, los datos del aborto son alarmantes. En solo un año, 103.097 bebés no pudieron descansar en el seno de su madre. Sin embargo, la cifra podría haber sido aún mayor, ya que, según Francesca, en uno de los abortorios de Madrid se realizan hasta 40 abortos al día. «Es un número bastante impactante», confiesa.

Lo que más le sorprende a Francesca es que la mayoría de las personas escuchan a estos voluntarios rescatadores, les dejan su teléfono, les cuentan si tienen más hijos y si tienen trabajo. La continuación del rescate de esa mujer se hace en la asociación MasFuturo, la continuación del rescate. Allí estas mujeres se desahogan.

La pregunta que emiten estos rescatadores siempre es: «¿Qué necesitas?» Y es verdad que no siempre necesitan ayudas económicas, sino también personales. «Muchas veces es confianza», argumenta la profesional, porque los rescatadores también ayudan. Y, la asociación MasFuturo, hace que esa mujer que se planteaba abortar, cambie de idea y confié en estos voluntarios. Se interesan por saber a qué se dedican, especialmente porque su asociación no tiene ánimo de lucro. Nadie cobra, no tienen subvenciones públicas, todo es de donaciones y algunos de los sueldos de los voluntarios, anota Francesca.

A todo ello, la respuesta es sencilla: creen en lo que hacen y aman la vida. Y, para ello, ofrecen todo lo que esté en sus manos. Ayudan con guarderías, educación, búsqueda de alquileres asequibles, pagos de vivienda, y también apoyo espiritual si lo desean.

Aunque el voluntariado —que compaginan con sus trabajos, familia y amigos— es muy gratificante, a veces sufren altercados. Francesca recuerda que ella nunca ha sufrido personalmente violencia en su labor: «Recuerdo el caso de un padre que, al ver que me dirigía a su hija, me dijo claramente: 'No quiero que te acerques, ya hemos tomado una decisión'. Y aunque la chica quería escucharme, el padre la empujó para que no hablase con nosotras. En ese momento solo queda rezar».

Asimismo, explica que también han vivido casos en los que una pareja no quiere que la mujer caja ni siquiera el folleto. Pero algunas veces, la mujer se separa de él, y nos da su teléfono para que la llamemos. «Gracias a Dios», confiesa, muchas mujeres han sido rescatadas porque «no hay ninguna mujer que se sienta orgullosa de abortar». Además, no solo ayudan a mujeres embarazadas que siguen adelante, también a las que ya han abortado, puesto que «muchas se arrepienten incluso años después». De hecho, Francesca nunca ha conocido a ninguna que esté orgullosa de haberlo hecho, aunque «públicamente no siempre lo admiten».

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