Bebé recién nacido con su mamá
La mujer que realizaba abortos y ahora ayuda a madres y bebés: «Necesitaba rodearme de amor provida»
Ejemplo de las atrocidades de la clínica abortiva fue cuando tuvo que matar a un bebé con supuestas malformaciones, las cuales resultaron ser falsa
Cuando aterrizas en una ciudad nueva y lo que necesitas es pagar facturas y tener un sueldo para comer, es normal aceptar el primer trabajo que te proponen, más, si te aseguran unas buenas condiciones. Es lo que le pasó a Noemí Padilla, una enfermera que llegó con lo puesto a Florida en 2001 para empezar de nuevo su vida. Lo que parecía una buena oportunidad, terminó siendo un empleo que, además de acercarla más a Dios, cambió su visión para siempre. Y es que, estar en una clínica de abortos nunca fue fácil para ella.
Padilla no aceptó el trabajo por el gusto de matar fetos. Ella realmente creía que ayudaba a las mujeres en situaciones complicadas, ya que ella a los 17 años decidió abortar. A pesar de lo que le habían prometido, y de sus propios recuerdos siendo una adolescente, la experiencia no la llenó. Es más, la abrió aún más sus cicatrices. Con el tiempo, comprendió que lo que creía que era «ayuda» era en realidad parte de un sistema que presionaba, manipulaba y ocultaba la verdad, explica National Catholic Register.
«No tenía idea de las atrocidades que ocurrían a puerta cerrada» comenta la enfermera al medio, donde también confesó que el ambiente laboral era alarmente, ya que trabajaban «bajo efectos de sustancias, sobornos para aumentar el número de procedimientos y presión a nuevas trabajadoras».
Al ver eso, y al tener un cargo de directora, intentó cambiar las condiciones. Sin embargo, lo rechazaron. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de dos aspectos que cambiaron su vida para siempre. El primero, que era una industria construida sobre el sufrimiento, la deshumanización y la cultura de la muerte. El segundo, que su autoridad era solo sobre el papel.
Ejemplo de las atrocidades de la clínica abortiva fue cuando tuvo que matar a un bebé con supuestas malformaciones, las cuales resultaron ser falsas. Una mañana, una joven fue a consulta a realizarse una ecografía. La madre le pidió escuchar el latido de su bebé, algo que a la enfermera le pareció precioso. De hecho, fue tan fuerte en vínculo que se convirtió una más de la familia. Sin embargo, cuando todo parecía ir bien, la clínica le dijo a la joven que su bebé no estaba desarrollándose bien, por lo que tenía que acabar con su vida. Sin tener los resultados médicos, Padilla la metió en el quirófano. Días después vieron que no era verdad, el niño estaba sano.
Este hecho fue el detonante que la llevó a huir y buscar otra alternativa: «Necesitaba rodearme de amor provida», anota al medio. Se puso manos a la obra y animó a algunas de sus compañeras a dejar también el sector. Cuando esto ocurrió contactó con And Then There Were None, una organización que apoya a exempleados de centros de aborto. Allí encontró una familia, el perdón que necesitaba, una comunidad y esperanza. Sabía que le iba a ayudar a olvidar la «etapa más oscura» de su vida.
Ahora la enfermera Padilla trabaja en un centro que ayuda a madres y bebés. Así, garantiza que comienza cada día con una oración por las mujeres en duelo y dando gracias a Dios, ya que, aun sabiendo que el aborto afecta a todos los involucrados, el Señor le permitió experimentar «la maternidad de otra forma», y ahora usa su historia para evitar que otras vivan lo mismo que ella vivió.