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Vista aérea del lago Eyre

Vista aérea del lago EyreGetty Images/Sandra Michele Allen

De desierto a oasis: el resurgir en semanas de un lago que llevaba seco 50 años

Las intensas lluvias han provocado que el paraje yermo se haya convertido en un oasis de vegetación que ha reactivado un ecosistema dormido

El Lago Urmia en Irán, el Lago Chad en África, y el Mar de Aral en Asia Central son solo tres ejemplos de lagos que han disminuido su tamaño considerablemente o incluso han llegado a secarse en las últimas décadas. El cambio del clima, la gestión inadecuada del agua y la sobreexplotación de los recursos hídricos son factores que contribuyen a este fenómeno, con graves consecuencias para el medio ambiente y las poblaciones que dependen de ellos.

No obstante, en ocasiones también asistimos al proceso contrario: el resurgir de algunos de estos lagos o la generación de cuerpos de agua allá donde hacía años que no se veían. El año pasado observamos cómo la cuenca Badwater en el Valle de la Muerte –la región más calurosa y seca de los Estados Unidos y del mundo– presenciaba el surgimiento de un lago después de las intensas lluvias, lo que provocó que los ciudadanos de California acudiesen incluso a practicar deportes acuáticos como kayak.

Lo mismo ocurrió a finales de 2024 en Marruecos, cuando se produjeron paisajes muy llamativos al inundarse el desierto del Sáhara por primera vez en 50 años debido a las intensas lluvias de septiembre, generadas porque la Zona de Convergencia Intertropical se encontraba desplazada hacia el norte.

Pero en Australia ha ocurrido algo que ha llamado la atención de curiosos, científicos y hasta la NASA: el lago Eyre, ubicado en la región más seca del país oceánico, ha resurgido después de décadas de sequía. Esto se debe a las lluvias excepcionales que se produjeron en Queensland y que hicieron desbordar ríos hasta llegar a la extinta masa de agua.

Lago Eyre en 2025

Lago Eyre en 2025NASA EARTH OBSERVATORY/WANMEI LIANG

En las imágenes aportadas por la NASA se observa cómo el agua se fue extendiendo desde el norte. Alrededor de una sexta parte del continente vierte sus aguas hacia el lago Eyre en lugar de hacia el océano. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el agua se evapora antes de llegar a su destino. Solo en contadas ocasiones, cada pocos años, una parte consigue alcanzar el lago.

El agua comenzó a entrar por el norte de la cuenca y se fue expandiendo hasta cubrir áreas extensas en pocos días hasta que, en cuestión de semanas, alcanzó el golfo de Madigan y la bahía Belt, en la parte sur del lago, a unos 120 kilómetros de distancia.

Este acontecimiento, que no ocurría desde 1974, ha llamado la atención de la población y los guardabosques. Sin embargo, estos dudan que el lago se llene por completo como sí que ocurrió en los años 70 y otras dos veces en 160 años. Según los lugareños, podrían necesitarse dos años lluviosos consecutivos para tener la posibilidad de que el lago se llene por completo.

Estallido de vida

Aunque el lago no termine de llenarse por completo, el agua depositada ha conseguido ya lo que se considera un milagro ecológico. Huevos de artemia (un género de crustáceos) que habían permanecido latentes durante años comenzaron a eclosionar, y con ellos reaparecieron camarones escudo, cangrejos de agua dulce y peces migratorios. Asimismo, esta explosión de vida ha atraído a millones de aves acuáticas –como pelícanos y cigüeñuelas– que están llegando desde regiones tan distantes como China y Japón.

Los peces que se reproducen en los sistemas fluviales descienden al lago, y el oasis recién formado y su auténtico bufé atraen a millones de aves acuáticas migratorias. Este fenómeno evidencia la sorprendente capacidad de recuperación de los ecosistemas más extremos del planeta y ofrece nuevas oportunidades para estudiar procesos hidrológicos, adaptaciones de la biodiversidad y los impactos del cambio climático en regiones áridas.

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