Precintos, caza y esclavitud digital
La posibilidad de la caza de la tórtola ha sido nominal, que no real. Muchos cotos y sociedades de cazadores han renunciado ante la complejidad del sistema y la escasa rentabilidad en piezas del mismo
Un cazador utiliza la aplicación del precinto digital
Hace meses que oigo el ruido de quienes se declaran a favor y en contra del precinto digital, esta nueva forma de control administrativo (es lo que es). Intento entender qué me puede aportar como cazador y ciudadano el tener que darle a una aplicación cuando abato un jabalí en un aguardo o un corzo en un rececho. Incluso hacerlo con un conejo o una perdiz.
Veamos. El primero en romper el fuego ha sido el Gobierno de Castilla y León imponiendo de forma caótica un sistema de precintos digitales para todas las especies de caza mayor. Aplicación digital al canto y aprenda usted a manejar una más. Además de la del banco, la del colegio de los nenes, o cualquiera que se le ocurra. La inmensa mayoría de los aficionados españoles rechaza la implantación de esta medida y su necesidad. Pregunten en cualquier corro.
El segundo motivo de implantación de precintos digitales ha sido la «recuperación» de la caza de la tórtola. Ampuloso, cansino, absurdo y desproporcionado. Un montón de trámites para tener que repartir 36 tórtolas entre 100 socios. Matar moscas a cañonazos. El resultado es que la posibilidad de la caza de la tórtola ha sido nominal, que no real. Muchos cotos y sociedades de cazadores han renunciado ante la complejidad del sistema y la escasa rentabilidad en piezas del mismo. Si lo que se quería era controlar la presión sobre la especie bastaba con haber reducido el número de jornadas a una o dos y limitar el horario o número de piezas por cazador. Ni una media veda a año libre como antes, ni prohibir la especie mediante un sistema de trincheras y trámites administrativos que es una veda encubierta, salvo para para unos pocos. Ni calvo ni con tres pelucas.
Personalmente no estoy en contra de todo lo digital, aunque considero que los móviles y lo digital se han convertido en una nueva forma de esclavitud: el gran hermano de Orwell en 1984. En manos de las administraciones una herramienta criminal con la que someter y tener acogotados a los ciudadanos. Más obligaciones y más sanciones. Y una gota más en el vaso de la inseguridad jurídica.
¿Qué busca la administración con esta medida que no han pedido los cazadores y que no queremos?
La caza mayor no tiene un problema poblacional. Al contrario. Me pregunto entonces la necesidad de controlar hasta lo ridículo a través del móvil a los cazadores y someter una actividad al aire libre y ya hiperregulada al más estricto de los controles. ¿Qué busca la administración con esta medida que no han pedido los cazadores y que no queremos?
Me aterra pensar en diecisiete aplicaciones para comunicar no sé cuántos datos, con no sé cuántas definiciones y ocurrencias, con no sé cuántas diferencias, formatos, interfaces y gilipolleces varias. Lo digital no es más cool, ni mejor. Ni es más moderno. En absoluto. No es cierto que no existan datos sobre las poblaciones de caza. Los hay y muchos. ¿Qué se hace con ellos hasta ahora? ¿Por qué, de repente, hay que precintar digitalmente un cochino?
He dicho que si me obligan a meterme en una aplicación para comunicar la captura de un conejo o un jabalí cuelgo las botas. Me dedicaré a la petanca, a lo sudokus. Al paso que llevamos, entre drones, aplicaciones y térmicos, para ser libre habrá que construirse una cueva dentro de un búnker. Sinceramente, no entiendo el charco en el que se ha metido Castilla y León a cuenta de los caprichos digitales. Menos entendería aún que en Castilla-La Mancha Page asumiera la ocurrencia (que resuena) de obligarnos a salir al monte con otra aplicacioncita para que un aficionado de Alcázar de San Juan, de Terrinches, tenga que darle a un botón cada vez que abate un conejo o cuando pone patas arriba un gorrino jabalí. Déjennos en paz. Dejen de derrochar el presupuesto público en chorradas. Dejen de buscar tres patas al gato y dediquen el tiempo y las fuerzas a facilitar la vida de sus ciudadanos, no a amargarlos y esclavizarlos. Y en Castilla y León, den marcha atrás con la ocurrencia y dedíquense a recuperar la perdiz o la caza del lobo, cuya prohibición es otro caprichito envenenado de la loba Ribera (Eduardo Coca dixit).
- Santiago Ballesteros Rodríguez es abogado especialista en medio ambiente, caza y propiedad rural