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21 de mayo de 2024

La nave Starship estalla a 40 kilómetros de altitud, el pasado jueves

La nave Starship estalló a 40 kilómetros de altitud, el pasado juevesAFP

Industria espacial

¿Por qué Elon Musk no tiene de qué preocuparse tras la explosión de su megacohete Starship?

La NASA, principal interesada en la construcción de la nave, respalda públicamente a SpaceX y le da su confianza para el próximo lanzamiento de prueba

Pese a que el curso de los acontecimientos del pasado jueves no siguió del todo el rumbo que a él le hubiera gustado, la explosión de su nave interplanetaria, la colosal Starship, no afecta en absoluto a Elon Musk.
Casi una semana después de que el prototipo del cohete, el mayor y más potente jamás construido, estallara a 40 kilómetros de altura apenas transcurridos cuatro minutos desde el lanzamiento, la compañía espacial SpaceX, propiedad del magnate y autora de la operación, no ha sufrido trastoque o perturbación alguna –excepto, si acaso, una posible demora en los plazos hasta que el modelo definitivo esté listo–.
Pese a que la prueba orbital de la nave, la primera que afrontaba, estaba programada con una duración de 90 minutos, lo cierto es que ni el propio Musk confiaba en llegar a completarla a la primera. «Hay un millón de cosas que pueden salir mal», dijo en los días previos al lanzamiento, en un intento de rebajar la expectación mundial que se había generado al respecto.
Aparentemente cariacontecido tras el estallido –según dejaron ver las cámaras de la sala de control–, el tecnólogo sudafricano no tardó en felicitar a su equipo vía Twitter y aseguró que, con lo aprendido, un nuevo ensayo tendría lugar «en unos meses».
Ese es, precisamente, el mayor obstáculo al que se enfrenta ahora mismo SpaceX. En días recientes, Musk ha acotado en «uno o dos meses» el próximo lanzamiento. Pero lo cierto es que, a juzgar por el desastroso estado en que quedó la plataforma de la base –sita en Boca Chica, Texas– tras el despegue, los hay que no ven por debajo de siete meses el tiempo que tendrá que transcurrir hasta subsanar todos los desperfectos antes de una nueva ignición tan potente como la de la Starship.
Por su parte, la NASA, principal cliente de SpaceX para la futura nave, no ha mostrado señales de descontento con el incidente. Al contrario: su administrador, Bill Nelson, ha respaldado públicamente a la compañía, cuyo vehículo utilizará para transportar a los primeros astronautas que pisarán la Luna en más de 50 años en el marco de las misiones Artemis.
«A lo largo de la historia, los grandes logros siempre han requerido riesgos calculados, con grandes riesgos llegan grandes recompensas. Con ganas de saber todo lo que SpaceX aprenda de esto, del próximo vuelo de prueba y más allá», escribió en Twitter menos de una hora después del estallido. «Gracias de parte del equipo», le contestó escuetamente Musk.
Al fin y al cabo, no hay muchas organizaciones, a excepción de China, que estén embarcadas en la titánica tarea de construir el cohete más potente de la historia. Mientras tanto, los vehículos Falcon y Dragon, a los que la agencia estadounidense y otras empresas recurren para sus labores y negocio, seguirán siendo un ingreso fijo en el libro de cuentas de SpaceX.
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