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29 de abril de 2024

'Pan de limón con semillas de amapola' se estrena este viernes en los cines

'Pan de limón con semillas de amapola' se estrena este viernes en los cinesFilmax

Crítica de cine

Un Benito Zambrano demasiado literario nos habla del ciclo de la vida

'Pan de limón con semillas de amapola', la nueva película del director, se estrena este viernes

Zambrano nos deslumbró con Solas (1999), una película escrita por él, que entraba en las entrañas de la maternidad y elogiaba el valor de la vida. Una cinta que rebosaba autenticidad. En 2001 irrumpió en televisión con la serie Padre Coraje, que en este caso reflexionaba sobre la paternidad. Tras la aventura cubana de Habana Blues (2005), centrada en la música, Zambrano empieza a adaptar novelas. La primera fue una decepción: La voz dormida (2011), de Dulce Chacón. Era previsible en todos los tópicos de la memoria histórica guerracivilista. En 2019 nos dio una alegría con la adaptación de Intemperie de Jesús Carrasco. Volvía a una historia de acogida y paternidad vicaria, rodada con vigor y fuerza moral. La película que hoy nos ocupa, Pan de limón con semillas de amapola, adapta la primera novela de Cristina Campos, mujer polifacética que alterna la escritura con el mundo del cine, especialmente la dirección de castings.
Y ¿qué nos encontramos? Desde luego, una historia menos contundente en sus perfiles morales que Solas o Intemperie. Nos habla de asuntos de hondura, como los misterios del nacimiento y de la muerte, retoma el elogio de la maternidad, y añade cuestiones de la agenda de actualidad, como el machismo y la eutanasia. Pero lo hace encorsetado en un esquema demasiado literario. Se nota la escritura del guion, y entre sus cuadernas se escapa el soplo de vida y autenticidad que transpiraban sus citadas anteriores películas.
¿De qué trata la película? La protagonista es Marina (Elia Galera), una médico cooperante en África que trabaja como ginecóloga y que se plantea adoptar a Adina, el bebé de una mujer que ha muerto en el parto. Antes de fallecer esta madre le pidió a Marina que se ocupara de su hija. La segunda trama se desarrolla en Valdemosa (Mallorca) y la protagoniza Anna (Eva Martín), hermana de Marina, que al drama de tener un marido impresentable y arruinado se añade la aparición de una terrible enfermedad. Ambas hermanas se reúnen en Valdemosa para atender una herencia inesperada: una panadería que regenta Catalina (Claudia Fazi), una mujer arisca que esconde los secretos mejor guardados de la familia.

Un guiso crudo y frío

Los ingredientes del film son sabrosos: buenas interpretaciones, estupendas localizaciones, un gran oficio de planificación… pero el guiso ha quedado crudo… o frío. El espectador no llega a empatizar visceralmente con ningún personaje, ni con sus motivaciones, ni con sus dramas, que resultan artificiosos por su morosidad literaria. Pero también lastran al film algunos elementos estereotipados que beben de las tendencias culturales del poder. Es el caso de la contraposición entre la mujer libre, sin ataduras, que no precisa de pareja para vivir la maternidad y la esposa esclavizada a un matrimonio que le llena de infelicidad, con un marido mujeriego, machista y corrupto. O la concepción de que una vida enferma no merece la pena ser vivida. O el jugueteo con las supuestas virtudes médicas y psicológicas de la marihuana, presentada como un auténtico bálsamo de sanación. 
Es también inauténtico que una película que se mueve continuamente entre la vida y la muerte, y que lo hace de forma dramática, no ofrezca ni un solo personaje que se ponga ante ello con la urgencia y la herida de las grandes preguntas. Sin embargo se agradece que en el contexto actual, en el que tantos medios asocian directamente a los curas y religiosos con la lacra universal de la pederastia, Zambrano –o Cristina Campos– proponga una imagen amable y comprometida de las monjas que regentan el orfanato y que velan por el bien de los niños.
En conclusión, estamos ante una película irregular, con temas interesantes, momentos brillantes y buen oficio, pero escasa de frescura, hondura y autenticidad. Se deja ver, sin duda, pero no se quedará en nuestra retina como Solas.
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