
Anuncios de los conciertos de Raphael en Las Vegas
'Raphaelismo'
Cuando Las Vegas devoró a Raphael
El documental 'Raphaelismo' desvela el peor momento de la carrera artística del cantante linarense
En 1969, Elvis renació en Las Vegas. Aún pasado de peso y de drogas, y con la voz muy lejos de la de su plenitud, las actuaciones de El Rey en esta ciudad durante ese año y el siguiente constituyen un hito fundamental en su carrera. Así es por mucho que su imagen y su lenguaje corporal nos hagan pensar que estamos ante un artista crepuscular. Justo en esa época, un joven español se asentó en la ciudad de los casinos y los excesos, y lo cierto es que le fue mucho peor. Ese cantante era Raphael.
Raphael siempre había querido completar el sueño americano. En 1970 al fin lo logra. Acude al programa estrella de la televisión norteamericana, The Ed Sullivan Show. Y triunfa. De un día para otro, medio Estados Unidos lo conoce. Tal es el éxito que le llega una oferta para realizar «una larga lista de conciertos en Las Vegas», cuenta el cantante linarense en Raphaelismo.
Llega con su equipo a la ciudad levantada en el desierto. En las marquesinas, allí donde habitualmente relucen los nombres de Elvis o de Liza Minnelli, se lee ahora «Raphael». Tocará en el Flamingo y en el hotel de la Metro-Goldwyn Mayer. Como los grandes.
Tiempo después, Íñigo le preguntará en la televisión española cómo hay que hacer para tocar en Las Vegas. «Pues ser una gran estrella del mundo», contestará el andaluz.Cuando parece que todo va de maravilla, llegan los problemas. Para empezar, su madre.
«No se puede llevar a a tu madre a tu suite, para que viva contigo, teniendo tú 20 años o 22. No daba oportunidad de que hiciera nada. Bronca diaria. Nunca más volví a llevarla a ningún lado. Me hizo la vida imposible, imposible», recuerda en el documental.
El otro gran error que comete es «ir demasiado tiempo». Viene de meterse mucha tralla en el cuerpo en los años anteriores. Así que le da un bajón terrible.

El cartel anunciador de los conciertos de Raphael en Las Vegas
«No estaba en condiciones ni anímicas ni vocales. Hoy en día aún no sabría explicar exactamente qué paso. Siendo lo más sincero que puedo, yo no estaba en mis cabales», admite sobre aquel episodio que sufrió poco antes de las Navidades de 1970.
Le desbordó el estrés. «Tantas cosas, y a 1.500 por hora…». Por la mañana, atender a la prensa. Por la tarde, función. Por la noche, función. «Me rompí. Fue la única vez que para mí era un martirio la hora del show… y eran dos al día».
Cumple el contrato, pero vuelve a España hecho una piltrafa. Anuncia cinco semanas en el Palacio de la Música de Madrid con doble función tarde-noche. Todo el papel está vendido. Suspende el día del debut. No está en condiciones. Al siguiente vuelve a aplazarlo. El tercer día se desmaya antes de salir a escena. Por prescripción médica, para. Al fin.
No hay mal que por bien no venga. Las suspensiones le permiten pasar más tiempo con una mujer que le hace tilín, la periodista Natalia Figueroa. Le permiten además que ella conozca a un hombre tranquilo, sin agobios, de buen humor. «Ahí surgió nuestra historia», cuenta la mujer del linarense en Raphaelismo. Dicen que las crisis son tiempos de oportunidades. Que se lo digan al autor de Yo soy aquel: de aquel pozo de Las Vegas salió con un amor para toda la vida.