El gran temor de Lopera con la mujer de Joaquín el del Betis

Joaquín conoció a Susana Saborido en un pub que tenía el padre de ella. Fue a la vuelta del Mundial de Corea y Japón, aquel del que España se volvió precisamente después de que el sevillano fallase un penalti (y aquel árbitro barriese para los coreanos). El primer beso fue en un pasillo.

Muy indiscreto –pues lo contó aunque su mujer le invitaba a callar– el futbolista reveló lo que Susana le escribió tras su primera cita que fue más allá de un beso. «No sé que te ha parecido a ti, pero a mí me ha encantado». Joaquín iba en su coche, escuchando a Los Chichos, y reaccionó con la euforia propia de un gol: «Ya está en el bote».

El asunto fue a más. Una noche, Joaquín la invitó a un «reservadito». Y con el postre venía un anillo. Recibió un sí rotundo.

La boda

Se casaron, tras tres años de novios, el 8 de julio de 2005. Ella tenía 28. Él, cinco menos. Eligieron la iglesia del Puerto de Santa María: «Fue un caos», resumen ambos a coro. Recordó a la famosa boda de Lolita, pero en este caso nadie pidió a los curiosos que se fuesen. Se quedaron y se metieron hasta el altar, hasta el punto de que detrás de Joaquín había un chaval lleno de arena llegado directamente de la playa. «La mitad de la gente que había ahí ni la conocía», lamenta el futbolista.

A ella la metió la policía en la iglesia. Y salieron escoltados por cinco agentes, entre un gentío tan entusiasmado que rompieron el vestido de la novia, que se quedó con «medio traje».

La tercera protagonista

La tercera protagonista de la boda fue la Copa del Rey que el Betis ganó el 11 de junio de 2005, el mes anterior al enlace. Lopera, presidente del Betis, anunció a Joaquín que llevaría el trofeo a la iglesia. «Haz lo que te salga de los hu…», contestó el novio, que pensaba que el mandatario bromeaba. Pero iba en serio. Muy en serio. Tanto que la colocó detrás de los novios durante la ceremonia y, una vez acabada ésta, se hizo una foto con ella y los protagonistas y se marchó: «No vino ni al convite, echó la foto y se fue», recuerda el futbolista.

Lopera insistió a la novia en que levantase el trofeo, pero ésta se resistió. No lo hizo, si bien sí posó con la copa junto a su ya marido. Han pasado más de 17 años y el expresidente bético recuerda sonriente aquel momento en este segundo episodio de La penúltima y me voy. Y después, justo después, es cuando lanza una frase sujeta a interpretaciones, pues en ella parece insinuar que la mujer del hoy capitán bético es del otro bando. «Yo le dije: 'Joaquín, a ver si vas a tener un matrimonio mal. Basta que ella sea sevillista para que allí mismo se quiera divorciar'». ¿Ha desvelado don Manuel, que no se caracteriza precisamente por su discreción, un gran secreto de la mujer de Joaquín? ¿Es Susana Saborido sevillista? O, para ser más precisos, ¿era sevillista? (porque es evidente que ya hace muchos años que se habrá cambiado de camiseta). ¿O simplemente el mandatario pensaba que podría ser sevillista y que eso sería malísimo para sus intereses y los del Betis? Ahí dejó la pelota Lopera, botando.

Joaquín y Susana viven en una casa en las afueras de Sevilla, en Mairena del Aljarafe. Pero se están construyendo otra. Desde hace bastante tiempo. El futbolista da un consejo a los que pretenden hacer lo mismo: «No os hagáis una casa desde cero». El proyecto actual nada tiene que ver con el original, pues ha sido modificado por Susana («no he elegido ni el color de la piscina», dice el bético). Los costes se han incrementado. Tanto, que Joaquín se replantea su retirada que se supone será al final de esta temporada: «Hasta que no la termine [la casa] no me retiro».