
Angelina Jolie interpreta a María Callas en la película dirigida por Pablo Larraín
Crítica de cine
'María Callas': Angelina Jolie brilla en los últimos días de la mejor soprano del siglo XX
Pablo Larraín dirige esta película sobre los últimos días de la soprano, marcados por la soledad, el declive físico y la conciencia de no poder volver a ser la Callas que fue
El director chileno Pablo Larraín concluye (¿concluye?) lo que hasta ahora parece una trilogía. En 2016 estrenó Jackie (2016), sobre Jacqueline Kennedy, protagonizada por Natalie Portman; en 2021 dirigió Spencer, sobre la Princesa Diana de Gales, interpretada por Kristen Stewart. Y ahora le toca el turno a la famosa soprano neoyorquina de origen griego María Callas, encarnada con solvencia por Angelina Jolie. Ninguna de las tres películas es un biopic.
Larraín escoge un breve periodo de la vida de estas figuras públicas del siglo XX y lo analiza con lupa. Pero la lupa no se dirige a unos hechos, presuntamente documentados y ciertos, sino que analiza el mundo psicológico de estas mujeres, su pulso espiritual. Para ello, Larraín es libérrimo en su aproximación, absolutamente subjetiva, metafórica y que sobrevuela sobre la realidad a su manera, sin ataduras. El director quiere hacer un retrato artístico de esos procesos intangibles que se dan en el interior de la persona. Y esa meta siempre es arriesgada en su ejecución y discutible en sus resultados.
Las tres películas seleccionan un momento doloroso de estas mujeres, para aplicar sobre él lo que Lewis llamaría «una pena en observación». De Jacqueline Kennedy, la película se centró en los días que siguieron al asesinato de su marido; de Lady Di, en un fin de semana que pasó en Balmoral con la familia real, cuando ella era plenamente consciente de que el amor del Príncipe era ya de otra mujer. En el caso de María Callas, el guion de Steven Knight no se fija en ningún suceso traumático, sino en los últimos días de su vida marcados por la soledad, el declive físico —a pesar de contar solo 56 años— y la conciencia de no poder volver a ser la Callas que fue.
La película nos lleva a la avenida Georges Mandel de París, en una magnífica zona residencial. Estamos en 1977 y allí vive desde hace unos años María Callas, prácticamente retirada. Su mundo se limita a sus perros y, sobre todo, a su espléndido mayordomo Ferruccio (Pierfrancesco Favino) y a su cocinera y ama de llaves Bruna (Alba Rohrwacher). Son dos personas fieles, leales, preocupadas sinceramente de su señora, a la que vigilan de cerca en cuanto a consumo de fármacos se refiere.
Ferruccio se encarga de tener al tanto al doctor Fontainebleau (Vincent Macaigne), ya que María empieza a padecer ensoñaciones y alucinaciones. Larraín ya utilizó un recurso similar en Spencer, cuando a Diana se le aparecía Ana Bolena. La soprano intenta inútilmente recuperar la voz que la hizo inmortal, y por ello asiste casi a diario a ensayar con el famoso director de orquesta británico Jeffrey Tate (Stephen Ashfield). Esta trama se entrelaza con sus recuerdos y visiones. Entre los primeros tiene un lugar preferente Aristóteles Onassis, el gran amor de su vida, que curiosamente se acabó casando con la citada Jackie, viuda de Kennedy.
Angelina Jolie nos brinda una brillante interpretación, al igual que los secundarios, y la película nos ofrece maravillosos momentos musicales. Sin embargo, hay que reconocer que la cinta está, a nivel dramático, por debajo de los anteriores títulos, sin que ello signifique que carezca de interés. Estamos ante una obra triste y melancólica, con una Callas un poco demenciada, en la que lo más luminoso y humano proviene probablemente de los íntegros criados.