Fundado en 1910
Randolph Scott

Randolph Scott

Historias de película

El actor que habría sido el rey del wéstern de no haber existido John Wayne

Protagonista de casi 40 wésterns, su discreta vida alejada de los focos hizo que muchos le olvidaran

El wéstern es el mester de juglaría americano. Su odisea. A través de este género, Estados Unidos mostró su verdadera historia, sus hazañas y conquistas, con un sentido de la heroicidad y el espectáculo, de la construcción de nación y perpetuación del mito que hoy rayan la propaganda en muchos casos, pero que entonces, fueron determinantes para el desarrollo de la industria del cine.

Su evolución y naturaleza ha ido cambiando durante los ciento y pico años que llevamos de historia de la más nueva de todas las artes. Y si bien ahora es un género pasado de moda y que no pasa por sus horas más altas, en la década de los 40 y, sobre todo, la de los 50, alcanzó unas cuotas de excelencia y grandeza, hoy fuera de toda duda.

Si el wéstern hubiera de escribirse con un par de nombres propios, estos serían, sin duda, el de John Ford como director y el de John Wayne como actor. Pero si bien al hablar de la realización es muy fácil recordar a otros genios del género como Howard Hawks, Henry Hathaway o Preston Sturges, no pasa así en la interpretación, donde la sombra de Wayne sigue siendo muy alargada.

Gary Cooper, Tyrone Power, Joel McCrea, Glenn Ford, James Stewart e, incluso, Audie Murphy, rubricaron con letras de oro algunas de las mejores películas del oeste de aquellas dos décadas. Pero hubo un actor que cabalgó poco lejos del género y con enorme talento y carisma supo poner rostro y gallardía a algunos de los mejores personajes del wéstern de sus dos décadas de oro. Y ese es Randolph Scott.

Niño bien de una familia acomodada de Carolina del Norte, su paso por la escuela militar, la universidad y la Primera Guerra Mundial le llevaron de la mano hasta Hollywood. Su llegada al mundo del cine se produjo en la década de los 20 con unos cuantos papeles secundarios en melodramas y películas de aventuras y se consolidó en la de los 30 cuando empezó a intervenir en un wéstern tras otro.

Pero fue en la década siguiente cuando empezó a brillar como uno de los máximos exponentes del género, donde se convirtió en todo un referente del cowboy noble, lacónico, recto y eficaz. No era tan agresivo como John Wayne y era también menos oscuro que los héroes que interpretaban sus contemporáneos, pero sin ñoñerías.

Trabajó para John Sturges en Mares de arena, para Charles Vidor en Los desesperados y para André De Toth en Lucha a muerte, Carson City y media docena de películas más. Pero donde encontró un verdadero espacio propio fue en las producciones que hizo en la segunda mitad de la década de los 50 cuando protagonizó casi una docena de wésterns para Budd Boetticher con guiones de Burt Kennedy como Buchanan cabalga de nuevo, Nacida en el oeste, Cabalgar en solitario o Estación comanche. En todos ellos, moralmente más ambiguo y con una imagen más solitaria, brilló con luz propia.

Con el inicio de la década de los 60, el wéstern entraba en recesión con los ecos del spaghetti wéstern a punto de cambiarlo todo en Europa, pero Scott aún protagonizaría una obra maestra, la más redonda y magnífica de todas sus películas, junto a otro de los habituales del género, su amigo Joel McCrea. Juntos hicieron para Sam Peckinpah en 1962 la extraordinaria Duelo en alta sierra, una película que trata sobre dos viejos pistoleros que han de unirse en un último trabajo. Oscuro y crepuscular, como todo Peckinpah, es uno de sus papeles más redondos y memorables. Perfecto para un actor que después de sesenta películas decía adiós a una carrera de más tres décadas. Tenía 64 años.

Casado en dos ocasiones, nunca tuvo hijos, se dedicó a las inversiones financieras con enorme éxito y llevó una vida extrañamente discreta para la época en la que Hollywood era todo oropel. Esta extraña discreción, junto a los rumores de que había sido amante de Cary Grant, le acompañaron toda la vida desde que la revista Modern Screen publicó en 1937 una serie de fotos de ambos en que se veía el día a día de su común convivencia que se produjo entre 1932 y 1940, con algunas interrupciones. Y es que la imagen de dos treintañeros cocinando, leyendo en el jardín, jugando al tenis y nadando en su piscina no era algo común en la época. Y aunque no existe correspondencia privada, declaraciones o testigos de que hubiera habido una relación sentimental entre ambos, desde los años 40 parecía un secreto a voces porque esas imágenes reflejaban una sensibilidad diferente a la virilidad que la industria del cine proyectaba entonces. Poco después, Grant se consolidó como el gran galán romántico de su época y Scott construyó una imagen de masculinidad férrea y recta a través de sus personajes.

Sea como fuere, la carrera de Randolph Scott está formada por 40 wésterns, entre los que hay media docena de grandísimas películas y un par de obras maestras. Pero, extrañamente, es uno de los actores más olvidados del género que tuvo la «mala suerte», como ha pasado tantas veces en la historia de todas las artes, desde la pintura a la música, de haber sido coetáneo del más grande. Perfecto ejemplo del vaquero guapo, hercúleo, viril, heroico, letal y recto, hoy podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Randolph Scott habría sido el mejor actor de wésterns del cine clásico de no haber existido John Wayne. Pero existió…

Temas

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas