Imagen de Sueños de trenes
Cine
La película del Oeste que apunta a los Oscar y ya se puede ver en Netflix
Esta historia es la de un jornalero del ferrocarril, una tragedia inesperada y un viaje emocional tan silencioso como devastador
En plena ola de fascinación por el wéstern, cuando las plataformas recuperan el polvo, las botas y los horizontes infinitos, aparece una película que va por libre y cambia todas las reglas. No dispara balas ni persigue forajidos. Dispara emociones. Se titula Sueños de trenes y acaba de llegar a Netflix como quien no quiere llamar la atención, pero ya hay espectadores diciendo que es uno de los estrenos más bellos y silenciosos del año. El filme suena incluso entre los favoritos para conseguir varias nominaciones a los Oscar 2026, entre ellas a la mejor película.
Basada en la novela de Denis Johnson, esta historia nos lleva a los primeros años del siglo veinte, a un oeste americano que ya no vive de duelos al sol, sino de raíles, jornaleros y vidas duras. Es allí donde conocemos a Robert Grainer, interpretado por un Joel Edgerton contenido y brillante, un trabajador del ferrocarril cuya existencia se rompe de forma brutal tras la muerte de su familia. Desde ese instante todo se vuelve más lento, más áspero, más íntimo. Lo vemos, casi en susurros, intentando reconstruirse en mitad de un paisaje enorme e implacable.
Pero este no es un wéstern de acción. Es una historia de duelo, de pérdida, de cómo encontrar una manera de seguir respirando cuando el mundo te arranca el suelo bajo los pies. Y también es un relato casi espiritual sobre la belleza inesperada que puede aparecer incluso en los rincones más oscuros de la vida.
Aunque su estreno en cines pasó casi inadvertido, la película ya había hecho ruido en su preestreno en Sundance. Después consiguió dos nominaciones en los Gotham Independent Film Awards, a mejor película y a mejor guion adaptado. Con su llegada a Netflix, las valoraciones han empezado a hablar por ella: un sólido 6,8 en Filmaffinity y una puntuación altísima en Rotten Tomatoes, donde alcanza un noventa y cinco por ciento entre los críticos y un ochenta y cinco por ciento entre el público.
A Edgerton lo acompaña Felicity Jones, siempre magnética, capaz de iluminar escenas incluso cuando el relato se vuelve más frío. También aparecen Kerry Condon, impecable como siempre, y dos pesos pesados como William H. Macy y Will Patton, que aportan solidez en cada minuto. Quien haya visto Rogue One, La teoría del todo, Black Mass, La noche más oscura o Almas en pena de Inisherin reconocerá sus rostros, aunque aquí todos brillan en un registro más íntimo, medido y profundo.
Alguien lo resumió con una frase que ya circula entre los cinéfilos: «Es una de las películas más extraordinarias del año, del tipo que permanece contigo mucho después de que terminen los créditos». Otra crítica la definió como «un retrato sobrio de una vida que oscila entre la tragedia desgarradora y la belleza esperanzadora».
Y es verdad. Esta película tiene algo especial. No necesita grandes giros ni efectos espectaculares para conmover. Le basta con la mirada perdida de Edgerton, los silencios entre árboles y el viento soplando sobre las vías del tren. Es cine que respira despacio, que se abre poco a poco y que te obliga a mirar hacia dentro. En definitiva, si te gusta el wéstern, te sorprenderá. Si no te gusta, también. Porque Sueños de trenes no va de disparos; va de sobrevivir. Y eso, al final, nos toca a todos.