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19 de mayo de 2024

Francisco José Fernández-Cruz

Francisco José Fernández-Cruz

Francisco José Fernández-Cruz, el regreso de la crónica negra

El escritor acaba de publicar ¿Quién puede matar a un niño?: historias de asesinos de niños, editado en Amazon, donde retrata el lado más oscuro de la naturaleza humana

Conversamos con Francisco José Fernández-Cruz Sequera (Madrid, 1963), el artífice de El día de autos, un programa que comenzó a emitirse en el año 2017 en radio convencional, y que ha continuado como podcast desde iVoox, logrando atraer a más de un millón de oyentes anuales. Acaba de publicar ¿Quién puede matar a un niño?: historias de asesinos de niños, editado en Amazon, donde retrata el lado más oscuro de la naturaleza humana.
Fernández-Cruz cuenta la crónica negra tal cual la ha vivido, primero como guardia civil y después como abogado.
–Ya desde antes de dedicarse a la crónica negra, usted ha publicado libros sobre poesía, política, economía, y ha participado como analista político tanto en radio como televisión. ¿Qué le impulsó a la crónica negra?
–La vida ha sido generosa y me ha dado la oportunidad de vivir cosas diferentes, desde distintas perspectivas, y despertó en mí la necesidad de conocer a este homínido que es el sapiens, que se considera mejor que todos los demás seres vivos, sin que en muchas ocasiones tenga demasiados motivos para ello. Y así, cuando profesionalmente desemboqué en el crimen y la ruptura de los tabúes sociales, me di cuenta que el crimen era una síntesis del ser humano. El crimen lo encerraba todo, y si éramos capaces de explicárnoslo a nosotros mismos, también habríamos comprendido en gran medida a la naturaleza humana.
–¿Por qué cree que el género «true crime» genera tanto interés?
–La crónica negra ha interesado siempre, no hay más que recordar las inmensas tiradas que hacía el semanario El Caso durante décadas. La fascinación por la muerte siempre ha estado presente. Y si esa realidad está bien narrada supera a cualquier ficción. El true crime tiene una gran potencialidad y eso provocando una explosión de contenidos de baja calidad hechos por aficionados que buscan acomodar el crimen a lo políticamente correcto, o a sus estrechas miras ideológicas. Cualquier intento de instrumentalización fracasará, porque el true crime, si no es auténtico, carece de interés para el público, que sabe distinguir lo que se le ofrece.
–Un programa de crímenes, ¿no puede servir de inspiración para los potenciales asesinos?
–El crimen por imitación siempre ha sido un hecho que no ha necesitado de inspiración en los estudiosos. Pero lo que sí creo que ocurre es que el público toma conciencia de que convive con el crimen y con los criminales, y que lo de «sola y borracha quiero volver a casa» no es una idea, es una ocurrencia estúpida, porque si vuelves así y cruzando un paraje solitario, estás jugando a la ruleta rusa; porque depredadores ha habido y habrá siempre, y en todos los lugares.
–Tanto El día de autos como sus libros se distinguen por el rigor técnico aunado al pulso narrativo ¿Cómo hace para no caer a la tentación del morbo?
–En España, la telebasura nació al calor de los sucesos de Alçasser, marcando el nivel más bajo de la falta de ética y de la total ausencia de escrúpulos, convirtiendo el dolor en espectáculo por el que se cobra y se hace caja. En El día de autos ponemos especial empeño en poner al alcance del oyente un mínimo de recursos técnicos para comprender la realidad del crimen, sin especular con el dolor que produce el hecho criminal. Entendiendo que el respeto por las víctimas fallecidas y la empatía por sus familiares es un deber irrenunciable. Hay que entender a las víctimas y también comprender las circunstancias y la mentalidad del criminal, sin concesiones a la corrección política y al permanente intento de cancelación de quienes quieren silenciar la parte de la realidad que no conviene a los prejuicios que se imponen socialmente. Porque para que ese individuo llegue a cometer un crimen, ha habido un contexto social, educativo, familiar, psicológico, etc., como decía Ortega: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo».
Para ser riguroso, trato de ser descriptivo y analítico, sin entrar en adjetivos grandilocuentes, trasladando al oyente o al lector la realidad. Ocultar la identidad de las víctimas podría ir en detrimento de éstas y de sus familias, ignorar u olvidar sus nombres, es matarlos por segunda vez al destruir su memoria. Por esta razón, debe conocerse el daño que ha hecho el asesino sin olvidar a las víctimas, pero sin caer en el morbo para no situar al victimario por encima de su víctima.
Portada de ¿Quién puede matar a un niño?

Portada de ¿Quién puede matar a un niño?

–¿De todos los criminales, cuáles son los que le dan más miedo?
–Sin ningún género de duda, los tontos; porque los malos son previsibles, puedes advertir qué es lo que quieren y, una vez que lo logran, normalmente se detienen. Pero los tontos no descansan ni tienen un fin que perseguir de forma constante en el tiempo, al que podamos anticiparnos.
–Usted ha trabajado a pie de calle, como guardia civil en el Grupo Antiterrorista Rural, luego como abogado penalista y ahora también con El día de autos ¿Ha sufrido alguna situación peligrosa a lo largo de su experiencia en el crimen?
–Las lógicas de cualquier guardia civil en esta unidad a finales de los ochenta, Pero como abogado penalista o investigando para El día de autos, afortunadamente, no.
–¿Qué tiene que tener un suceso para que decida contarlo? ¿Cómo elige los casos que acaba investigando?
–Lo primero es que haya tenido lugar en España, que sea un crimen español, aunque los implicados no lo sean. Quiero que el oyente o el lector me acompañe a los calabozos de las comisarías, a los locutorios de las cárceles, a las entrevistas con las víctimas, que no perciban la realidad criminal como algo lejano, que puede explicarse en una película norteamericana un sábado por la noche con unas palomitas ante una pantalla. Todo lo que vemos que ocurre fuera de España, también ocurre dentro. Tenemos descuartizadores, asesinos seriales, caníbales, forajidos de leyenda, tenemos de todo, por lo que si queremos explicarnos la sociedad que vivimos a través del crimen, tenemos que acudir al crimen que ocurre en ella.
Por eso, la necesidad de mantener cierta objetividad que nos aleje de lo emotividad en la medida de lo posible, permitiendo el análisis. No hacemos periodismo de sucesos, no somos El Caso. Somos profesionales que hablan de aquello con lo que a diario se ganan la vida. Y, por último, que podamos documentar el caso con los límites legales que nos vienen impuestos. Evitamos incidir en el público realizando un juicio paralelo, ni afectamos a la presunción de inocencia de los encausados, incidiendo en el proceso legal.
–¿Trabajar las fuentes y la documentación de cada caso es lo que le supone más horas de trabajo?
–Probablemente esta sea la tarea más importante, pero también más costosa y difícil de nuestro trabajo porque cuando señalas los errores del sistema, los fallos policiales, los intereses políticos o los vicios de la Administración de Justicia, no puedes esperar que te reciban al día siguiente con los brazos abiertos.
Ciertamente, han sido varios los jueces o magistrados tanto del Tribunal Supremo, de las distintas Audiencias Provinciales o de los Juzgados, que se han prestado generosamente a colaborar con el podcast o a prologar mis libros, pero si acudes a los estamentos oficiales, estos son muy opacos, cuesta mucho acceder. El derecho al olvido y a la intimidad del delincuente, tal y como las leyes y los jueces lo interpretan en España, dejan inerme e indefensa a la sociedad ante criminales como el de Lardero. Al final, de lo que se trata es de eludir el control de su actividad que la información pública debería ofrecer a la sociedad. Nosotros no juzgamos, sólo relatamos, analizamos y damos una opinión como expertos, que no tiene que coincidir con la de los funcionarios públicos, y este derecho de crítica y discrepancia, no debería percibirse como un peligro.
–¿No resulta agotador?
–Cuando se tiene una formación metódica como la que te da el haberte hecho como profesional en la Guardia Civil y el Derecho, inevitablemente te haces metódico, lógico y racional, y eso ya marca un estilo propio. En El día de autos mantenemos la firme decisión de mantenernos dentro del estricto rigor técnico, y eso significa el mantenimiento de un orden metódico y racional para contar las cosas cómo son, y no como algunos quieren que sean. Y da igual que existan errores policiales, móviles inconvenientes para el discurso hegemónico o realidades incomodas. En El día de autos o en mis libros, cuento la verdad sin paños calientes ni pactos de ninguna clase.
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