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El diplomático y escritor Julián Ayesta

El diplomático y escritor Julián AyestaRAE

Dos distopías españolas sobre la eugenesia que hoy también se prohibirían

Ak y la humanidad y La ciudad lejana, obras teatrales basadas en el mismo cuento ruso, fueron prohibidas durante la Segunda República y después en el franquismo por su planteamiento frente a la eugenesia y el control social

Hasta hace un par de años, apenas teníamos noticia de la desaparecida obra teatral La ciudad lejana (1944), escrita por Alberto Crespo y Julián Ayesta. Incrementaba nuestra curiosidad el saber por la prensa que en su estreno «la obra fue muy aplaudida por el público que llenaba la sala del Español, que pudo apreciar las finas calidades literarias de la obra» (Arriba, 31-5-1944). Y para multiplicar la frustración de no poder leerla, sabíamos también que la obra había tenido el honor de ser seleccionada para representarse junto al entremés cervantino La cueva de Salamanca, en función extraordinaria para la que se dio la singular alianza entre el Teatro Escuela Lope de Rueda y el TEU, ambas agrupaciones dependientes del Departamento Nacional de Propaganda. Pero la obra no aparecía ni en los archivos personales de sus autores.

A diferencia de lo que habitualmente ocurría con las escasas obras de autores noveles que este departamento seleccionaba ni siquiera había sido publicada en la prensa del movimiento. Sorprendía especialmente porque Crespo, uno de los coautores, era fundador de Haz, camisa vieja, responsable durante la Guerra de la subdelegación de prensa y propaganda del SEU, exdivisionario y director de dicho Teatro Lope de Rueda. El más joven Ayesta, que con los años alcanzará renombre de genio por su maravillosa Helena o el mar de verano –y por merecer su propia biografía no una novela sino un serial lleno de aventuras-, era otro falangista más joven, pero con numerosos contactos en diversos diarios, donde él mismo era colaborador habitual.

Ayesta y Crespo escenifican la brutalidad encubierta de todo sistema depurador que, en su aplicación, va ampliando límites para incluir progresivamente a más gentes a quienes la sociedad considera inútiles

En el estreno de la obra, los papeles principales fueron interpretados por dos entrañables actores: Valeriano Andrés en el papel de Ak y una adolescente Nati Mistral como Vera. El programa de mano conservado en el Centro de Documentación Teatral prometía polémica: la obra se presentaba con la intención de ser una réplica a las tesis mantenidas en el «conocido» cuento nihilista del ruso J. Sosulia y de su más reciente adaptación escénica española.

Las tres versiones coinciden en su planteamiento: una distopía sobre el mejoramiento de la especie humana mediante un sistema de presión social que dictamina la autoeliminación de quienes física o moralmente sean imperfectos. Los ciudadanos viven bajo la inexorable aplicación del examen de su derecho a vivir realizado por médicos y psicólogos que emiten sus exámenes en unas comisiones encargadas de decidir quiénes son superfluos. Antes de veinticuatro horas los inútiles para la sociedad deberán quitarse la vida. En caso de que se resistan, serán perseguidos y ejecutados. Este es el argumento de las tres versiones, con notables diferencias en el desarrollo y desenlace, como es lógico teniendo en cuenta que la primera versión es solo un breve relato escéptico de siete páginas con un ambiguo desenlace, la segunda es una obra teatral anarquista en cinco actos, y esta otra versión –la más interesante–, desarrolla en tres cuadros el inconformismo falangista con la ingeniosa expresión de Ayesta.

El anarquismo, en contra

La primera adaptación escénica de Halma Angélico —María Francisca Clar Margarit– mantenía el título del original ruso: Ak y la humanidad. Había sido estrenada en el mismo Teatro Español de Madrid durante la Guerra Civil, en septiembre de 1938. Fue una obra tan polémica que a los nueve días de su estreno fue prohibida por orden del Gobierno republicano. Como relata en su edición Fernando Doménech, su autora, militante del entonces todopoderoso sindicato único CNT, fue víctima de una campaña en su contra desde varios periódicos de su misma ideología, especialmente desde El Sindicalista.

Además de considerarla plagio, se la tildó, entre otras cosas, de «estúpida» y «contrarrevolucionaria». El anarquismo no vio con buenos ojos que la escritora deshiciera la labor eugenésica planteada por el escritor ruso incorporando en su versión al personaje de la Madre Muerta, que llevaba a Ak a replantearse el sistema. En su versión, la «ternura» acababa imponiéndose y la humanidad se transformaba por amor. Se cuestionaba la legitimidad de los jueces para establecer criterios de depuración y la obra resultaba un canto a los valores de un feminismo hoy desaparecido: «Mujer, Familia, Hogar», dice una voz en el efectista final de la versión sobre una Marcha Triunfal, acompañada de la repentina iluminación de toda la sala: «¡Derecho humano! ¡Máxima Autoridad! Amor… Amor…».

La obra 'Ak y la humanidad', basada en un cuento ruso de Jefim Sosulia

La obra Ak y la humanidad, basada en un cuento ruso de Jefim SosuliaMaría Serrano

La versión de Ayesta y Crespo, que finalmente hallé y publiqué, es literariamente la mejor, pero actualiza el planteamiento y muestra lo aberrante de todo sistema eugenésico. No en vano Crespo había visto el funcionamiento nazi en su experiencia divisionaria, en las altas esferas de la diplomacia –para la que Ayesta se preparaba– empezaba a circular el informe de Ángel Sanz-Briz sobre lo que ocurría en aquellos campos de concentración y las crueldades del Instituto de Higiene y, a la vez, en nuestro país se estaba elaborando la refundición del Código Penal.

Ayesta y Crespo escenifican en su versión la brutalidad encubierta de todo sistema depurador que, en su aplicación, va ampliando límites para incluir progresivamente a más gentes a quienes la sociedad considera inútiles. En su versión, un Hombre Viejo y una Mujer Vieja, antiguo héroe y generosa filántropa, son ahora seres superfluos. La extensión del sistema ha creado un nuevo caos y la gente, que inicialmente lo aceptaba, acaba por huir en masa ante la represión canalizada por fuerzas y medios del Estado: horteras, novios dispuestos a la boda, afiliados políticos, chistosos de café, imbéciles, estafadores, desocupados, mujeres obesas y holgazanas, las flacas como palos, las aburridas, las buscanovio, las secretarias aficionadas a leer novelas rosas… todos ellos son superfluos. Con el ingenioso y macabro humor característico de Ayesta, esta versión subraya el peligro del punto de vista a la hora de decretar dónde está el valor del ser humano, quién lo decide y cómo una sociedad acata una crueldad imperceptible hasta que le alcanza a uno mismo. Como dice Vera, con la coartada y bandera del progreso se encubren bajo eufemismos el asesinato y la depuración.

Resulta asombroso cómo los autores se las ingeniaron para sortear la censura de una obra que, al día siguiente de su estreno, fue fulminantemente prohibida, vía telegrama, relato de una aventura teatral que merece un detallado estudio aparte.

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