Fundado en 1910

19 de abril de 2024

Alfonso Pérez-Maura, secretario general de la Fundación Antonio Maura

Alfonso Pérez-Maura, secretario general de la Fundación Antonio MauraAlfonso Úcar

Entrevista | Alfonso Pérez-Maura de la Peña, secretario de la fundación

50 años de la Fundación Antonio Maura: «Fue el primer político que aprendió a convivir con las ideas de su contrario»

Se cumple medio siglo de la constitución de una fundación cuyo objetivo es «consolidar y desarrollar los tres aspectos que la constituyen: archivo, biblioteca y museo». El Debate ha visitado su sede y entrevistado a su secretario general, Alfonso Pérez-Maura de la Peña, para comprender el legado de un político imprescindible en la historia de España

«Uno de los primeros y más importantes orígenes del mal que aqueja a la patria consiste en el indiferentismo de la clase neutra. Yo no sé si su egoísmo es legítimo, aunque sí sobran causas históricas para explicarlo. Lo que digo es que no se ha hecho un ensayo para llamarlos con obras, que es el único lenguaje a que ellos pueden responder; llamarlos con obras vibrantes, para despertarlos y conmoverlos, para arrancarlos de su inacción y de su egoísmo». Las aportaciones de Antonio Maura y Montaner (Palma de Mallorca, 1853 - Torrelodones, 1925) son abundantes y reseñables, pero su reflexión sobre el panorama político tiene especial importancia hoy, justo cuando se cumplen 50 años de la fundación que trata de conservar y dar a conocer su legado.
Gran estadista y hombre de leyes, Antonio Maura fue presidente del Consejo de Ministros en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII. Hasta 1902, cuando ingresa en el Partido Conservador, perteneció a la facción gamacista del Partido Liberal, y fue también ministro de Ultramar, de Gracia y Justicia y de Gobernación.
Ante el delicado panorama político, que trajo consigo importantes disensiones en el seno del Partido Liberal, el Rey llamó al estadista Antonio Maura para pedirle formar un Gobierno capaz de estabilizar la situación. El entonces veterano abogado, que tenía 53 años, tomó las riendas del Ejecutivo para poner en marcha lo que denominó la «revolución desde arriba». Se trataba de un programa de regeneración política, impulsado desde el Gobierno y las instituciones, con el objetivo de lograr el apoyo popular para la monarquía y recuperar el prestigio a nivel internacional.
Su «gobierno largo» (1907-1909) fue fértil en la formulación de nuevas leyes y medidas. Cayó sin embargo en descrédito tras la Semana Trágica de 1909, prescindiendo el monarca de él, por lo que en 1913 abandonó el liderazgo del Partido Conservador, rompiendo la unidad del partido. Volvería a la presidencia del consejo de ministros en los años previos a la dictadura de Primo de Rivera como cabeza de tres efímeros gobiernos de concentración.
Cuadro 'Antonio Maura, ministro de Ultramar', pintado por su hermano, Francisco Maura

Cuadro Antonio Maura, ministro de Ultramar, pintado por su hermano, Francisco Maura

Casi cien años después de su muerte, la Fundación Antonio Maura continúa velando por el legado del gran estadista español. La singularidad de este Centro de Investigación Histórica es manifiesta: el conservar, hasta nuestros días, el arsenal documental, bibliográfico y museográfico que custodia esta institución, desde la muerte de Maura, y que dichos fondos estén ubicados en su lugar físico original, es caso único que ha sido posible gracias a la sensibilidad histórica de Gabriel Maura Gamazo y a los desvelos de Prudencio Rovira y Pita.
Esta sensibilidad y estos desvelos consiguieron que este patrimonio se conservara en su integridad, durante las tristes vicisitudes históricas del siglo XX español, lo que posibilitó preservarlo hasta la creación de una entidad que garantizara su conservación. Se fundó para consolidar y desarrollar los tres aspectos que la constituyen: archivo, biblioteca y museo. El Debate ha visitado la fundación y ha entrevistado a su secretario general, Alfonso Pérez-Maura de la Peña, para comprender mejor la herencia de un legado único para comprender la historia reciente de España.
–¿Con qué misión nace la Fundación Antonio Maura en 1972?
–Busca mantener los fondos documentales, bibliográficos, cartográficos y gráficos de Antonio Maura para que se puedan aprovechar y sean útiles a la investigación histórica y al estudio de la historia contemporánea española.
–El legado de Antonio Maura es enorme y complejo, pero ¿cuándo se pensó que se tenía que constituir una fundación para custodiarlo?
–Fue un desarrollo lógico, dado que desde que muere Antonio Maura, en el año 1925, su hijo Gabriel Maura, que era historiador, quiso conservarlo con su sensibilidad de historiador, hasta que él mismo muere en el año 65. Sus descendientes habían sido educados en saber valorar el conjunto íntegro tanto de sus despachos como de sus fondos documentales (y también del espacio, ya que se puede considerar una casa museo al incluir su despacho personal y su biblioteca).
–Uno se queda sin palabras al entrar en sus dependencias. ¿Está todo tal y como Antonio Maura lo dejó?
–El despacho es una reproducción exacta, ya que el edificio fue demolido y vuelto a construir. Además, lo que tiene curioso el despacho es que cada pieza representa o quiere decir algo de la persona que lo hizo y lo habitó: fotos de sus mentores en el mundo del Derecho (con ellos hará después la ley hipotecaria); una escultura de san Francisco de Asís, al que admiraba (se hizo enterrar con el hábito franciscano); un cuadro de Quevedo, a quien leía con asiduidad; una acuarela de su Palma natal... Se puede saber quién era Maura, cuáles eran sus aficiones y sus gustos, y cuánto echaba de menos su tierra mallorquina.
–Su despacho tenía también una función «pública», en el desempeño de sus funciones, ¿no es así?
–Su despacho está configurado como los despachos actuales, con una zona de trabajo y una zona de reunión. En la segunda hay una serie de sillas fraileras que tienen inspiración mallorquina, donde Antonio Maura organizaba reuniones tanto políticas, del Consejo de Ministros, como de las instituciones a las que pertenecía, como la Real Academia Española o la Comisión de Codificación, que era la Sección de Derechos Forales, en la que se reunían para lograr l unificación del derecho civil español.
La zona de reunión del despacho de Antonio Maura

La zona de reunión del despacho de Antonio MauraAlfonso Úcar

–¿Cuáles diría que son los objetos más importantes o curiosos del despacho?
–Todas las piezas que hay en su despacho son o bien reflejos de su proceso vital o bien de su vida pública, como el puñal que le clava un anarquista en el esternón en 1904. También hay una medalla conmemorativa que acuña Lerroux, que fue el emperador del Paralelo, que luego fue presidente del Gobierno de la República. Y después, en mi opinión, son relevantes las piezas que dan cuenta de sus gustos artísticos y pictóricos.
–Además de conservar el archivo y la biblioteca, y permitir su consulta, ¿qué más actividades realiza la fundación?
–Desde el año 95 participamos en seminarios en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, y hemos hecho bastantes seminarios sobre Historia Contemporánea española con la Universidad Complutense. Aquí acuden personas a estudiar y a investigar, y toda esa preocupación de ayudar a los investigadores en sus estudios se plasma luego en las presentaciones de libros, de biografías o de estudios. El otro día hicimos un homenaje aquí con don Juan Pablo Fusi y don José Varela Ortega, de la Fundación Ortega y Gasset, al historiador Joaquín Romero, que publicó La rosa de fuego.
–¿La misión de la fundación implica también dar a conocer la historia de España de los siglos XIX y XX?
–Dado que tenemos el privilegio de contar con unas fuentes documentales tan impresionantes en volumen y en cantidad de información de aquella época, lo que se trata es de poder poner a disposición de todo aquel que lo quiera estudiar ese periodo y, a través de ese estudio y de ese conocimiento, valorar mejor la España actual. Porque en el fondo, la España actual proviene de lo que pasó hace 150 años.

La España actual proviene de lo que pasó hace 150 años

–¿En qué sentido podemos ver una transposición de lo que pasaba entonces ahora?
–Hay paralelismos, pero no es equiparable, porque la cultura de la ciudadanía española se supone que está mucho más elevada ahora. Y el estado del bienestar, después de los casi 50 años de monarquía constitucional que hemos tenido, debería hacer que la ciudadanía pueda pensar por sí misma y no tener que llegar a ese estado de polarización que vivimos ahora, que nunca es conveniente y que no es en absoluto deseable.

La herencia del maurismo

–¿Cuál cree que es la gran herencia de un estadista que trató de articular políticamente el proyecto del conservadurismo español?
–Es el primer político que en el ámbito de la derecha conservadora es capaz de apelar a la tolerancia y de convivir, a través de esa tolerancia, con las ideas de su contrario. Un famoso discurso suyo se denomina «el de la tolerancia», porque él siempre aceptó el criterio y la opinión de su contrario ideológico, que es lo que hay que intentar conseguir para evitar la polarización.
–Y, sin embargo, acabó siendo protagonista de sendas campañas con eslóganes que rezaban «¡Maura, no!» y «¡Maura, sí!»...
–Es curioso, pero en esa época la magnitud del discurso político de Maura provoca que hubiera unos a favor y otros en contra de él; no unos a favor de La Cierva, o a favor de Sánchez Guerra, o a favor de Eduardo Dato. Era a favor de Maura o contra él, y eso es lo que hace surgir la conjunción republicano-socialista a partir de octubre de 1909. Pero la envergadura del personaje hace que la gente tuviera que significarse a favor o en contra del mismo.
–Antonio Maura busca quería hacer «una revolución desde arriba». ¿Qué implicaciones tenía este proyecto?
–Él empieza con su ministerio de ultramar, que es la génesis de su revolución desde arriba, que aplicará luego en su segunda presidencia de 1907 a 1909. La revolución desde arriba buscaba tratar de reformar desde las instituciones los problemas que el régimen de la Restauración había hecho crónicos, como el caciquismo. Por eso dio su famoso discurso sobre el auge del caciquismo: su interés fue siempre reformar desde las instituciones.
–Era un político conservador, pero sacó adelante numerosas leyes que establecían derechos muy avanzados, de los que aún nos beneficiamos hoy en día.
–Antonio Maura reconoció por ley el derecho de huelga, el derecho de descanso dominical y tiene también una legislación sobre el trabajo de los niños y de las mujeres. Es gracioso porque, por ejemplo, el descanso dominical se malentendió en su momento, porque se temía que la gente se echara a los bares, pero ha acabado siendo una conquista imprescindible e insustituible. Y la ley del descanso dominical es suya, desde luego, de derecho de huelga. Y también fue pionero en la aplicación de la legislación frente al terrorismo. Dese usted cuenta que, igual que en otras épocas hemos padecido el terrorismo en España, el mal que hicieron los anarquistas en aquella época es bastante evidente.

Antonio Maura reconoció por ley el derecho de huelga, el derecho de descanso dominical y legisló sobre el trabajo de los niños y de las mujeres

–Maura sufrió dos atentados anarquistas. ¿Qué representaba para que trataran de acabar con su vida?
–Esos atentados están un poco incitados. En 1904 sufre un atentando en Barcelona, donde se encontraba con el Rey. Al perpetrador se le encuentran unos panfletos de un periódico valenciano donde se especificaba que Maura era «carne de Angiolillo», que era el anarquista que había matado a Cánovas del Castillo. Es decir, se incitó a su asesinato a través de la prensa. El segundo atentado también fue incitado a través de unas declaraciones. Ahora que se habla tanto de la violencia, y de la violencia verbal, en junio de 1910 un diputado en las Cortes Generales apeló a la lucha «hasta el atentado personal», diciendo que estaba justificado en un caso como el de Maura. 15 días después, se produjo. Nunca es conveniente apelar a actuaciones lesivas en personas físicas, porque hay muchas personas que están deseando llevarlas a cabo.
Imagen del atentado contra Antonio Maura en Barcelona, en 1904

Imagen del atentado contra Antonio Maura en Barcelona, en 1904

–Cuando Maura llegó a Madrid procedente de Palma apenas hablaba castellano, y terminó entrando en la Real Academia Española... ¡y presidiéndola!
–Lo que es impresionante en el caso de Maura es su absoluta autoexigencia, desde que llega a estudiar sin ningún asidero a Madrid de su Mallorca natal, cuando habla de «la pestilente y repugnante pensión» en la que queda a vivir, hasta su autoexigencia a efectos de formarse como jurista. Mallorca es una isla a la que en el siglo XIX sólo se accedía por barco, lo que también les aislaba en cuanto al idioma. Por eso el mallorquín es distinto al catalán en ciertas acepciones.
–La familia de Antonio Maura era humilde: eran curtidores, no universitarios ni académicos. ¿Cómo decidió él trasladarse a la capital para estudiar?
–Su familia tenía una industria, un negocio familiar, todavía gremial, que se desarrollaba en una zona completamente marginal, periférica, de la ciudad de Mallorca, pegada al mar, porque así los curtidos se podían secar con el aire del mar. Vivían con fuertes hedores, porque casa y negocio compartían espacio. A finales del siglo XIX su hermano consiguió desplazar la fábrica de curtidos a un entorno también pegado al mar pero fuera de su vivienda. Eran, efectivamente, una familia muy humilde.
–¿Cuáles fueron sus aportaciones en la RAE?
–Dirigió la Real Academia Española desde octubre de 1913 hasta diciembre de 1925, cuando muere. Los mandatos son de cuatro años, con lo cual le reeligieron tres veces, y para él fue una gran satisfacción. Por fin podía leer algo que no fueran sentencias jurídicas y cuestiones profesionales... Cuando llega a ser director de la Academia Española se dedica a la preparación del diccionario que se publica en el año 25, por lo que llega a verlo publicado. Sus trabajos en la Academia siempre le supusieron una absoluta gratificación.

Lector, acuarelista y amante del arte

–En lo personal, tenía mucho gusto artístico y custodiaba las amistades de Azorín, Galdós...
–En sus veraneos en Santander, en El Sardinero, se puso en contacto con Benito Pérez Galdós, que antes de ser periodista y escritor tuvo la inquietud de ser pintor. Empezaron a pintar acuarelas juntos. Y cuando veranea en Mallorca, en 1906 se encuentra con Azorín, que va a pedirle que le incorpore al Partido Conservador para acceder a ser diputado (cosa que finalmente ocurrió). Maura siempre tuvo una inquietud por la literatura que desgraciadamente no tuvo tiempo de desarrollar.
Antonio Maura pintando al natural en una imagen publicada por La Esfera, en 1916

Antonio Maura pintando al natural en una imagen publicada por La Esfera, en 1916

–En cuanto a su vida familiar, que configuró mucho su carácter, procedía de una familia católica y se quedó huérfano de padre muy pronto. ¿Cómo le afectó esto?
–Le condicionó absolutamente, porque su padre se muere cuando él tiene 12 años, y su madre se convierte en la figura determinante en su biografía. Margarita Montaner pertenecía a una familia de artistas que se habían formado en Roma, y es ella quien incita a los tres hijos pequeños a ir a Madrid a estudiar, porque el mayor se tenía que ocupar del negocio de curtidos familiar y el segundo había entrado en el clero (fue el fundador de la Congregación de Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico), mientras los tres hermanos varones pequeños, Antonio, Bartolomé y Francisco, hacen carrera en Madrid. Antonio Maura llega a decir, cuando en 1903 se muere su madre: «Ahora lloro por mi padre y por mi madre, porque cuando se murió mi padre yo no era realmente consciente de la desgracia y la orfandad que padecía». Él vivió un auténtico matriarcado, que se destaca en un libro titulado Las Maura, interesante hoy en día que tanta discusión hay sobre el género y sobre el papel de la mujer en esta familia.
–¿Reprodujo él ese matriarcado con su mujer, Constancia Gamazo?
–Su mujer adolecía de mala salud. Era la hermana del ministro liberal Germán Gamazo, y padecía del riñón: tenía cólicos nefríticos. Uno de sus diez hijos, Miguel Maura, que fue ministro en la Segunda República, cuenta que ya en el año 1904 su madre había tenido un ictus y tenía la mitad del cuerpo paralizado. Por eso Antonio Maura tampoco pudo tener una vida social tan rica.
–Y usted, Alfonso, ¿cómo empezó a interesarse por la figura de Antonio Maura?
–Llevo 35 años aquí, y tengo 57. Cuando estaba en segundo de carrera de Derecho, quise hacer un estudio sobre Maura, y me quedé absolutamente asombrado por el volumen documental que estaba por catalogar. Hice un máster y preparé las oposiciones a facultativo de archivos para intentar llevarlo a cabo. Hay dos personas que han estado en la Fundación trabajando 30 años para catalogar, inventariar y describir este magnífico fondo. Porque es un privilegio el poder haber accedido a él y el haber podido valorar su importancia, que ha sido reconocida ahora como Patrimonio Mundial de la UNESCO, que eso reconforta y que hace ver que todos los esfuerzos que muchas personas han dedicado a la Fundación han sido para bien.
Parte de la biblioteca y el archivo de Antonio Maura, donde se conservan tanto tomos profesionales como sus lecturas personales

Parte de la biblioteca y el archivo de Antonio Maura, donde se conservan tanto tomos profesionales como sus lecturas personalesAlfonso Úcar

–¿Qué implica que la Fundación Antonio Maura sea reconocida como Patrimonio Mundial de la UNESCO?
–Se ha considerado dentro del Paisaje de la Luz, lo que supone un reconocimiento y nos equipara de alguna manera al Paseo del Prado y el Buen Retiro de Madrid. Pero lo más importante es que se siga poniendo a disposición de todos los investigadores el arsenal documental que se conserva en nuestro depósito y que incluye varios fondos, así como la biblioteca, hemeroteca, cartoteca y fondo gráfico. De hecho los fondos documentales están inventariados y microfilmados con la ayuda del Servicio de reproducción documental del Archivo Histórico Nacional de España, dependiente del Ministerio de Cultura, que conserva desde entonces una copia de toda la documentación.
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