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28 de marzo de 2024

El poeta W.H. Auden

El poeta W.H. Auden

Cinco poemas cortos de W.H. Auden, el poeta que se casó con la hija de Thomas Mann para salvarla de los nazis

Se cumple medio siglo de la muerte del considerado, junto a T.S Eliot y W.B. Yeats, el lírico británico más importante del siglo XX

El niño de York, hijo de médico, el último de tres hermanos, terminó matriculándose en Biología en Oxford para abandonarla enseguida por la lengua inglesa. Fue Tolkien, el autor de El Señor de los Anillos, quien en la famosa universidad inició su interés por la poesía inglesa. Homosexual que nunca se escondió (mantuvo desde muy joven una relación con el novelista Christopher Isherwood), tras graduarse en Oxford pasó un tiempo en Berlín, junto a Isherwood, cansado de la intolerancia de la sociedad inglesa. T.S. Eliot aceptó su primer libro, Poems, para publicarlo en la editorial Faber & Faber, de la que era su director.
Christopher Isherwood y W.H. Auden en 1939

Christopher Isherwood y W.H. Auden en 1939

Profesor de escuela, se casó por conveniencia con Erika, la hija de Thomas Mann, para que esta obtuviera la nacionalidad británica y así poder escapar de la Alemania nazi. En 1937 viajó a España para apoyar la causa republicana en la Guerra Civil a cuyo término se marchó a Estados Unidos. La política y la moralidad fueron los temas fundamentales de su poética. Fue también un ensayista destacado (escribió tantos ensayos como poemas: más de 400) y una figura controvertida entre sus colegas, presentes y futuros, quienes lo calificaron de muy distintos modos: desde la admiración y la altura máximas, hasta los que pensaban incluso que considerarle un maestro reflejaba la decadencia de la poesía moderna.
A punto estuvo de obtener el premio Nobel de Literatura en varias ocasiones, y quizá fueron sus significaciones políticas las que lo impidieron (su nacionalización estadounidense fue objeto de debate hasta en el Parlamento), no así con el premio Bollingen o el National Book Award, pero también constituyeron el objeto de su final veneración de madurez (escribió la letra del Himno de las Naciones Unidas, cuya música compuso el español Pau Casals), que no impidió su reconocimiento como el heredero de Eliot, quien a su vez fue el heredero de Yeats, en la poesía inglesa.

Cinco poemas cortos de w.h. auden:

  • PARAD LOS RELOJES

    Parad los relojes y desconectad el teléfono,
    dadle un hueso jugoso al perro para que no ladre,
    haced callar a los pianos, tocad tambores con sordina,
    sacad el ataúd y llamad a las plañideras.
    Que los aviones den vueltas en señal de luto
    y escriban en el cielo el mensaje «Él ha muerto»,
    ponedles crespones en el cuello a las palomas callejeras,
    que los agentes de tráfico lleven guantes negros de
    algodón.

    Él era mi norte y mi sur, mi este y mi oeste,
    mi semana de trabajo y mi descanso dominical,
    mi día y mi noche, mi charla y mi música.
    Pensé que el amor era eterno; estaba equivocado.
    Ya no hacen falta estrellas: quitadlas todas,
    guardad la luna y desmontad el sol,
    tirad el mar por el desagüe y podad los bosques,
    porque ahora ya nada puede tener utilidad.
  • CANCIÓN DE OTOÑO

    Ahora las hojas caen aprisa,
    Las flores de la nana no durarán,
    Las nanas han ido a sus tumbas,
    Pero los cochecitos de niño siguen rodando.

    Susurrantes vecinos a izquierda y derecha
    Nos apartan de nuestro verdadero deleite,
    Manos hábiles se ven obligadas a congelarse
    Abandonadas sobre rodillas solitarias.

    A poca distancia de nosotros, en nuestro mismo camino,
    Muertos a centenares gritan “¡ay de mí!
    Con los brazos rígidamente alzados para protestar
    En falsas actitudes de amor.

    Desarrapados a través del saqueado bosque,
    Los trolls corren rezongando por su comida,
    El búho y el ruiseñor están mudos,
    Y el ángel no vendrá.

    Clara, inescalable, al frente
    Se alza la Montaña de En Lugar De,
    De cuyos fríos arroyos en cascada
    Nadie puede beber más que en sueños.
  • EL NOVELISTA

    Vestido de talento como de un uniforme,
    es bien sabido el lugar de un poeta;
    puede asombrarnos como una tormenta,
    o morir joven, o vivir solo muchos años,
    o ir hacia adelante como un húsar.
    Pero él debe salir de su don infantil
    y aprender cómo ser sencillo y desgarbado,
    cómo ser uno al que nadie pensaría en recurrir.

    Pues, para lograr su más ínfimo deseo,
    debe ser el todo del tedio, sujetarse
    a quejas vulgares como el amor, ser Justo
    entre los justos, puerco entre los puercos
    también, y en su propia persona, si es que puede,
    acumular con celo los errores del hombre.
  • EL COMPOSITOR

    Los otros traducen: el pintor dibuja
    un mundo visible que amar o rechazar;
    escarbando su vida, el poeta saca
    las imágenes que hieren y conectan,
    moldeando con dolor, a la vida y al arte,
    confiando que nosotros cubriremos la grieta.
    Sólo tus notas son puro artefacto,
    sólo tu canción es un don absoluto.

    Derrama tu presencia, delicia desbordada,
    por las cascadas de las piernas y los vertederos de
    la espalda,
    que invade nuestro clima de duda y de silencio;
    sólo tú, tú sola, canción imaginaria,
    eres incapaz de decir que una existencia ha errado,
    y viertes, como un vino, tu perdón.

  • OTRO TIEMPO

    Para nosotros como cualquier otro fugitivo,
    como las innumerables flores que no pueden enumerar
    y todas las bestias que no necesitan recordar,
    es hoy donde vivimos.

    Muchos intentan decir Ahora No,
    muchos han olvidado cómo
    decir Yo Soy, y se
    perderían, si pudieran, en la historia.

    Se inclinan, por ejemplo, con esa elegancia del viejo mundo,
    ante una bandera adecuada en un lugar como es debido;
    mascullan cual ancianos mientras suben renqueando
    sobre lo Mío y lo Suyo y lo Nuestro y lo de Ellos.

    Como si el tiempo fuera lo que solían desear
    cuando aún estaba dotado de posesión,
    como si anduvieran errados
    al no desear seguir formando parte.

    No es de extrañar, pues, que tantos mueran de pena,
    que tantos estén tan solos al morir;
    nadie ha creído aún ni apreciado una mentira:
    Otro tiempo tiene otras vidas que vivir.
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