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26 de abril de 2024

Estatuas de Góngora (Córdoba) y Quevedo (Madrid)

Estatuas de Góngora (Córdoba) y Quevedo (Madrid)

La guerra personal de Góngora y Quevedo o la cumbre literaria del insulto poético

En tiempos de ínfima cultura, de riñas y pendencias públicas de baja estofa, cabe recordar los geniales versos de oprobio que ambas figuras del Siglo de Oro se dedicaron

Dicen que Luis de Góngora y Francisco de Quevedo no se odiaron tanto como cuentan. Pero hasta hoy ha llegado la leyenda de que no hubo nunca enfrentamiento más enconado, ni de mayor altura, en la historia de las letras españolas. Una buena forma de aprender o de inducir al aprendizaje con una romántica, belicosa y genial pendencia entre dos genios de la literatura. Las indagaciones no caminan, sin embargo, en esa dirección, o al menos no tan profundamente como se creía.
Góngora era casi 20 años mayor de Quevedo, y cuando este era «solo» un estudiante en Valladolid, aquel era un poeta consagrado del que, como era costumbre, se escribían sátiras sobre su estilo. Los estudiantes y otros vates, mayormente con pseudónimo, eran los firmantes entre los cuales se diluyen muchos de los versos atribuidos a Quevedo y dirigidos a Góngora.
Por la parte de este, apenas se sabe de tres poemas dedicados a su supuesta némesis de entre los más de 400 que escribió en su vida, lo cual, sumado a la dilución de la mayoría de las poesías quevedianas contra su enemigo máximo, hasta un total de 17 (algunos expertos apenas verifican 5), hace que la enemistad lírica se quede también en lírica, pero mucho menos. De la hostilidad irreversible se pasa de este modo a un berrinche casi puntual de carácter literario al que se le cae con cierta decepción toda la naturaleza novelera.
Es posible que el joven Quevedo buscase pronta fama con su enfrentamiento. Cuentan que unos versos firmados por un tal Miguel de Musa, donde se parodiaba el estilo de Góngora, el propio Góngora estaba convencido de que los había escrito Quevedo, y por eso le respondió. Si Quevedo se burlaba de la nariz aguileña de su contrincante (nariz judía: enorme insulto en la época), le llamaba homosexual (otro importante desdoro del tiempo), Góngora apuntaba a los anteojos o a la cojera de su rival, ambos con finísima afinación.

Versos de ataque

De ahí y nada más (y nada menos porque, más allá de la lírica, está documentado que Quevedo compró una casa en Madrid donde vivía Góngora [los últimos años de su vida como capellán real], dicen que solo para desahuciarle) cabe la posibilidad de que surgiera casi una epopeya de odio que en realidad no abarcó más que un puñado de poemas desde los que los mentideros, la literatura y el tiempo construyeron una historia cierta, magnificada en cuerpo y alma, que casi cuesta narrar de este modo, aunque, por pocos que fueran, y por menor que fuese la disputa, siempre quedarán los brillantes y precisos versos de ataque que indican la verdadera admiración que ambos tenían por el ingenio del otro.

Versos de Quevedo contra góngora:

  • SONETO A LUIS DE GÓNGORA

    Yo te untaré mis obras con tocino
    porque no me las muerdas, Gongorilla,
    perro de los ingenios de Castilla,
    docto en pullas, cual mozo de camino;

    apenas hombre, sacerdote indino,
    que aprendiste sin cristus la cartilla;
    chocarrero de Córdoba y Sevilla,
    y en la Corte bufón a lo divino.

    ¿Por qué censuras tú la lengua griega
    siendo sólo rabí de la judía,
    cosa que tu nariz aun no lo niega?

    No escribas versos más, por vida mía;
    aunque aquesto de escribas se te pega,
    por tener de sayón la rebeldía.
  • A UNA NARIZ

    Érase un hombre a una nariz pegado,
    érase una nariz superlativa,
    érase una nariz sayón y escriba,
    érase un pez espada muy barbado.

    Érase un reloj de sol mal encarado,
    érase un alquitara pensativa,
    érase un elefante boca aariba,
    era Ovidio Nasón mas narizado.

    Érase un espolón de una galera,
    érase una pirámide de Egipto,
    las doce tribus de narices era.

    Érase un naricísimo infinito,
    muchísima nariz, nariz tan fiera,
    que en la cara de Anás fuera delito
  • CONTRA DON LUIS DE GÓNGORA

    Este cíclope, no siciliano,
    del microcosmo sí, orbe postrero;
    esta antípoda faz, cuyo hemisferio
    zona divide en término italiano;

    este círculo vivo en todo plano;
    este que, siendo solamente cero,
    le multiplica y parte por entero
    todo buen abaquista veneciano;

    el minoculo sí, mas ciego vulto;
    el resquicio barbado de melenas;
    esta cima del vicio y del insulto;

    éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
    éste es el culo, en Góngora y en culto,
    que un bujarrón le conociera apenas.

    ​(Firmado por Miguel de Musa)

Versos de Góngora contra quevedo:

  • Anacreonte español, no hay quien os tope,
    Que no diga con mucha cortesía,
    Que ya que vuestros pies son de elegía,
    Que vuestras suavidades son de arrope.

    ¿No imitaréis al terenciano Lope,
    Que al de Belerofonte cada día
    Sobre zuecos de cómica poesía
    Se calza espuelas, y le da un galope?

    Con cuidado especial vuestros antojos
    Dicen que quieren traducir al griego,
    No habiéndolo mirado vuestros ojos.

    Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
    Porque a luz saque ciertos versos flojos,
    Y entenderéis cualquier gregüesco luego.
  • A DON FRANCISCO DE QUEVEDO

    Cierto poeta, en forma peregrina
    cuanto devota, se metió a romero,
    con quien pudiera bien todo barbero
    lavar la más llagada disciplina.

    Era su benditísima esclavina,
    en cuanto suya, de un hermoso cuero,
    su báculo timón del más zorrero
    bajel, que desde el Faro de Cecina

    a Brindis, sin hacer agua, navega.
    Este sin landre claudicante Roque,
    de una venera justamente vano,

    que en oro engasta, santa insignia,
    aloque, a San Trago camina, donde llega:
    que tanto anda el cojo como el sano.
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