Fundado en 1910

03 de mayo de 2024

El escritor y periodista José F. Peláez

El escritor y periodista José F. PeláezPaula Argüelles

Entrevista con José F. Peláez

José Peláez: «Nos hemos vuelto unos pijos insoportables; creemos que todo lo que se ha ganado nos lo merecemos»

El columnista José Peláez («Magnífico Margarito» para muchos) publica un libro con un negroni en la portada para invitar a repasar su trayectoria. Un hombre robusto y barbudo que comenzó escribiendo su blog para dar el salto luego a los periódicos

El oficio de José F. Peláez (Valladolid, 1978) es el marketing –dirige la agencia Markniac MKT–, pero es columnista de El Norte de Castilla y de Abc y colaborador en Onda Cero; publicó también en El Debate de Hoy. Dio sus primeros pasos con un blog en el que firmaba como Magnífico Margarito, y ahora edita en Península (Planeta) una selección de artículos que se titula Ya estoy escrito –así tuitea cada vez que termina de escribir una columna, como homenaje a César González-Ruano, que acuñó tal frase–.
Cree que políticos como Pedro Sánchez o Irene Montero son «un chollo, porque escribir sobre ellos es facilísimo, pero también cansa». Asegura que pule mucho sus textos, incluyendo los de este recopilatorio –«Si hay una segunda edición, vuelvo a revisar cada columna», comenta–, pues nunca está satisfecho con lo que redacta: «Se publica para dejar de corregir».
–¿Los artículos de hoy son el envoltorio del pescado del mañana?
–En parte debe ser así. Precisamente por eso, los artículos escogidos para componer este libro están menos pegados a la actualidad, a la política, y más pegados a enseñar quién soy, cómo veo las cosas. Siempre he defendido que la columna –por lo menos, la columna que a mí me gusta– trasciende el análisis para llegar a la reflexión. Una reflexión que provoca la actualidad, lo que estás viendo. Están pasando cosas, en los parques, en los restaurantes, en las universidades, en la gente mayor que tiene serios problemas para acceder a la administración electrónica. Están sucediendo cosas sin parar, y nos las estamos perdiendo porque estamos mirando la cara de Pedro Sánchez. Pero hay que mirar alrededor y levantar la cabeza.

Están sucediendo cosas sin parar, y nos las estamos perdiendo porque estamos mirando la cara de Pedro Sánchez

–¿El alzar la mirada lo facilita el ser personas con una profesión diferente del periodismo? ¿El columnismo es la vía para que personas que no están pegadas a la redacción de un periódico puedan aportar un aire diferente?
–Sí, con muchos matices. Escribo como escribo porque estoy en un ecosistema. En El Debate de Hoy escribía de una manera, en El Norte de Castilla escribo de otra manera, en Abc de otra manera… Voy adaptándome al entorno en que estoy. En El Debate de Hoy, si tenía al lado a Armando Pego, entiendo que está cubierto el modo de abordar una cuestión de manera más filosófica, más teológica, y que mi labor debe ser otra. A las redacciones y las secciones de Opinión les viene muy bien gente como nosotros, pero eso no quiere decir que el resto no valga. Esperanza Ruiz o Enrique García-Máiquez, por ejemplo, son gente muy valiosa para sus medios, porque aportan algo que el resto no aportan, pero no valdríamos de nada si no estuvieran los otros, porque los periodistas de oficio son profesionales con mucha experiencia, con muchas fuentes, saben analizar la información, cómo tratarla, mostrarla –nada que ver con eso de «periodismo ciudadano»–. Pero viene bien nuestra mirada, porque no estamos tan ensimismados en la noticia. Escribir columnas no es un oficio; has de tener un oficio –ingeniero, farmacéutico, cura o peluquero, lo que sea–, y después escribir lo que quieras, pero sin depender ni el dinero, ni de la jerarquía.
'Ya estoy escrito', el nuevo libro de José F. Peláez

'Ya estoy escrito', el nuevo libro de José F. Peláez

–Se habla mucho de una nueva generación de columnistas. ¿Está usted de acuerdo? ¿Cabría llamarla la Generación Naranjito o Generación de los nacidos en la Transición?
–No sé si somos una generación en el sentido estricto de una homogeneidad en estilo, pero sí por edad. Yo soy de 1978, Bustos de 1982, Jabois de 1978, Chapu [Apaolaza] de 1977. No recuerdo el golpe de estado del 81, pero sí recuerdo el 82, Naranjito, el Mundial, Sport Billy. Recuerdo los Juegos Olímpicos del 84 perfectamente. Yo soy un hijo –como ellos– del Alto Felipismo. Nos hemos criado en el PSOE de los 80, y, cuando llegó Aznar al poder, ya votábamos. Somos una generación de la democracia; no hemos visto cómo llegaba, pero nuestro ecosistema es la libertad. No tenemos recuerdos de Franco, no vivimos con ese trauma, ni somos nostálgicos. Para nosotros es como José Bonaparte, una cosa antiquísima. Nuestro modelo es la democracia. Pero lo de Naranjito no me gusta; parece demasiado de Ciudadanos y no les tengo mucho cariño.

Los periodistas de oficio son profesionales con mucha experiencia, con muchas fuentes, saben analizar la información

–¿Ese «Alto Felipismo» es una vacuna de la infancia?
–Aquí se puede ser muy ventajista. Todos vimos cómo acabó, pero me parece que también se ha sido muy injusto. Aquella época fue el inicio de la mayor época de prosperidad social y económica de la historia de España, que culminó, después de 2004, con la crisis de Zapatero. Se normaliza la democracia, se crean las Comunidades Autónomas… Fue una labor difícil, que no sólo merece crítica, sino un poco de alegría común.
–Esa es precisamente la época de la construcción de las principales autovías. En el año 85, para ir de Madrid a Málaga se iba por una carretera nacional de un carril en cada sentido. Desde los 90 es autovía, y dentro de un año o dos quieren poner peajes. ¿Hay algo de simbólico en esto?
–Sí, hemos pasado de la boina al piercing de un día para otro. Con 10 años mi hija viaja por Europa. Yo salí de España en COU. Sí, hemos hecho un viaje demasiado rápido, y creo que nos hemos vuelto unos pijos insoportables; creemos que todo lo que se ha ganado nos lo merecemos. «Es nuestro, nos corresponde, es nuestro derecho»: no, no, no es nuestro derecho, es un puñetero lujo, una maravilla y algo de lo que dar gracias a Dios y al sistema todos los días de tu vida. Porque está en riesgo, se puede perder y se va a perder. No es la estación de salida de tu vida, sino la estación de destino de otras generaciones que te lo han legado. Pero esto hay que conservarlo.

Hemos pasado de la boina al piercing de un día para otro, y nos hemos vuelto unos pijos insoportables

–Al principio del covid usted escribió una columna que tuvo mucha difusión. ¿Su título era algo como «Esto es la vida, chicos»?
–Se titulaba «Lo normal era esto». En este libro hay varias columnas escritas durante el covid; se nota y está bien que sea así, porque, de este modo, dentro de 50 años, o dentro de 20 años, alguien podrá volver a ver qué sucedía durante la «fase 1». Igual que hoy volvemos a Azorín, o a Camba, o a Eugenio d’Ors. Ese tono me gusta, porque yo no soy una persona utópica y no creo demasiado en Ítaca. Creo que estamos en el mejor de los mundos posibles. El grado de paz y de prosperidad que tenemos conlleva cosas malas. Si queremos solucionarlas, quizá se nos cae el invento. Y no es que haya desencanto, sino que no entiendo cómo se puede ser conservador si no hay nada que conservar. Porque los conservadores de hoy son los nuevos revolucionarios, no les vale nada de lo que hay. Hay mucho reaccionario que plantea una enmienda a la totalidad.
–¿Sentimos nostalgia de viajar en un Simca 1000 sin aire acondicionado en una carretera nacional?
–La nostalgia es uno de los grandes temas, el dolor por el pasado. Yo no tengo ningún tipo de dolor por el pasado. Evidentemente, y como todo mundo, tuve infancia muy feliz y mi primer amor y todo aquello. Recuerdo ir en coche con mi padre fumando un paquete de Lucky y en el humo dándome en la cara, sin cinturón de seguridad, y con una cinta de Sabina. Hoy lo denunciarían a la Fiscalía de menores, por la cinta de Sabina. Yo creo que tenemos muy claro que cualquier persona, que un pobre de hoy, vive mejor que Isabel la Católica. Hemos ganado, y es el precio de la civilización. Ese ideal libertario absurdo no tiene nada que ver con la libertad; es rebeldía e insolencia. La libertad es otra cosa. La gente no lucha para que tú puedas fumar, se lucha por otra cosa.

No entiendo cómo se puede ser conservador si no hay nada que conservar. Los conservadores de hoy son los nuevos revolucionarios

–Desde que usted comenzó a escribir columnas, ¿se ha ido convirtiendo en un personaje? ¿El narcisismo es un demonio o un acicate para el columnista? ¿Twitter ensoberbece más?
–El narcisismo, el egocentrismo, la vanidad y la soberbia son lo peor. En la vida y en el columnismo. Intento no ser eso. Twitter procuro emplearlo como un instrumento a mi servicio. Si en un momento me voy de Twitter, no es por arrogancia, sino porque perturba mi mirada, porque me hace elegir los temas mal, porque me muestra un algoritmo que quiere que yo me enfade, porque crea sesgos, porque quiere audiencias comerciales… ¡Yo me dedico al marketing, sé cómo funciona esto! Estás muerto si haces lo que quiere un algoritmo, estás al servicio de una maldita máquina.
Comentarios
tracking