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17 de mayo de 2024

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El Debate de las Ideas

Género Granular: la desintegración de la identidad en la era digital (y cómo superarla)

Cuando el yo se granula de esta manera, uno se encuentra en un bucle iterativo de fragmentación incoherente del que no es posible escapar

Las respuestas a la eterna pregunta «¿Quién soy?» han cambiado radicalmente. Las categorías humanas tradicionales y las fuentes estables de significado están siendo arrasadas por la embestida de la maquinaria cultural, política y digital. No faltan adjetivos para describir lo que ha sucedido con el concepto del yo o para describir nuestra comprensión de lo que significa ser humano en un mundo que parece temblar a nuestros pies. Pensemos en el yo amortiguado de Charles Taylor, en el yo psicologizado, sexualizado y politizado de Carl Trueman, o en el yo libre de cargas de Michael Sandel, por citar algunos. Todos estos términos recogen un elemento importante de lo que hoy se considera constitutivo de una persona humana.
Y sin embargo, la proliferación de tecnologías digitales y visiones transhumanistas sugiere otro adjetivo para el modo en que muchas personas se entienden a sí mismas hoy en día, especialmente aquellas que han crecido –y están creciendo– como nativos digitales. El hábitat digital inmersivo actual fomenta una comprensión granulada del yo, un yo granulado que tiene diversas variedades o granos de identidad, todos ellos construidos en gran medida digitalmente. Esta fuente de identidad diseñada y performativa provoca una búsqueda interminable del verdadero yo en la que sólo las identidades elegidas por uno mismo son consideradas «auténticas» y por la que uno siempre está en camino hacia algo pero nunca parece alcanzarlo. Siempre llegando a ser; nunca siendo; desvinculado de las cosas reales, de las verdades trascendentes o de cualquier identidad humana dada que esté arraigada en relaciones significativas de amor dentro de una comunidad en la vida real.

La creación del yo granulado

Vivir en el ecosistema digital permite ajustar y personalizar la identidad, diseñarla y mostrarla de formas antes imposibles. Los autores de Gen Z, Explained: The Art of Living in a Digital Age (2021) llaman a esto «identidades de grano fino». Se trata de «intrincadas mezclas individuales de atributos, el resultado de un cuidadoso y continuo descubrimiento». De hecho, hay innumerables aplicaciones y plataformas de redes sociales que permiten a la misma persona establecer identidades granuladas separadas que, al mismo tiempo, intenta mantener unidas. Lo que las generaciones anteriores habrían visto como identidades contradictorias ahora se combinan digitalmente «moldeando y ensamblando varias piezas de identidad en un todo coherente que da expresión al yo interior».
Sin embargo, cuando el yo se granula de esta manera, uno se encuentra en un bucle iterativo de fragmentación incoherente del que no es posible escapar. Uno de los ejemplos que ofrece el libro es el de Marcus, que se identifica como gay, cristiano y asiático. Marcus encontró en internet a otras personas que compartían cada una de estas características y estos grupos especializados se convirtieron en su red de apoyo. Pero cada uno de ellos era una comunidad distinta que sólo asumía un aspecto de su identidad compuesta.
La experiencia online permitió a Marcus crear esta multiplicidad de identidades, a las que consideraba partes modulares de su verdadero yo, cuando en realidad podían existir en tensión unas con otras o incluso ser mutuamente excluyentes. Elizabeth Bachmann lo explicaba en First Things:
Los amigos cristianos [de Marcus] no podían aceptar su estilo de vida gay sexualmente activo que no seguía la ética sexual cristiana mientras, al mismo tiempo, se declaraba cristiano. Por otro lado, sus amigos gays no aceptaban sus creencias cristianas; así que se fragmentó a sí mismo, remezclando tanto el «cristianismo» como la «homosexualidad» para ajustarlos a su sentimiento particular de lo que deberían ser.
La experiencia de construir avatares digitales, perfiles en las redes sociales y personajes online fomenta esta cultura de la identidad autoconstruida y del individualismo expresivo. Cuando las características y capacidades físicas del cuerpo son menos importantes en la vida cotidiana, cuando raramente usamos un martillo o giramos una llave inglesa, cuando rara vez enhebramos una aguja o descuartizamos un animal, los límites de nuestros cuerpos humanos no parecen importar tanto. En cambio, como escriben los autores de Gen Z, Explained:
Lo digital configura la formación de la identidad… lo que demuestra la importancia de internet en la articulación de marcadores de identidad que son claramente comunicables en palabras e imágenes… La búsqueda de una identidad distintiva en el mundo digital implica tanto un cuidado como una exhibición constantes.

La creación de comunidades granuladas

«Con las redes sociales –e internet más en general– a su constante e inmediata disposición», continúan, «los post-millennials tienen la oportunidad de elegir las comunidades a las que pertenecen en función de su identidad granular». El profundo deseo de pertenencia inherente a la experiencia humana accede a un nuevo territorio online, ya que allí tiene un acceso infinito a grupos afines y microcomunidades.
A medida que disminuye el número de personas que experimentan una vida familiar estable, otras formas de comunidad y pertenencia llenan el vacío, especialmente las online. En Gritos primigenios: Cómo la revolución sexual creó las políticas de identidad (2019), Mary Eberstadt analiza la «dispersión familiar sin precedentes» que ha tenido lugar desde la revolución sexual y que ha provocado que «los hombres y mujeres occidentales estén de hecho más atomizados y distanciados de los suyos que nunca antes». En un ambiente así, personas de todas las tendencias y de todos los bandos, anhelando una tribu, buscan «una familia/comunidad figurada que haga lo que las familias/comunidades literales de épocas anteriores hacían por defecto».
Los autores de Gen Z, Explained lo explican así: «Encontrar tu familia es un proyecto continuado que no tiene por qué estar grabado en piedra». Un estudiante universitario entrevistado para el libro afirmó: «aunque no aciertes, descubres tu identidad de un modo y luego cambias a otra. No importa. No es algo que deba ser fijado. Es fluido». En un interesante giro, muchos miembros de la Generación Z llaman «amigos» a sus padres y «familia» a sus amigos».
«Granulado» resulta ser un término útil también aquí, no sólo para entender el yo, sino también para entender las comunidades que se están formando:
Los post-millenials intentan equilibrar flexibilidad con estabilidad, y libertad con seguridad, en esta búsqueda de una pertenencia que se ajuste a su identidad. Al igual que la fluidez y la flexibilidad son fundamentales en muchos aspectos de su identidad personal, también lo son en los grupos a los que pertenecen. Su modo de vivir digitalmente implica entrar y salir de grupos a medida que se aclaran sus identidades y cambian sus hábitos de vida.

Arenas movedizas: de lo granulado a lo arraigado

Por mucho que las identidades granuladas y las comunidades construidas a su alrededor puedan sonar esperanzadoras y auténticas, dejan al individuo como un grano de arena en la orilla, constantemente empujado de un lado para otro por el viento y las olas. La intensa atención a la exploración y el autodescubrimiento continuo no reconoce nada estable, seguro y a salvo desde lo que se pueda vivir con un propósito. En su lugar, se tiende a una desencarnación agnóstica, a un rechazo de las limitaciones de la existencia corporal y a una búsqueda frenética y continua del verdadero yo, todo lo cual es contrario al crecimiento humano.
Los distintos granos de identidad y las comunidades que los individuos seleccionan, eligen y construyen con tanto cuidado no son lo bastante fuertes para mantenerse unidos y acaban escurriéndose entre los dedos como los granos de arena en la playa. Como resume Carl Trueman:
Hoy en día, el yo es totalmente plástico, y el mundo exterior hasta nuestros cuerpos es líquido, algo que no ofrece ninguna base firme sobre la que construir una identidad. Sin duda, esto ayuda a explicar, por ejemplo, los catastróficos niveles de depresión y ansiedad en un Occidente que, en general, disfruta de una prosperidad material y de una seguridad mayores de lo que ha sido lo habitual a lo largo de la historia de la humanidad.
Pero la identidad humana, en el mundo real, es una identidad dada. Nos es dada cuando somos arraigados en redes de interdependencia y apoyo mutuos. Al nacer, se nos da nuestro nombre, nuestro lugar, nuestra familia y nuestra comunidad. Muchas de las categorías más básicas para nuestra autocomprensión –cuerpos, familias, comunidades, naciones, etc.– nos son entregadas.
Son nuestras si estamos dispuestos a rechazar el yo exaltado y autónomo que sólo considera auténticos los compromisos y las identidades elegidos por uno mismo. Así que tal vez haya llegado el momento de optar por no elegir nuestra identidad y, por el contrario, por recibirla. Ya hay suficientes incógnitas en el universo. No necesitamos poner en peligro las formas más fundamentales y primigenias de la existencia humana convirtiéndolas en cuestiones adicionales que hay que autodescubrir. Podemos convertirnos en seres arraigados y asentados que reciben el don de su identidad.
Para ello, debemos reorientarnos hacia nuestra identidad dada, que nos arraiga profundamente en nuestras familias, comunidades e iglesias. Hemos sido plantados en un jardín. Aunque es un jardín con espinas y cardos, sufrimiento y maldad, todavía reverbera con los ecos de aquel jardín primigenio y las palabras edénicas de que «era muy bueno». Es en este jardín del mundo, corrompido pero que aún alberga esperanza, donde experimentamos indicios de nuestro verdadero telos humano.
Y es en el jardín de la Iglesia donde esos atisbos de nuestro destino final irrumpen en la realidad espacio-temporal. Irrumpen a través de los dones de Dios en la Palabra y los Sacramentos, que nos arraigan profundamente en unión con Cristo y entre nosotros. Aquí podemos vislumbrar sombras del eschaton final, donde seremos plantados en el jardín restaurado de Dios y encontraremos la expresión más plena de la identidad humana imaginable: estar profundamente arraigados, incluso injertados, en la Vid Verdadera, en plena comunión con la Santísima Trinidad y unos con otros.
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