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21 de mayo de 2024

Mario de las Heras

Las futbolistas que ya no quieren ser solo campeonas del mundo, sino símbolo feminista

Alexia Putellas, la mejor jugadora del equipo español, dijo: «No podemos ser solo futbolistas», pero ¿qué es lo que quieren y pueden ser?

Actualizada 14:21

Está el patio revolucionado porque Alexia Putellas (e Irene Paredes), la mejor futbolista española, ha hablado. La sensación es como la de cuando, fortuita o intencionadamente, se corta el camino de las hormigas en su quehacer diario veraniego: empiezan a dirigirse en todas direcciones, como desubicadas, sin rumbo.
Alexia Putellas ha hablado, pero parece que ha construido un discurso que ya hubiera querido Shakespeare para su Enrique V. No es que no se crea en sus palabras, pero desde el comienzo de este asunto feo y confuso, lo «raro, raro», que diría el padre de Julio Iglesias, es el silencio continuado de las protagonistas, incluidas las dudas y las contradicciones (o quizá precisamente por ellas) hasta el advenimiento de Alexia acogido como un amanecer glorioso.
Sin duda es de agradecer, (incluso de elogiar llegados a este punto, pero no de loar) que al fin se hayan decidido a decir algo, aunque la cosa siga siendo extraña. Ha dicho Putellas que llevaban tiempo reclamando que las escucharan ante una «discriminación sistémica», que solo a juzgar por las imágenes posteriores al gran triunfo en el Mundial, incluso asumiendo el errático e impropio comportamiento de Rubiales en el palco y fuera de él, no parecía que fuera demasiado, ni siquiera tiempo, pues se apreciaba sintonía hasta con el expresidente de la Federación, incluido, ¡horror!, el beso a Jenni Hermoso.
Las futbolistas celebraron su campeonato del mundo hasta que alguien les hizo ver qué había sucedido algo que no estaba bien, pero de lo que no se habían percatado, a pesar de que, según Putellas, llevaban «tiempo» advirtiendo su «discriminación». Cualquiera diría que en el tiempo transcurrido desde los hechos «luctuosos» de Rubiales a decir de la repercusión, estas deportistas han seguido un cursillo intensivo de feminismo impartido vaya usted a saber por quién.
Ahora las campeonas del mundo no solo quieren ser campeonas del mundo sino también un símbolo feminista. Ahora, después de mucho tiempo (o del cursillo o de una profundísima reflexión desde el eclipse rubialesco), quieren ser «un espejo en el que poder mirarse, que puedan identificarse con nosotras y saber qué hacer!», ha dicho Irene Paredes, quien también ha denunciado que se sintieron solas y desamparadas por las instituciones (Las Miserables, hubiera escrito Victor Hugo) que solo llevan siendo el centro de atención mundial durante semanas sin que se sepa aún exactamente por qué, al tiempo que se sigue pensando y escribiendo el ya tedioso relato.
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