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27 de abril de 2024

Juan Gómez-Jurado, durante su entrevista con El Debate

Juan Gómez-Jurado, durante su entrevista con El DebatePaula Argüelles

Juan Gómez-Jurado: «Acepto con muchísima más facilidad el fracaso que el éxito, que me ha costado»

Todo vuelve, la continuación de Todo arde y que incluye referencias a la trilogía de Reina Roja. Dice su autor: «La lucha de Aura, Sere y Mari Paz contra el sistema es la trama, pero lo realmente importante es el amor que descubren entre ellas»

Muchísimos lectores disfrutan con sus historias, y están encantados con todo lo que va sucediendo a lo largo de los centenares de páginas que componen la trilogía de Reina Roja y la que, en cierto modo, la continúa en Todo arde, cuya nueva entrega acaba de aparecer en librerías: Todo vuelve. Es un título de resonancias nietzscheanas.
A su autor, Juan Gómez-Jurado, le encantan estas conexiones, estos juegos, estos engranajes. No sólo de protagonistas y elementos del relato, sino de literatura; aquí encontraremos un narrador que intercala su voz con el manuscrito que ha ido redactando un personaje. Una historia dentro de otra, como en El Quijote y en las Mil y una noches. Porque Gómez-Jurado inserta alusiones al Equipo A y también a La isla del tesoro o la Eneida; puede recitar de memoria algún pasaje de El señor de los anillos, y relee los cómics de Astérix.
Y, sobre todo, parece que, cuando más disfruta, es cuando un lector le dice que ha descubierto esa urdimbre más oculta. No le hace feliz el éxito de ventas de sus ejemplares, sino la complicidad que provoca en una persona que ha leído y gozado con sus palabras.
–Leemos en la faja de este libro: «Vuelve el autor más vendido en lengua española». ¿Esta es la mejor manera de definir a Juan Gómez-Jurado?
–En febrero de este año, cuando estaba guisando unas lentejas con mi mujer, me llamó mi editora, y me dijo: «Me acaban de llegar las cifras de Hispanoamérica», y me contó eso. Le colgué en seguida, y me disculpé. «Pero ¿no te alegras?», me preguntó. Y le dije: «Luego te llamo». Necesitaba un tiempo para acabar de procesarlo; aparté la olla y eché el pimentón, porque siempre hay que echarlo apartado del fuego para que no se te queme. Y le dije a Bárbara [su esposa]: «Tendremos que vivir con esto». Volví a poner la olla al fuego, y seguimos cocinando las lentejas. No creo que sea una manera definitoria de nada; en todo caso, es definitorio de las millones de decisiones individuales exógenas que se han tomado en otro lugar. Y tú tienes que aceptarlo, simplemente. Igual que se acepta el fracaso. Yo acepto con muchísima más facilidad el fracaso –he tenido muchísimos– que el éxito. El éxito me suele costar mucho más. Es como si no acabara de merecerlo –o empezara a merecerlo– nunca.
–Pero ¿de cuántos ejemplares estamos hablando? ¿Dos millones, cinco, veinte millones desde el primer libro que publicaste hasta hoy?
–No tengo ni idea, no sabría decirte. Honestamente, no lo sé. No llevo esa cuenta, y nadie lleva esa cuenta. Los números son irrelevantes.

Yo acepto con muchísima más facilidad el fracaso que el éxito

–Centrándonos en este libro; Aura, Sere y Mari Paz. ¿Quiénes son? ¿Las chicas son guerreras?
–Aura Reyes, exgestora de fondos de inversión, exladrona, actual presidiaria. Comienza la historia en la cárcel y a punto de ser asesinada. Tú miras la situación y dices: «De esta no sales». Pero ella es capaz de ver cómo salir de esa situación. Yo, como escritor, según iba descubriendo cómo iba transcurriendo la historia, pensaba para mí mismo: «¿Cómo demonios vas a salir de esta, Aura?». Bueno, pues Aura encuentra la manera. Luego tenemos a Mari Paz, exlegionaria y actual madre soltera de dos niñas que Aura, su amiga, le ha dejado mientras está en prisión. Y ella, que no había tenido nunca contacto ni experiencia con los niños, se encuentra de repente mirándose al espejo en los ocho meses que transcurren, desde que Aura le deja las niñas, y va descubriendo que se está transformando en una madre. Y luego tenemos a Sere Quijano, que está como una cabra y no voy a decir nada más de ella, porque todo lo que pasa a su alrededor es tan difícil de definir como divertido de leer.
Juan Gómez-Jurado, durante su entrevista con El Debate

Juan Gómez-Jurado, durante su entrevista con El DebatePaula Argüelles

–¿Qué es más importante: la relación que mantienen las protagonistas entre sí, o la trama?
–Esa es una excelentísima pregunta, y una que desearía de verdad que me hicieran siempre la primera. Porque, cuando tú antes me decías qué es lo definitorio de Juan, yo pensaba para mí: «¿Por qué nunca me preguntáis por algo como esto?». Lo importante es el amor, el amor que se tienen entre sí. Son tres mujeres extraordinariamente distintas que vienen de ámbitos completamente distintos. Cada una vota a un partido político determinado. Son representantes de realidades muy diferentes. Y a todas ellas el sistema les ha fallado. Su lucha contra el sistema es la trama, pero lo realmente importante es el amor que descubren entre ellas. Esa sensación de familia encontrada que tú puedes llegar a tener con personas con las que no compartes sangre, pero sí compartes afinidades; con las que puede que no compartas ideologías, pero sí afectos. Y que de repente se convierten en tus hermanas, en tus hermanos, en gente que simplemente es la que tiene que estar. Es esa pieza de un puzle que hace que todas que juntas sean perfectas.
–Aura entra en prisión por un delito que no ha cometido. Referencia al Equipo A. Luego hay alusiones a muchas obras literarias, desde El conde de Montecristo hasta La isla del tesoro. Incluso aparece un Almirante Benbow. Sin embargo, hay quien te define como «autor de thriller cañí».
–Pongamos que yo digo en un entorno académico, o delante de alguien muy leído, que para mí Shakespeare o Batman son lo mismo. O que, si miras con atención una canción de Rozalén, te puede sonar una cita de Virgilio, y si miras a Rosalía muy de cerca, te das cuenta de que ahí hay un genio que conoce a la perfección la música clásica. Porque en realidad de lo que se trata es de que somos lo que comemos. Si tu corpus de lecturas es sólo el canon occidental de Harold Bloom, desde primero al último, desde Chaucer hasta Nietzsche, eres muy poca cosa. Es decir: ¿dónde está la diversión? ¿Dónde está el gamberreo? ¿Dónde están Los cinco? ¿Dónde está Astérix? ¿Dónde está Tintín? ¿Dónde está el Equipo A? ¿Qué clase de persona has sido? Cuando escribo, intento divertirme, pasármelo muy bien para que el lector se lo pase muy bien. Algunos, como tú, encontrarán referencias que no encontraría mucha otra gente. Mucha gente lo pasa por alto —y da igual—, y otros descubrirán que hay algo valioso. Hay algo especial que, a lo mejor, no entienden muy bien, y que quizá les despierta determinada inquietud y lo buscan. Y de repente nos sucede, como me pasó el otro día, que un chaval, amigo de mi hijo, me contaba: «Me encontré tal cita y me acabé leyendo la Eneida». Se encontró en Reina Roja el «timeo Danaos et dona ferentis» [«temo a los griegos, incluso cuando traen regalos] y dijo: «¿Esto de dónde viene?». Y se puso a mirarlo.

Si tu corpus de lecturas es sólo el canon occidental de Harold Bloom, de Chaucer a Nietzsche, eres muy poca cosa

–Uderzo y Goscinny incluían el «timeo Danaos et dona ferentis» en las aventuras de Astérix y Obélix.
–Es que Astérix es muy importante. Cuando tú has leído algo como eso centenares de veces, no lo puedes evitar. Hay determinadas lecturas que se te quedan completamente incrustadas. No te las puedes quitar, son como un tatuaje; y no puedes elegirlo, porque, simplemente, te ha sucedido. Yo admiro mucho a alguien que es capaz de recitar entero el monólogo de «Ser o no ser». Pero me suele caer mejor una persona que entiende que yo puedo decir lo de: «No veo por qué la voluntad de Théoden hijo de Thengel, por más que sea el Señor de la Marca, ha de prevalecer sobre la de Aragorn hijo de Arathorn, heredero de Elendil, Señor de Gondor». Y eso, como otras trescientas citas, se me quedó porque he leído el libro dieciséis puñeteras veces desde los trece años. Volviendo al tema; si un lector no detecta todas las referencias que comentabas, no pasa nada. Eso es irrelevante, porque lo importante es que se divierta. Pero, cuando alguien encuentra todos esos puntos de unión, se produce algo muy especial. A mí particularmente me parece muy bonito. El libro lo escribimos a medias tú y yo. Yo hago la mitad del trabajo. La otra mitad está sucediendo en la cabeza del lector.
Juan Gómez-Jurado, durante su entrevista con El Debate

Juan Gómez-Jurado, durante su entrevista con El DebatePaula Argüelles

–Regresamos a Todo vuelve. En este libro el enemigo al que hacen frente las protagonistas es un enemigo oculto, y es un enemigo grande y poderoso. ¿Eso hace que la historia sea interesante?
–No, la anterior pregunta [la relación que mantienen las protagonistas entre sí] es la más importante: lo que hace que las historias sean interesantes es que las personas descubren cómo quererse. En El equipo A, Hannibal decía –en inglés se va a entender mejor–: «I love when a plan comes together» [«Me encanta que los planes salgan bien»]. Pero lo que de verdad quiere más la gente o más disfrutan las personas –cualquiera de nosotros–, mucho más que «el plan salga bien», es que la «people come together»: que las personas se acerquen. Porque mis historias son historias de amor. Siempre.

Cuando escribo intento divertirme, pasármelo muy bien para que el lector se lo pase muy bien

–¿Cuándo lo descubres?
–Muy avanzada mi carrera como escritor. No sé si era 2015 o 2016, cuando se me acercó una lectora y me dijo: «¿Tú eres consciente de que todas tus historias son historias de amor?». Le respondí: «Pues no lo sabía». Me paré a pensarlo durante meses. Sigo pensando desde entonces, desde que esa persona me dijo aquello. Y es verdad, todas mis historias son historias de amor, aunque no tiene por qué ser un amor romántico. Hay muchísimas clases de amor. La de los amigos, la del amor de la madre por un hijo, de los hermanos entre sí, del hombre hacia Dios, el amor romántico, el amor sexual. Hay dieciocho millones de formas de amor, pero sólo cuando empecé a entender cómo funcionaba mi cabeza en relación con lo que quería escribir fue cuando me di cuenta de que lo que me había dicho esa mujer me había transformado por completo, pues me había dado la clave que yo necesitaba. Empezó a crecer mi manera de escribir.
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