Cinco poemas de Aldous Huxley, el novelista que preescribió el presente en 'Un mundo feliz'
Se cumplen 60 años de la muerte del autor británico, el mismo día que asesinaron al presidente de Estados Unidos John F. Kennedy
cinco poemas de aldous huxley:
- CARPE NOCTEM
No hay futuro, no hay más pasado,
ni raíces ni frutos, flores pasajeras solo.
Túmbate tranquila, túmbate tranquila y la noche perdurará,
silenciosa y oscura, no por un espacio de horas,
sino eternamente. Déjame olvidar
todo menos tu perfume, todas las noches menos esta,
la pena, el infructuoso llanto, el pesar.
Solo túmbate tranquila: este lánguido y suave embeleso
florecerá al borde del sueño y se esparcirá,
hasta que no haya nada más que tú y yo
abrazados en un silencio intemporal. Mas como
el que, condenado a morir, por la mañana estará muerto,
yo sé, aunque la noche parezca eterna, que el cielo
ha de iluminarse pronto antes del sol del mañana. - EL ESPEJO
A cámara lenta, la luz de la luna una vez atravesó
el soñador espejo,
donde, hincados, inviolablemente hondos,
viejos secretos no olvidados albergan
inolvidables maravillas.
Pero ahora polvorientas telarañas se entrelazan
por el espejo, el que antaño
viera los dedos que retiraban el oro
de una despreocupada frente;
y las profundidades son cegadas a la luna,
y olvidados sus secretos, nunca dichos. - LAS PUERTAS DEL TEMPLO
Numerosas son las puertas del espíritu que llevan
al más íntimo santuario:
y considero las puertas del templo divinas,
pues el dios del lugar es Dios mismo.
Y estas son las puertas que Dios dispuso
que a su casa llevaran: vino y besos,
fríos abismos del pensamiento, juventud sin tregua,
y tranquila senectud, plegaria y deseo,
el pecho del amante y de la madre,
el fuego del juicio y el fuego del poeta.
Pero él que venera en soledad esas puertas,
olvidándose del santuario de más allá, verá
de pronto abrirse los cierres,
revelando, no el trono radiante de Dios,
sino los fuegos de la ira y del dolor. - MAGNÁNIMOS ROMANOS
Columnas y fuentes eternas,
chorros de escarcha y viva espuma,
desde las siete montañas dejémoslas saltar,
Las siete colinas de Roma.
Por resonantes arcos y bóvedas flanqueadas,
dejemos las calles marchar triunfales;
mandemos a los acueductos marchar
por la llanura de abajo infatigables.
Elevados como columnas hacia el aire azul,
dejemos a los Césares de mármol estar;
dejemos a los dioses, que en vida eran
romanos, una mano dorada levantar.
Muchos, pero cada uno solo, una multitud,
aunque de romanos, atestan sus sepulcros;
ellos mismos divinos fieles,
dioses ante dioses suntuosamente inclinados;
los romanos se inclinaban ante figuras que ellos,
escultores de la mente, liberaban;
suplicando poder ser
iguales que aquellos a quienes oran. - ALMERÍA
Los vientos aquí no tienen insignias en movimiento, pero recorren
una vacía oscuridad, una destemplada luz;
ramas que no se doblan, nunca una flor torturada
se estremece, raíces agotadas, a punto de volar;
alado futuro, marchito pasado, ni semillas ni hojas
dan fe de esos veloces pies invisibles: corren
libres por una tierra desnuda, cuyo pecho recibe
todo el fiero ardor de un sol desnudo.
Tú tienes la Luz por amante. ¡Tierra afortunada!
Que concibe el fruto de su divino deseo.
Mas el seco polvo es todo lo que ella da a luz,
esa hija de arcilla creada por el perpetuo fuego celestial.
Por lo tanto venid, suave lluvia y delicadas nubes, y calmad
este amor radiante que tiene la fuerza del odio.