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29 de abril de 2024

¿Quién le ha robado el mes de abril a Sabina?

¿Quién le ha robado el mes de abril a Sabina?GTRES

De Juan Ramón Jiménez a Joaquín Sabina: ¿qué les pasa a los artistas en abril?

Los artistas parecen deshacerse en este mes de lluvias y verdes esmeralda en la campiña. El corazón siempre espera, a pesar de los acontecimientos, «un milagro de la primavera»

El poeta T. S. Eliot, uno de los cuatro o cinco poetas del siglo pasado, verdaderamente grandes, dijo que «abril es el mes más cruel» en su enorme obra La Tierra baldía, en la que el mes de marras hace brotar en los corazones la carencia de otra vida más grande a la que brota en primavera, ya que abril «engendra/lilas de la tierra muerta, mezcla recuerdos y anhelos, despierta/inertes raíces con lluvias primaverales».

El mes más cruel

El poeta parece ver la decadencia, justo en la frontera donde la vida sale de las sombras frías del invierno; las sombras primaverales de una Gran Guerra pasada y la deriva desesperada que anuncia nuevas crisis, tristezas y amores que no terminan de llenar el alma.
Abril, para Eliot, es cruel porque desvela la belleza fugaz y encantadora de lo nuevo, que brota en medio del desencanto por ese deseo nunca satisfecho del todo que constituye a todo corazón.

Un mes ensoñador

Otros poetas más cercanos como Antonio Machado ve en abril ese florecimiento ensoñador y tan andaluz que no llegó hasta su fría pensión de Colliure, tan lejos y tan cerca de su España, donde las abejas tejían deseos de Dios: «Entre los jazmines/y las rosas blancas/del balcón florido,/me miré en la clara/luna del espejo/que lejos soñaba.../Abril florecía/frente a mi ventana».
Y el gran Juan Ramón Jiménez, que empalidece con sus versos a cualquier poeta posterior, afirma que en este mes: «Se vistió la nieve/de vagos carmines./ ¿Me quieres?- me dijo/ ¡Te quiero!- le dije./Me besó en la boca/con un beso inmenso./Abril vino al mundo/y yo quedé muerto».

¿Se puede retener la belleza?

También los músicos parecen enfermar cuando todo nace tras los fríos invernales, y le dedican melodías y letras a este mes lleno de promesas que reverdecen las campiñas más peladas y los deseos de infinito más exacerbados.
Simon&Garfunkel recorren la primavera y el verano hasta la misma decadencia otoñal que presagia en su poema T.S. Eliot, cuando esperan que en «Abril ella vendrá./ Cuando los arroyos están maduros y se hinchan con la lluvia/Puede que ella se quede/ descansando en mis brazos otra vez». Pero en junio, como si nadie humano pudiese retener esa venida, ese florecimiento de esperanza, ella «cambiará de opinión/en paseos inquietos, ella merodeará por la noche».
Y en «julio ella volará/ sin dar aviso de su vuelo./Agosto debe morir. Los vientos del otoño soplan frío y frío./ Septiembre lo recordaré./Un amor una vez nuevo se ha vuelto viejo».
Para nuestro Carlos Cano, abril tampoco deja mucho espacio para la esperanza, si acaso, una Luna de abril para olvidar «Como una golondrina por el mar se perdió./Como una golondrina el amor se llevó./Y me dejó el dolor para cantar/ y la luna de abril para olvidar».
Y para Joaquín Sabina, tan sincero siempre dentro de su aparente querencia a la vieja huida de la bohemia y el «golferío», todavía se pregunta «quién le ha robado el mes de abril», como si verdaderamente hubiera sucedido algo extraordinario frente a sus ojos ebrios de primavera, pero que se ha volatilizado y han desaparecido, sin saber dónde encontrarlo.
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