Fermín Bocos: «El viajero selfie es el que va al lugar no para ver, sino para coleccionar fotografías»

Sentados en la sala de radio de El Debate, cascos puestos y grabadora encendida, comienza la conversación con el escritor y columnista Fermín Bocos.

El periodista y escritor, que llega puntual —incluso un poco antes— se acomoda con naturalidad frente al micrófono, preparado para hablar sobre su último libro, Cuando viajar era descubrir (Almuzara), una obra que navega entre el ensayo, la biografía y el relato.

Con un tono amable, reflexivo y siempre dispuesto a compartir, Bocos analiza el origen y sentido de un libro que, más que una recopilación de historias de viajeros es un homenaje literario a grandes viajeros del pasado y a una forma de moverse por el mundo que, quizás, estamos perdiendo.

Antes, vivían casi la emoción del lugar al que pensaba visitar antes de llegar allí y si le gustaba el lugar y disponía de medios, se quedaba

Bocos entiende el viajero contemporáneo como el viajero 'selfie': «El viajero 'selfie' es el viajero que va al lugar no para ver, sino para inmortalizarse en él de espaldas al monumento, al cadáver. Esa es la diferencia. El que va a los sitios para coleccionar fotografías frente al que iba a un lugar para descubrir y en alguna medida y, en alguna medida, enriquecerse con el conocimiento de un lugar o de un paisaje que ya había prefigurado a través de su preparación, a través de los libros».

Para Bocos, viajar implica una voluntad de comprensión. No basta con moverse: «Viajar es conocer. Y eso significa tener interés en la historia de los lugares, en la gente que vive en ellos, en cómo viven, cómo piensan. En qué creen, en qué no creen».

Es una actitud que, según él, «se ha perdido en gran medida porque, por lo general, vivimos una etapa en la que se ha instalado la prisa. Todo tiene que hacerse muy deprisa y todo tiene muy poca densidad. Las redes sociales son una manifestación de ese cambio de paradigma en un momento determinado».

Una galería de viajeros con valor

Los protagonistas del libro son de perfiles y épocas muy distintos, pero todos tienen algo en común: «El ímpetu, a veces el valor, de hombres y mujeres que, rayano en la temeridad, un poco saltándose las normas de su época, decidieron ponerse el mundo por montera y salir a dar la vuelta al mundo».

Y lo hicieron movidos por una curiosidad profunda, por un deseo de entender el mundo más allá de los límites de su tiempo o de su sociedad. «Lo que me interesaba era mostrar que todos ellos salieron de su entorno cultural y se fueron a otros mundos a veces hostiles, peligrosos, pero que lo aceptaban como un reto».

Entre los protagonistas, destaca especialmente la figura de Gertrude Bell, diplomática británica, arqueóloga y exploradora en Oriente Medio considerada «la reina sin corona de Mesopotamia».

«Fue una mujer impresionante, cultísima, que jugó un papel muy importante en la configuración del mapa político de la zona, y que supo ganarse el respeto de tribus enteras, algo nada fácil para una mujer, y menos en aquella época», señala.

Una defensa de la curiosidad y la duda

Una de las ideas conductores del libro es la capacidad de hacerse preguntas. Cuando viajar era descubrir despierta el deseo de mirar con más atención lo que nos rodea. Bocos asiente: «La duda es lo que mueve al ser humano a buscar respuestas. La duda es el principio del conocimiento. Cuando crees que lo sabes todo, ya no tienes necesidad de buscar nada».

En este sentido, critica la tendencia actual a buscar solo respuestas rápidas y simples, sin detenernos en la complejidad de las cosas. «La vida está hecha de matices. Y viajar es una forma de educación, porque te confronta con la diferencia. Te hace salir de ti mismo».

La importancia de la soledad

La gran mayoría de los viajeros en Cuando viajar era descubrir solían vivir estas aventuras completamente solos, sin ningún tipo de acompañamiento. Bocos empieza a explicar la importancia de la soledad:

«Creo que es determinante. Es decir, el viajero por lo general suele ser una persona introspectiva, con una capacidad de resguardo frente al entorno, frente a su propia forma de ver el mundo, que curiosamente se quiebra cuando entra en contacto con gente a la que va encontrándose a lo largo del camino. Pero el silencio es determinante por una razón fundamental: por la capacidad para convivir con el silencio. Porque muchos de esos viajes, sobre todo en las etapas históricas que estamos comentando, se hacían por parajes en los que no había nadie».

¿Se puede volver a viajar como antes?

Con el crecimiento del turismo de masas y las redes sociales, surge la cuestión de si es posible recuperar esa mirada más lenta y respetuosa. Su respuesta es esperanzadora:

«Sí, es posible, pero hay que proponérselo. Hoy en día hay más facilidades que nunca para viajar, pero también hay más distracciones. Si uno decide viajar con la intención de conocer, de verdad, puede hacerlo. Pero tiene que ir sin prejuicios, con humildad». En esta misma línea, recuerda que muchos de los viajeros de los que habla:

Eran también personas con inquietudes filosóficas, científicas o religiosas. No se limitaban a moverse de un lugar a otro, sino que pensaban sobre lo que veían

Cuando viajar era descubrir es, en definitiva, un libro que invita a la reflexión y al descubrimiento. Un homenaje a la curiosidad y a la mirada atenta. «En una época como esta, donde todo va tan rápido, creo que es importante reivindicar el valor de la lentitud, de la observación. Viajar es también es una forma sentir la nostalgia de los países que no había conocido».

Bocos cierra la entrevista afirmando que «esto es lo que impulsa a muchos de los personajes de este libro que yo creo que es una pequeña joya para el que le guste la aventura, los viajes y la historia».