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Célebre fotografía de una clase de disección de Ramón y Cajal, por Alfonso Sánchez García en 1915

Fotografía de una clase de disección de Ramón y Cajal, por Alfonso Sánchez García en 1915

El hombre que dibujó con su arte el pensamiento

Santiago Ramón y Cajal no es conocido únicamente por su trabajo científico, sino también por su faceta de artista

Santiago Ramón y Cajal es el padre de la neurociencia moderna. Sus descubrimientos sobre el funcionamiento de las neuronas, que se dieron a principios del siglo pasado, siguen inspirando a generaciones enteras de científicos.

Su concepción del cerebro se adelantó varios años, pero su intuición era correcta. Cajal expuso que las neuronas no forman una red inamovible, sino que son células individuales pero conectadas entre sí, y que el flujo de información entre ellas se producía a través de dicha conexión.

Y el español llegó a esta conclusión sin los medios técnicos de los que se dispone actualmente. Ello le valió el Premio Nobel en 1906, compartido con Camilo Golgi, y el reconocimiento del mundo científico.

Pero el legado de Cajal excede la ciencia. El médico plasmó, a mano alzada, cómo se piensa; dibujó el pensamiento. Cajal convirtió la neurociencia en un arte y reflejó en sus trabajos que el ser humano siempre es capaz de aprender.

El arte de la neurociencia

Golgi ideó un método, que lleva su nombre, «particularmente valioso para rastrear los procesos y las ramificaciones más delicadas de las células», destacan en la web del Premio Nobel. Pero para sacar conclusiones de este método, hay que interpretarlo.

En este sentido, la interpretación que hacía Cajal fue revolucionaria. El médico español veía a través del microscopio lo que nadie llegó a ver. Y, con esto, inauguró una nueva disciplina: el arte de la neurociencia.

Para hacerse a la idea hay que ponerse en situación. Cajal dibujaba, literalmente, su interpretación de la imagen microscópica. Fueron cientos de ilustraciones a mano alzada con las que el médico español consiguió plasmar artísticamente el pensamiento.

Cajal fue un divulgador de la ciencia, de su ciencia, a través del arte, de su arte. Su sensibilidad artística, de la que dio muestras durante toda su vida, ha permitido conservar, hasta nuestros días, esa parte de su inmenso legado.

De hecho, la relación de Cajal con el arte no acaba ahí. El mismo Joaquín Sorolla le pintó un retrato el año que ganó el Premio Nobel.

La neurociencia no fue el único camino que abrió Cajal a lo largo de su vida. El médico español construyó un puente entre la ciencia y el arte para comunicar con claridad y belleza sus descubrimientos.

No dedicó su vida únicamente a desentrañar el funcionamiento del cerebro, también dibujó, con su mano, el pensamiento.

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