La cultura es el último refugio de Sánchez en plena crecida de la corrupción
A la toma del Instituto Cervantes a través de García Montero o del Ateneo por parte de Luis Arroyo, ahora pone sus miras en el Círculo de Bellas Artes y la rebaja de su financiación por parte de Ayuso
Pedro Sánchez bajo el paraguas en Paiporta tras la dana
Sánchez ya ha dicho que quiere llegar a los diez años como presidente. Algo insólito teniendo en cuenta la situación política, la tormenta perfecta, como la de la película de Wolfgang Petersen, basada en la tragedia real de unos pescadores que se perdieron para siempre en medio del mar.
Pero a Sánchez parece (mentira) que la tormenta ni siquiera le cale. Un escapista sin trucos, solo a base de cinismo y desvergüenza, que juega con propios y extraños ejecutando movimientos aparentemente inútiles, pero, sin embargo, efectivos.
Estos movimientos se dirigen últimamente a la cultura, el paraguas o el barco sobre el que navega la actualidad embravecida: TikTok y sus recomendaciones musicales y literarias, su aparición en Radio 3 disfrazado de adolescente... Sánchez busca refugio y lo encuentra.
Lo último es que Urtasun le ha ofrecido cobijo en el Círculo de Bellas Artes. El cóctel cultural que incluye uno de los ingredientes clave en las últimas huidas hacia adelante del Sánchez: Isabel Díaz Ayuso. Cualquier lugar es bueno para escabullirse, por peregrino que sea.
El presidente equiparó el caso del novio de la presidenta con el caso del Fiscal General. Salió por ahí desviando la atención en la comparación odiosa. La cuestión de la financiación, de su rebaja, por parte del Gobierno madrileño del Círculo le sirve a Sánchez para enarbolar una bandera. Y a ver si con ella alguien le sigue.
No es nada nuevo. En el Instituto Cervantes ya tiene a Luis García Montero para protegerlo de las inclemencias: la cultura como ariete primero y ahora como refugio. Los ataques de García Montero a la RAE son como techos contra los chuzos que le caen de punta.
Y no solo el Cervantes. También el Ateneo de Madrid, donde su presidente, Luis Arroyo, alterna el control absoluto sobre la institución, con encendidas y sectarias defensas al dictado de Sánchez en Televisión Española, la televisión pública también colonizada.
La colonización institucional cultural es una de las estrategias políticas claves del presidente, un seguro, un parapeto, una cubierta ante lo que pudiera venir que ya ha venido. Se había preparado, aunque el dique no lo resiste todo, y menos tal cantidad de metros cúbicos de escándalos.
Pero él porfía, ya casi como un gato, a punto de caer al agua, agarrado con las uñas a un clavo ardiendo: el Círculo de Bellas Artes que quema, como el Cervantes y el Ateneo y todos los demás subterfugios de redes sociales y apariciones desesperadas que poco a poco van resultando como intentar tapar una montaña con el pequeño cuadro de un desnudo de sí mismo.