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04 de mayo de 2024

Ignacio Pérez-Blanco, en la sala De Goya del Museo de Bellas Artes coruñés

Ignacio Pérez-Blanco, en la sala dedicada a Goya en el Museo de Bellas Artes coruñésNovo

Arte

Una investigación identifica a la mujer misteriosa de 'La familia de Carlos IV' y cambia la datación del cuadro

Ignacio Pérez-Blanco y Juan de Donesteve han realizado decisivos hallazgos sobre uno de los cuadros más importantes de Goya y de la historia del arte español

Es uno de los clásicos del Museo del Prado, una de esas obras a las que es obligado rendir visita cuando pisas la pinacoteca madrileña. Hablamos de un cuadro referencial del arte español —y, por tanto, del internacional— que lleva la firma de Goya: La familia de Carlos IV. Más de doscientos años lo contemplan, por lo que se podría pensar que ya está todo escrito sobre este óleo. Pues no. La investigación realizada por dos primos, uno afincado en Galicia y otro en Madrid, proporciona trascendentales datos inéditos. Ellos son Ignacio Pérez-Blanco (Vigo, 1965), marqués de Valladares, y Juan de Donesteve (Vigo, 1966).
Han accedido a contar en exclusiva a El Debate los resultados de una investigación que cambia sustancialmente la datación de la pieza y además desvela la identidad de la llamada «mujer misteriosa», «mujer de perfil» o «mujer sin rostro» —de todas estas formas se ha llamado— que aparece en el cuadro.
La entrevista con Ignacio se desarrolla en la terraza del Náutico coruñés, con vistas a las aguas que vieron partir a los barcos de la Armada Invencible, a la flota de Drake derrotada, a la corbeta de la expedición Balmis y —esto enlaza más con lo goyesco— a las tropas británicas que huían de las napoleónicas. Juan interviene telefónicamente desde Madrid.
—Ustedes van a presentarnos importantes hallazgos en torno a uno de los cuadros más importantes de la historia del arte español, pero curiosamente no estaban investigando ese cuadro, ni siquiera a su pintor. ¿Cuál es el germen?
Ignacio: El germen fue el Caravaggio que apareció en Madrid en 2021, que originariamente era propiedad de Evaristo Pérez de Castro. Por entonces, yo ya había escrito sobre Evaristo y tenía documentación sobre él. Como se empezó a hablar tanto de él, me animé a escribir un libro sobre su vida, porque me parecía un personaje interesantísimo. Tres meses después de comenzar este trabajo llamé a mi tío, el vizconde de Pegullal, para preguntarle si en su archivo familiar conservaba alguna documentación sobre Evaristo. Me dijo que apenas tenía una memoria escrita en vida de Evaristo, pero que su hijo Juan disponía de más información. De inmediato nos pusimos al habla y convenimos en colaborar en la elaboración del libro.
—Un libro sobre un pariente de ambos.
Ignacio: Efectivamente: Evaristo Pérez de Castro es cuarto abuelo mío. Y de Juan, ¿cuarto o quinto? ¿Juan?
Juan: Es nuestro cuarto abuelo.
—¿Quién es Evaristo Pérez de Castro?
Ignacio: Evaristo nació en Valladolid y a los doce años se fue a Madrid, donde transcurrió casi toda su vida salvo los destinos diplomáticos que tuvo fuera de España. Se educó dentro de una de esas familias liberales ilustradas que en el último tercio del siglo XIX se destacaron por su amor al arte, a la cultura y al refinamiento. Realmente fue un diplomático que acabó en el mundo de la política por distintas vicisitudes.
—¿Cuáles son esos méritos?
Ignacio: Fue un personaje clave en la historia de España durante la primera mitad del siglo XIX: diputado y primer secretario de las Cortes de Cádiz y uno de los principales redactores de la Constitución de 1812; primer secretario de Estado y del Despacho durante el Trienio Liberal y que más tiempo duró en el cargo; presidente del Consejo de Ministros en la regencia de María Cristina, poniendo fin a la primera guerra carlista; senador y vicepresidente del Consejo Real, hoy llamado Consejo de Estado. Un hombre fascinante que ha sido incomprensiblemente silenciado y que merece ser recuperado para la memoria de nuestra historia y que reúne iguales o mayores méritos que otros personajes coetáneos ensalzados por la historiografía.
—¿Cuándo se inició la investigación en torno a Evaristo Pérez de Castro?
Ignacio: Nosotros hemos dedicado tres años de investigación a Evaristo. Hubo una cuestión que desde el principio nos llamó poderosamente la atención: su vinculación con Goya. Hay muchas menciones sobre ello, pero muy livianas.
—Goya pinta a Evaristo.
Ignacio: Hay un retrato de Evaristo, hecho por Goya, en el Museo del Louvre. Pero no solo eso: pinta también a su sobrina Sabasa, obra que está en el Museo Nacional de Washington. Una conexión tan directa nos animó a buscar más información sobre la relación entre ambos.
Juan: En los libros más conocidos, además de como amigo, lo nombran como protector del pintor. Sabíamos de entrada que Goya retrató a Evaristo, en una época en la que el pintor buscaba el apoyo de personas fuera de la realeza; y a su sobrina Sabasa, en el que para muchos es el mejor retrato femenino del pintor aragonés. Pero es que además le regala uno de los bocetos de La carga de los mamelucos y una primera edición completa de los Caprichos. Y no solo eso: parece ser que Goya iba a casa de Evaristo y en la extensa biblioteca de éste encuentra inspiración para otros temas.
Ignacio: En las vicisitudes acaecidas en torno al cuadro de La familia de Carlos IV Evaristo está de testigo, está como por el medio. No participa directamente, pero sí indirectamente.
—¿En qué momento la investigación sobre Evaristo les lleva a La familia de Carlos IV?
Ignacio: Fue durante el año pasado cuando encontramos las primeras pistas relacionadas con este cuadro. En un principio no le prestamos demasiada atención, pero tras el hallazgo de nuevos documentos nos percatamos de su enorme trascendencia.
—¿Cuál es la primera pista en torno al cuadro?
Ignacio: Una carta en la que se habla de un retrato de la Princesa del Brasil. En ese primer momento no lo relacioné ni con Evaristo ni con Goya ni con este episodio. Seguimos investigando y tuvimos la inmensa suerte de que, por los avatares del destino, y fruto de nuestro tesón, esfuerzo y empeño en realizar una meticulosa investigación, encontramos un manuscrito de Goya que resultó clave en toda esta investigación.
—¿Qué dice esa carta de Goya?
Ignacio: Es la llave maestra que nos permitió dar otra interpretación a otros documentos que habíamos visto y a otros más que encontramos después. Empezamos a construir el puzle ahí. Es una carta escrita el 20 de agosto de 1804 en Madrid. Dice: «El cuadro de la Real Familia, de cuyo estado me pregunta Vuestra Excelencia de orden de Sus Majestades, está próximo a su conclusión. Para verificarla, pedí un retrato de la Serenísima Señora Princesa del Brasil, y a fin de que lo pudieran remitir de Lisboa en la actitud correspondiente al lugar que debía ocupar [en el lienzo] pasé un dibujo de la cabeza y hasta ahora no he tenido noticias de si se hizo o no ese encargo».
[Tras la lectura de la misiva, Ignacio muestra al periodista en su ordenador unas fotografías donde se reproduce la carta en cuestión].
—En la carta se habla de un cuadro de «la Real Familia». Pero La familia de Carlos IV, según lo que figura en la web del Museo del Prado, y lo publicado hasta ahora, ya estaba pintado para entonces…
Ignacio: Me alegro de que me hagas esta pregunta porque a mí me pasó exactamente lo mismo. Cuando leí esta carta de Goya, pensé: «No puede ser el del Museo del Prado porque se pintó entre 1800 y 1801». Pero cuando la leí con mayor detenimiento, empecé a sospechar que no era así, sino que había un error en la historiografía en cuanto a la datación de ese cuadro.
Juan de Donesteve Detrás a la derecha, un retrato de Evaristo

Juan de Donesteve. Detrás, a la derecha y enmarcado, un retrato de Evaristo Pérez de Castro

—¿Qué ocurre a continuación, tras el hallazgo de esta carta?
Ignacio: Empezamos a abrir otra serie de investigaciones para hallar otras evidencias documentales que así lo corroboraran, y en efecto pudimos dar con cerca de veinte escritos. La prueba concluyente e irrefutable es una carta de octubre de 1800 en la que se informa «que estase acabando un retrato de cuerpo entero de la Sra. Infanta Da Carlota que S. A. quiere enviar a España…» y se ordena preguntar a Goya si puede esperar la llegada de este retrato, a lo que contesta que sí. Cuando en 1804 se le vuelve a preguntar a Goya por qué no está aún terminado el cuadro de la Real Familia, contesta que desde que se le dio ese aviso en octubre de 1800 «hasta ahora no he tenido noticia de si se hizo o no el encargo». «Luego que se me pase este retrato, considero necesarios como unos quince días para concluir enteramente el quadro», añade. Estas dos cartas, y los cerca de veinte documentos relacionados con este asunto, documentan fehacientemente, sin ningún género de dudas, que ese cuadro de la Real Familia al que alude Goya en 1804 es el cuadro de la Real Familia que hoy cuelga en las paredes del Museo del Prado y que históricamente ha sido datado como ejecutado entre 1800 y 1801.
—¿Esas fuentes documentales cuáles son?
Ignacio: Son de varios archivos portugueses y españoles.
—De todo el material que han manejado, ¿cuál lleva la firma de Goya?
Ignacio: Firmada por él, esta carta de 1804, pero en el resto de los documentos que hemos manejado, cerca de una veintena, se menciona a Goya y al retrato de la «Real Familia».
—¿A quién esta dirigida la carta manuscrita de Goya de agosto de 1804, si es que se puede decir?
Ignacio (duda, pero finalmente ofrece una información escueta): A una persona del Gobierno de España. Permíteme reservar la identidad de ese personaje para el libro que vamos a publicar en breve. Lo importante aquí es que Goya manifiesta en esa carta de 1804 que no ha vuelto a tener noticias de este asunto desde que pidió en el otoño de 1800 la entrega de ese retrato de Carlota Joaquina.
—¿Quién es la Princesa de Brasil que Goya menciona en la ya mencionada misiva de agosto de 1804?
Ignacio: Es la hija mayor de lo Reyes, doña Carlota Joaquina. Cuando ella apenas tenía diez años, en 1785, se acordó su casamiento con el hijo segundogénito de los reyes de Portugal, Juan, y se marchó con su comitiva a Lisboa para celebrar su matrimonio. Tres años después de su llegada, el hijo primogénito de los reyes de Portugal, y por tanto heredero de la Corona, fallece, joven y sin descendencia. Automáticamente, el esposo de Carlota Joaquina, Juan de Braganza, se convertía en el heredero a la Corona de Portugal. Ya en la siguiente década, los médicos declararon la locura de la reina María I y Juan asumió la regencia del reino, convirtiendo a Carlota Joaquina en princesa consorte-regente de Portugal. Todos los herederos de la corona portuguesa se llamaban Príncipe o Princesa del Brasil, y ella y su marido lo son a partir de esta fecha.
—¿Cuándo empieza Goya el cuadro y cuándo lo acaba?
Ignacio: En la primavera de 1800, Carlos IV y su mujer la reina María Luisa le encargan a Goya un retrato de la Real Familia. Para su cumplimiento, y una vez ideada su composición, el genial pintor se desplazaba hasta en cuatro ocasiones entre mayo y junio al Palacio de Aranjuez para realizar unos bosquejos al natural de cada uno de los miembros de la familia real que iban a formar parte de este cuadro. Son retratados en la posición prevista en el lienzo definitivo.
Juan: Goya no hacía simples retratos de personas. Lo que quería captar era la psicología de los retratados. De ahí que quisiese hacer bosquejos de todos.
—¿Cuándo termina esos bosquejos?
Ignacio: En el verano de 1800, pero se encuentra con un problema: que la hija mayor de los Reyes, por entonces princesa consorte regente de Portugal, vivía en el país vecino y él no la conocía personalmente.
—¿Y qué hizo entonces?
Ignacio: Solicitó al Gobierno español que pidiera a Carlota Joaquina un retrato suyo que le sirviera a él de modelo para incluirla en el cuadro de la Real Familia. Además, hace un dibujo de cómo tenían que pintarle la cara y de la postura que debía ocupar en el lienzo final, para que el retrato que se le hiciese en Lisboa se ajustase al lugar que él le había reservado en la composición definida de la obra.
—¿Carlota Joaquina atendió la petición de Goya?
Ignacio: En principio, sí, pues sabemos que en el otoño de ese año de 1800 se estaba acabando su retrato de cuerpo entero para ser enviado a Madrid.
Juan: En concreto, a Goya se le pregunta en 1800 si se espera por ese cuadro o bien si se le compra al pintor otro que ya tiene hecho de Carlota Joaquina. El maestro descarta esa última opción porque quería que se le enviase el retrato de acuerdo con el dibujo y las instrucciones que había cursado.
—¿Se sabe quién hizo en Lisboa ese retrato de Carlota Joaquina?
Ignacio: No lo sabemos. Pero seguimos haciendo pesquisas e investigaciones en ese sentido.
—¿Se sabe dónde está hoy día ese retrato?
Ignacio: También lo estamos investigando.
—¿Por qué se retrasa la ejecución en Portugal del retrato de Carlota Joaquina según las indicaciones de Goya?
Ignacio: El problema es que en las semanas siguientes a esas comunicaciones de 1800, Napoleón y el Gobierno de España presionan a Portugal para que rompa relaciones con los ingleses. Pero Portugal no lo hace y españoles y franceses les declaran la guerra. Con una guerra por el medio, el envío de ese retrato se paralizó. Estamos hablando de la llamada Guerra de las Naranjas, que estalla en enero de 1801. Y el retrato de Carlota Joaquina quedó en el olvido. No sabemos al menos si hubo alguna reclamación de ese cuadro durante los años inmediatamente posteriores.
'La familia de Carlos IV', de Francisco de Goya

'La familia de Carlos IV', de Francisco de GoyaMuseo del Prado

—¿Pero al final sí se envía el cuadro desde Portugal? ¿Tienen documentado el periplo de la pieza hasta España?
Ignacio: Totalmente. Sabemos fehacientemente que el cuadro de Carlota Joaquina no salió de Lisboa hasta mediados de noviembre de 1804. Sabemos también cómo se embaló inicialmente, cómo se custodió, cómo se preparó para su transporte y también las vicisitudes e inconvenientes que tuvo que soportar el correo durante su viaje, incluso hasta cuanto se le pagó y, por supuesto, la prueba de la entrega y recepción de este lienzo en Madrid.
—¿Cuándo llega a Madrid y, por tanto, a manos de Goya?
Ignacio: El cuadro llegó a Madrid en los últimos días de diciembre de 1804 o enero de 1805, y en las semanas siguientes se debió de entregar al maestro.
—Por tanto, y según su hipótesis, ¿cuándo concluyó al fin Goya La familia de Carlos IV?
Ignacio: En 1805, nunca antes. Es decir, lo acaba entre cuatro y cinco años después de lo que se mantenido hasta ahora. No es poca variación…
—Pero su investigación no solo cambia la datación, sino que permite desvelar la identidad de la misteriosa dama de perfil…
Ignacio: Las hipótesis más predominantes, que son las que mantiene el Museo del Prado, es que o bien se trataba de la futura princesa de Asturias, primera mujer de Fernando VII, o bien de Carlota Joaquina, la hija mayor de los Reyes. Tras nuestra investigación, queda fuera de toda duda de que se trata de Carlota Joaquina.
—¿Por qué?
Ignacio: Son variados y concluyentes los argumentos que podemos ofrecer al respecto. Pero entiendo que el principal es que Goya en 1804 dice que, para concluir el cuadro, necesita que se le entregue el retrato de Carlota Joaquina por él solicitado.
Juan: Goya tiene en Madrid en carne y hueso, desde 1802, a la Princesa de Asturias, así que si fuese ella la del cuadro, pues la pinta y asunto arreglado. Pero dos años más tarde sigue pidiendo el retrato de Carlota Joaquina.
Ignacio: Es el argumento principal, pero además hay otros. No es posible que todos los hijos de los Reyes salgan de cuerpo entero y en una posición relevante, y que la hija mayor, consorte regente de Portugal, no estuviera en la misma posición que el resto de sus hermanos. Además, Carlota Joaquina va vestida y tiene el mismo tocado que su madre y las demás infantas, y Goya pidió un bosquejo de ella siguiendo el mismo criterio que utilizó para realizar los bosquejos pintados en Aranjuez del resto de los miembros de la familia.
—¿Y por qué Goya la pintó con la cabeza girada y el rostro difuminado?
Ignacio: Me encantaría encontrar un documento que corrobore lo que yo pienso, pero no lo he hallado. Mi hipótesis se basa en varios factores. Goya se tomó la molestia en hacer un dibujo para indicar cómo tenía que hacerse ese retrato en Portugal. Creo que seguramente no se debieron de cumplir sus instrucciones. Y entonces el pintor debió de pensar para sí: «Has tardado cuatro años en enviarme el cuadro, tiempo en el que no he podido acabar mi obra y en el que recibí presiones hasta de los Reyes, y además lo que me mandáis no se ajusta a mis instrucciones… Pues igual que tú has mirado a otro lado respecto a mis instancias, así te pondré yo en mi cuadro, mirando hacia otro lado».
—Muy interesante. ¿Podría haber otra explicación?
Ignacio: Sí, puede haber otra de significado político. El 14 de diciembre de 1804 España se vio obligada a declarar la guerra a Inglaterra por saltarse todas las reglas conocidas entre las naciones. Me refiero el acto de piratería perpetrado por su Armada en tiempos de paz: atacó frente a las costas de nuestro país a cuatro fragatas españolas procedentes de Montevideo que iban cargadas con casi cinco millones de pesos fuertes en oro y plata y valiosas mercancías. Entre ellas estaba la famosa fragata Mercedes, que llevaba a bordo a 249 españoles que regresaban a nuestro país, entre los que se contaban mujeres y niños. El Rey portugués llevaba tiempo haciendo caso omiso a las presiones españolas para que dejara de dar apoyo logístico a la Armada inglesa. ¿Pudo quizás haber alguna presión para representar así a la Princesa Carlota Joaquina, de modo que esa representación escenificase la postura del país vecino de no atender nuestras peticiones después del tremendo suceso que causó estupor en la sociedad española?
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