Hay una interesante controversia entre los críticos del arte sobre qué representación de Cristo crucificado es mejor, si el de Velázquez o el de Goya.
Por lo absurda de la discusión no vamos a entrar aquí en ese debate, sin embargo, vamos a señalar algunos elementos que emparentan el Cristo de Goya con el de Velázquez.
En cuanto a su composición, finalidad religiosa y contenido teológico, es evidente que Goya se inspiró en el cuadro de Velázquez.
Sin embargo, hay notables diferencias. Empezando por el modo en que cae en reposo el cuerpos del crucificado, con una inclinación hacia la izquierda en el de Velázquez y hacia la derecha en el de Goya.
Mientras que el Cristo de Velázquez es un Cristo ya fallecido con la cabeza en reposo caída sobre el pecho, el de Goya es un Cristo aún agonizante, mirando al cielo mientras pronuncia sus últimas palabras dirigidas al Padre: «Dios mío, Dios mío. ¿Por qué me has abandonad?».
Por último, si la representación de sangre y heridas era mínima en el Cristo de Velázquez, en el de Goya es del todo inexistente. No hay yagas, ni sangre ni laceraciones en el Cristo de Goya. No es un Cristo torturado porque, como en el de Velázquez, Goya se centra en representar a un Cristo ya resucitado y victorioso, aunque esté agonizando en la Cruz.