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29 de marzo de 2024

El escritor Josep Maria Esquirol, durante su intervención en el congreso EncuentroMadrid

El escritor Josep Maria Esquirol, durante su intervención en el congreso EncuentroMadridEncuentroMadrid

Josep Maria Esquirol

«Humano, más humano», una antropología de la herida infinita

El último libro del escritor y filósofo Josep Maria Esquirol desvela que jamás seremos 'demasiado humanos', y llega al centro más profundo del alma, donde se descubre la herida originada por las cuatro infinitudes esenciales: vida, muerte, tú y mundo

Pantallas que llaman nuestra atención en todo 'aquí' y 'ahora', ritmo frenético para cumplir con resultados en horas de trabajo siempre insuficientes, búsqueda de una novedad extraordinaria que nos saque de la espiral en que estamos metidos, pero siempre insatisfactoria, cuando volvemos a la rutina. Humano, más humano: una antropología de la herida infinita, el último libro de Josep Maria Esquirol, es, de un modo modesto, un libro que nos ofrece una puerta, aunque no de salida, no de huida, sino de entrada, a nuestro 'aquí', a nuestra situación, a lo que somos en lo más fundamental. Siguiendo a La resistencia íntima: ensayo de una filosofía de la proximidad (2015) y La penúltima bondad: ensayo sobre la vida humana (2018), este es el tercer libro de una serie de esfuerzos por ahondar en lo que es nuestra vida y nuestra condición humana.
En la época en que vivimos, en que abundan y proliferan sin cesar mil teorías acerca de lo humano, incluso también de lo posthumano, y cuando ya parece que lo sabemos casi todo, que sabemos incluso demasiado, nos encontramos con este libro, con el cual su autor propone un gesto intempestivo. Contracorriente. No promete un gran espectáculo, ni luces de neón, ni grandes piruetas en el aire, ni mucho menos una realidad virtual que juegue a sacarnos de la nuestra. Ni respuesta definitiva y total, ni evasión. Su gesto es el del filósofo: de quien da un paso atrás y se desprende de lo asumido, volviéndose a preguntar: «¿En qué consiste lo humano?». Hagámonos la pregunta una vez más, con los ojos de la niña que pregunta con asombro e ingenuidad; y con la sobriedad de quien toma la pregunta en serio, la toma en sus manos cuidadosamente, y la examina con detenimiento.
Detenimiento y atención. Quienes hayan tenido la oportunidad y la suerte de poder asistir a las clases del profesor Esquirol en su tarea como docente en la Universidad de Barcelona saben que su gesto filosófico está dotado de un uso particular, especial, de la palabra. Tono no muy alto, con las pausas de las que necesita el pensamiento, paciencia y flexibilidad de quien pronuncia la palabra justa, sin palabra de más. Repetición que nos conduce allí donde se vislumbra una verdad. Eco de la palabra que canta y vibra en nosotros, y que se presenta como un tesoro que debemos guardar. Ésta es la ética de la palabra que está presente, también en este libro, y que sin duda puede orientar la lectura y el ejercicio del pensar que propone. Como apunta Esquirol en otro lugar, no se trata de pensar de otro modo, sino, sencillamente, de pensar. Ni grandilocuencia, ni arrogancia, ni saber desmedido. La palabra justa. En su justa medida. En la medida en que la que necesitamos para el pensamiento y para la vida.

La palabra justa. En su justa medida. En la medida en que la que necesitamos para el pensamiento y para la vida

«¿Cómo te llamas?», «¿de dónde vienes?», «¿qué te pasa?». Estas tres preguntas inician este camino de reflexión hacia la profundidad del humano. A pesar de su familiaridad y su simpleza, no son ni redundantes, ni casuales, ni pretexto para una disquisición. Más bien al contrario, nos ayudan a situar la cuestión de lo humano y a «mirar mejor» hacia aquello que hay de maravilloso, de misterioso, de increíble, en la persona singular, con nombre propio. Estas tres sendas nos permiten navegar hacia lo profundo de lo humano, comprenderlo un poco mejor, hasta llegar a las dos nociones nucleares de esta antropología filosófica: el repliegue del sentir y la herida infinita.
Nuestra capacidad de sentir se caracteriza por ese «plegarse» sobre sí misma, de modo que sentimos que sentimos, nuestra sensibilidad gana en amplitud y en profundidad, emergiendo la interioridad, el yo. El repliegue, la re-flexión del propio sentir, nos abre a la afección de lo infinito, como algo que nos traspasa y nos excede. Esta afección infinita es la herida infinita, que afecta al yo, que hiere el alma, y está constituida por cuatro afecciones: la del abrazo de la vida, la del roce de la muerte, la del regalo del tú y la del asombro del mundo; son cuatro incisiones, cuatro afecciones, que me atraviesan formando una única cruz apaisada.

La herida infinita tiene cuatro afecciones: la de la vida, la de la muerte, la del regalo del tú y la del asombro del mundo

Esquirol indica que estas heridas no se pueden suturar, superar. De algún modo, las incisiones de la herida infinita nos exceden, lo que significa que, cuando las advertimos, ya están aquí, en nosotros (o nosotros en ellas): encontrarse venido a la vida, ser rozado por la muerte, son experiencias que nunca dominaremos, que no podemos solucionar de una vez y para siempre. No son evitables ni erradicables. Pero Esquirol nos enseña que tenemos otro modo de afrontarlas, de resistir su carga: acompañándolas. Cuidar del alma herida, que vibra ante las heridas infinitas, consistirá en responder con un movimiento afín. Sentirse tocado, herido, por esas incisiones, pedirá de un movimiento que las atienda y que, a partir de ellas, genere.
Pronto nos encontramos con otra noción central, la de poiesis, que significa «hacer», «crear», «elaborar», «producir». La poiesis aparece como noción que salvaguarda y atiende a lo que puede haber de personal –de personalísimo, de hecho, de más propio– en mi acción. Al acompañar y curar la herida infinita, también se deriva esa acción poiética –poética– que no es un automatismo y que, por eso mismo, me (trans)forma. Nace del fondo del alma, de esas experiencias tan hondas que me tocan y me hacen vibrar y que, si se cuidan y se cosechan, de ellas afloran acciones «buenas». Como se irá dilucidando a lo largo del libro, poiesis significa generación de vida, generación de mundo y generación de sentido.
Como recordará Esquirol a menudo, poco es mucho. El gesto filosófico que propone Humano, más humano no es escapista ni utópico, ni tampoco se propone como mera teoría que se quede «allí arriba», en el mundo del pensamiento, las ideas y la abstracción. Al contrario, el suyo es un desplazamiento de medio palmo, desde el 'aquí' en el que nos encontramos hasta la acción poiética, muy próxima y concreta, que genera. El desplazamiento es un desplazamiento que empieza en nosotros. La palabra evocadora de la filosofía de Esquirol, que se acerca a la experiencia de lo próximo y familiar, consigue, al son de la reflexión, del pensamiento, ese efecto que tiene la buena literatura en lo más profundo de nosotros: la de abrir un lugar para la experiencia del lector, que no deje las cosas como estaban. Que no nos deje como estábamos. Que toque lo más nuclear en nosotros, nuestra alma, esa alma que necesita ser curada y con-movida. 
Libro «Humano, más humano» (Editorial Acantilado), del filósofo español Josep Maria Esquirol

Libro «Humano, más humano» (Editorial Acantilado), del filósofo español Josep Maria Esquirol

*Iria Rodríguez Pérez es graduada en Estudios Ingleses por la Universidad de Barcelona y ha cursado un Máster en Filosofía Política en la Universidad Pompeu Fabra. En la actualidad, es investigadora predoctoral en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona. Su investigación, bajo la dirección del Dr. Josep Maria Esquirol, versa sobre el campo de la antropología filosófica y la ética contemporáneas; particularmente sobre la concepción de la mirada filosófica como cuidado del alma y orientación para la vida.
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