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Baños Pleamar de Isaac Sánchez

Portada de «Baños Pleamar» de Isaac SánchezEditorial Dolmen

'Baños Pleamar': todo era mar

La autobiográfica obra de Isaac Sánchez es un baño de nostalgia, amor por el medio y canto a la infancia

Si saliéramos a la calle y preguntáramos a cualquiera sobre qué es un tebeo, no tardaríamos en escuchar la palabra «niños» o el término «infantil» de boca de aquel cualquiera al que interrogáramos. Y es que, pese al desarrollo del medio y su reconocido valor cultural, su vinculación con lo infantil es innegable. Hace apenas unos días, el Ministerio de Cultura declaraba el 17 de marzo Día Nacional del cómic y del tebeo (tampoco el Ministerio parecía querer mojarse en el debate de la nomenclatura del medio) y lo hacía, entre otras cosas, reconociendo su valor como puerta de entrada a nuevos lectores. Y es que, como suele decirse, si de pequeño no has leído un cómic, es que no has tenido infancia.

Durante la infancia también ocurre algo que suele perderse con los años. Todos, en mayor o menor medida, hemos pasado tardes garabateando un papel, dejándonos perdidas las manos con pintura o coloreando con furor con nuestras ceras, inventando mundos y creando historias que apenas nosotros mismos entendíamos. Les recomiendo que busquen en internet y escuchen una conferencia del dibujante Puño en el evento de creatividad MAD 2011. En él, decía: «si en una clase de niños de cinco años preguntas quién dibuja, todos levantarán la mano. Si haces la misma pregunta a niños de doce, solo unos cuantos lo harán. Si en el último curso vuelves a hacer la pregunta, tendrás suerte si alguien reconoce seguir dibujando.» El ilustrador se preguntaba entonces por qué dejamos de dibujar, y concluye que, pasados los años, al hacernos adultos, dejamos de hacer cosas por el puro placer de hacerlas y pasamos a hacerlas por mera practicidad.

Isaac Sánchez (Badalona, 1981) es uno de esos niños que nunca ha dejado de aferrarse al lápiz, y gracias a ello podemos disfrutar de lo que muchos considerarán una vocación tardía o escondida, pero que es en realidad el motor que le anima a contar lo que por otros medios, segura-mente, no sería capaz de contar. Sí, muchos jóvenes (y no tan jóvenes) reconocerán a este autor por sus vídeos de humor, por sus directos en Twitch o lo considerarán un influencer o humorista, pero puedo asegurarles que con obras como Baños Pleamar no solo demuestra que lo suyo es el cómic, sino que da señas de un estilo y una narrativa ejemplares, capaces de transmitir sus recuerdos de una manera que logra emocionar a quien se tope con sus trazos.

Baños Pleamar de Isaac Sánchez

dolmen / 224 págs.

Baños Pleamar

Isaac Sánchez

Porque, ¿qué mejor forma de reivindicar ser uno de esos niños que no dejaron de dibujar que contando su propia infancia rodeada de tebeos, ilustraciones fantásticas e historias llenas de imaginación? Una infancia que merece ser contada tal y como la cuenta, protagonizada por él mismo (aunque a veces solo sea mero espectador de lo que hacen los adultos que le rodean) y por su particular hogar, ubicado en unos baños a pie de playa donde su familia recibe a los turistas para darse un chapuzón o tomar una paella.

Todo girará en torno a lo que en aquel local-hogar ocurre durante los años de la infancia del autor: un padre que prefirió la tranquilidad de su familia a la fama, la cautiva madre enganchada a los programas de tarot de la televisión, las broncas y bromas entre clientes y los amoríos de sus hermanas. Todo ello visto desde el lápiz de ese mismo niño que recuerda, aplicando elementos fantásticos a los personajes y a las situaciones, dotándolas de un humor sutil y una cierta mala baba que se disfrazan de cierto realismo mágico. No puedo dejar de mencionar cómo los novios de sus hermanas son directamente representados como un vampiro y una rata, convirtiéndolos en divertidos personajes fantásticos introducidos en una trama de lo más cotidiana.

«Baños Pleamar» da señas de un estilo y una narrativa ejemplares, capaces de transmitir recuerdos de una manera que logra emocionar a quien se tope con sus trazos

Y entre todos los personajes, dos destacan por encima del resto. Un hermano, el tete, que inspira y acerca a Isaac al camino de los tebeos y la cultura pop, y un padre lleno de inocencia con muchas historias que contar y que cantar. Un padre al que se dedica esta obra, en mayor o menor medida, con un cariño nada disimulado, que llega a tocar la fibra sensible al final de las páginas del cómic.

Y este acercamiento a la infancia, este Amarcord de Badalona, está narrado con una fluidez y una técnica narrativa que exprime el medio, con una mezcla de estilos que recuerdan desde los cómics de la antigua Bruguera a los trazos de Azpiri o los más actuales Jeff Lemire o Paco Roca. Sin duda, Isaac Sánchez a querido de alguna manera no solo reivindicar su infancia y aquellos días de El pequeño país o Gente menuda, sino rendirles homenaje adaptando su propio estilo a aquellos autores de los que tantos han mamado.

Dice el autor en su epílogo que esta obra «es lo que tenía que ser cuando tuvo que ser». Nada más necesario a veces que seguir con la sana costumbre del dibujar por el puro placer, y nada más útil que seguir disfrutando de obras como esta. No dejen morir nunca a ese niño que siguen siendo. Acérquense a un tebeo.

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