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20 de abril de 2024

Portada de «La ventana inolvidable» de Menchu Gutiérrez

Portada de «La ventana inolvidable» de Menchu GutiérrezGalaxia Gutenberg

'La ventana inolvidable': mirar desde donde miramos

Menchu Gutiérrez explora todo lo que las ventanas nos ofrecen o nos evitan en una obra que se mueve entre la narración y la reflexión

Se trata de uno de los elementos más antiguos, más cotidianos y, a la vez, más insólitos de nuestras casas. Nos permiten tanto abrirnos al mundo como ocultarnos de él. Tanto oír como crear silencio. Cerradas o abiertas. De madera o de aluminio. Con postigos o sin ellos. Muchas o pocas. La escritora Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957) continúa el camino que inició con La mitad de la casa y dedica su última novela a un elemento omnipresente en nuestra vida: las ventanas.
Portada de «La ventana inolvidable» de Menchu Gutiérrez

galaxia gutenberg / 184 págs.

La ventana inolvidable

Menchu Gutiérrez

Una de que cosas que hizo Ortega y Gasset en La deshumanización del arte fue explicar la experiencia estética a través de la metáfora del cristal. Cuando miramos un jardín desde una ventana, el cristal se vuelve invisible. Si lográramos fijar nuestra atención en el vidrio, desentendiéndonos de lo que hay más allá de él, el jardín desaparecería a nuestros ojos y de él sólo veríamos unas masas de color confusas que parecerían pegadas al cristal. Incluso repararíamos en las máculas o roturas de este. Ver el jardín y ver el vidrio de la ventana son dos operaciones incompatibles que requieren acomodaciones oculares diferentes. Así es como Ortega explica la posibilidad de la experiencia estética ante una obra de arte contemporáneo y defiende, a la vez, la autonomía de la pintura. De la misma manera que el filósofo madrileño, La ventana inolvidable, publicada por Galaxia Gutenberg, nos invita a fijar nuestra atención en las ventanas y desatender lo que se ve a través de ellas.
Potente y tradicional símbolo literario, las ventanas han sido un recurso habitual para representar el mirar o la mirada. En la obra, las ventanas sufren una vigorosa antropomorfización. Uno de los personajes las define como los ojos de las casas, pero también como sus oídos, su boca, sus fosas nasales y hasta sus entrañas, si se piensa en sus cristales como en radiografías en la que, debido al vaho, vemos aparecer órganos en escala de grises; o en las bacterias que proliferan en sus marcos. Decía Baudelaire que no hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil.
Menchu Gutiérrez se atreve a explorar estas posibilidades infinitas. La obra tiene cuerpo de novela, alma de la poesía y porvenir de ensayo. Es novela porque se vertebra en breves narraciones protagonizadas por personajes. Cada una de ellas narra la historia de una persona concreta (identificada solo con su inicial) que aporta algún dato revelador sobre nuestro vínculo con las ventanas. Estas narraciones, sin embargo, no son más que el pretexto del que se sirve la autora para desplegar su potencial lírico o abandonarse a una meditación. La sensibilidad poética de Menchu Gutiérrez (autora de varios poemarios) se evidencia en el temple, el lenguaje – profundamente evocador– y una red de símbolos que nos apresa. Con el sosiego que pide el itinerario de la memoria, la autora se adentra en los niveles psíquicos, afectivos, sensoriales y dinámicos implicados en nuestra relación con las ventanas.

La obra tiene cuerpo de novela, alma de la poesía y porvenir de ensayo

Por varias razones, la obra se emparenta con el fascinante Viaje alrededor de mi habitación de Xavier de Maistre, que la propia escritora cita. Ambas forman parte de un género que podríamos denominar «literatura de quietud». Cualquier enser, hasta los más corrientes, suscitan recuerdos, divagaciones, ensoñaciones y esperanzas. La obra de Menchu, al igual que la del escritor francés que tuvo que permanecer arrestado cuarenta y dos días en su habitación, pone de relieve la importancia de la disposición del hombre para sacar provecho espiritual de sus vivencias (especialmente del tedio).
Varias veces se alude a la pandemia que nos obligó a ver el mundo desde las ventanas de nuestras casas durante noventa y nueve días. Y no solo en referencia a las que se abren en nuestras paredes y desde las que contemplábamos la calle o aplaudíamos, sino a las ventanas-pantallas de nuestro ordenador. Así, la autora se suma a todos aquellos pensadores que aún intentan dar cuenta de los efectos del acontecimiento que trastornó nuestras costumbres.

La sensibilidad poética de Menchu Gutiérrez se evidencia en el temple, el lenguaje –profundamente evocador– y una red de símbolos que nos apresa

La ventana inolvidable es, en definitiva, una obra que lleva en lleva en sí una pluralidad de niveles de significación. A partir de un objeto cotidiano pero inacabable se aborda grandes temas de nuestra vida (en la novela alguien afirma que «hay vidas que pueden contarse en sus ventanas»). Algunos pasajes son magnéticos y golpean nuestra sensibilidad dejando, además, alguna reflexión para el recuerdo.
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