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26 de abril de 2024

Portada de «Los empleados» de Olga Ravn

Portada de «Los empleados» de Olga RavnAnagrama

'Los empleados': ¿corremos el riesgo de fundirnos en un programa como una rosa de cristal?

La escritora danesa Olga Ravn alerta en esta distopía sobre la deshumanización que nos acecha mientras reflexiona sobre la condición humana

Con traducción del danés al castellano de Victoria Alonso llega a la editorial Anagrama Los empleados, desconcertante novela de ciencia ficción de la escritora, poetisa, traductora y crítica literaria danesa, Olga Ravn (Copenhague, 1986), que fue publicada en 2018 y con la que ha sido finalista del premio Brooker Internacional.
La novela nace a raíz de la petición de la artista Lea Gulddite Hestelund de que escribiera unas páginas para el catálogo de la que sería su primera exposición de instalaciones y esculturas en solitario; la solicitud le llega en unos momentos cruciales, cuando la autora regresa de la primera baja maternal y se incorpora al trabajo de oficinista en unas condiciones que le resultan absurdas. Desde entonces ambas artistas generan una vía fructífera de cooperación artística, que se nutre de las tesis expuestas por la escritora estadounidense de ciencia ficción, Ursula J. Le Guin, en el ensayo The Carrier Bag Theory of Fiction, y que la autora de Celestine plasma a través de un gran despliegue imaginativo en las relaciones que establecen empleados y objetos en el interior de las salas de una nave.
Portada de «Los empleados» de Olga Ravn

anagrama / 144 págs.

Los empleados

Olga Ravn

Los empleados (De ansatte) recoge las transcripciones de los testimonios breves y desordenados que durante dieciocho meses dejan a una comisión burocrática de Recursos Humanos los integrantes de la tripulación heterogénea de la Nave seis mil que, tras abandonar la Tierra, orbita en torno al planeta Reciente Descubrimiento; levantan acta notarial de los temores, miedos y anhelos que rodean a quienes pueblan la nave y aceptan la cosmovisión allí imperante: los humanos (nacidos) y los humanoides (fabricados con sistemas de identificación numérica, que son programados para actuar de una determinada manera y siempre de modo conforme a los deseos del programa). El lector necesitará adentrarse en este mundo disruptivo y extraño, del que no se le ofrecen las claves que necesitaría desde el inicio para definir la naturaleza de la narración que tiene entre manos y para comprender la pesadilla existencial que ahí se cuenta.
Con ojo crítico, en esta distopía Ravn alerta sobre la deshumanización que nos acecha mientras reflexiona sobre la condición humana: lo que nos hace humanos frente a las máquinas, lo que queda de humano en quienes solo viven para el trabajo o se perciben a sí mismos como un número más en una cadena laboral, la precarización del trabajo o la deslealtad hacia las organizaciones, cuando no existe más posibilidad de ser y de vivir que dentro de la misma, como el que deja el Testimonio 071: «Sé que no me queréis ningún mal siempre y cuando me someta al proceso de trabajo y demuestre lealtad hacia los valores de la organización» (70). Con el personaje de la homebase, dibuja la figura del Consejo de Administración como el órgano encargado de descubrir las desviaciones del sistema, y que desempeña las tareas de vigilancia y medición de los resultados y de la eficiencia de los empleados.
Olga Ravn examina de manera original y desconcertante la cuestión de la identidad en una sociedad individualista, de la que desaparecen la familia (no hay hijos), la comunidad o la vecindad. Aunque permanece subyacente la nostalgia de lo humano, plantea de manera aséptica y subversiva el origen del ser humano, la necesidad de las relaciones con los demás y con los objetos que conforman la realidad, de los lazos familiares como contribución al bien común y las condiciones labores de una sociedad que solo valora la productividad y la eficiencia. Y explora de manera aséptica –al margen de los riesgo éticos que comporta– la cuestión de la inteligencia artificial en una sociedad futura, en la que la programación llega a invadir los sueños, los deseos y las sensaciones, intentando suplantar la condición humana; o se adentra, sin profundizar en la fundamentación filosófica ni ética, en algunas de las tesis del transhumanismo, como la posibilidad de modificar los límites de la naturaleza humana.
Los empleados encierra una fuerte sátira tanto de la explotación laboral y del corporativismo como de los riesgos que corremos los individuos cuando nos limitamos a hacer dejación de nuestra libertad, como hace constar el «Testimonio 178»: «Aunque no hemos recibido la orden de hacerlo estamos preparándonos para aterrizar en Reciente Descubrimiento. No ha sido una decisión que se haya tomado en común. Sencillamente los pilotos entraron un día en la cabina de vuelo y nadie se opuso. Por cierto, tampoco vosotros hacéis nada. Tan solo sentaros aquí en vuestra sala que se cierra a cal y canto».

«Los empleados» encierra una fuerte sátira tanto de la explotación laboral y del corporativismo como de los riesgos que corremos los individuos cuando nos limitamos a hacer dejación de nuestra libertad

Son numerosos los temas implícitos que se plantean en la obra como si de una disección se tratara: la concepción del amor romántico y del eros; los sueños como vía de escape de la cotidianeidad; la necesidad del descanso y el valor del silencio y su interpretación; las conductas afectivas divergentes como modo de reivindicar la independencia de toda programación; el ofrecimiento de ayuda a los demás sin desinterés ni liberalidad, sin espera de gratificación, etc.
La extrañeza y la duda se apoderan de cada una de las páginas de esta sensorial y elegíaca novela de Olga Ravn, una autora que se mantiene al margen de las convenciones literarias y que se sirve del arte como una manera de relacionarse con el mundo.
Los empleados: una distopía que es una representación ficticia (que no lo parece tanto) de una hipotética sociedad futura que, sin embargo, percibimos más cercana y próxima de lo que desearíamos. Aunque Olga Ravn se aleja del clima de protesta contra los regímenes totalitarios que habían inspirado Un mundo feliz de Aldous Huxley y 1984 de George Orwell, nos advierte de idéntica manera sobre los riesgos de la humanidad en el futuro, si no la cuidamos.
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