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29 de abril de 2024

Portada de «Cristianismo y revolución» de Jean de Viguerie

Portada de «Cristianismo y revolución» de Jean de ViguerieEdiciones San Román

'Cristianismo y revolución': la persecución a la Iglesia durante la Revolución Francesa

Jean de Viguerie estudia en este compendio de lecciones un análisis completo y pormenorizado de la persecución orquestada por el poder revolucionario

«No sé si en conjunto, y a pesar de los patentes vicios de algunos de sus miembros, ha habido jamás en el mundo un clero más admirable que el clero católico de Francia en el momento en que estalló la Revolución… Comencé mi estudio de la sociedad de entonces lleno de prejuicios contra él y lo he terminado lleno de respeto».
Con estas palabras, Alexis de Tocqueville, intelectual poco sospechoso de simpatizar con la causa católica, rendía tributo al modo en que la Iglesia francesa actuó durante la persecución a la que fue sometida durante el período revolucionario. Es precisamente esta etapa la que Jean de Viguerie estudia en su obra Cristianismo y revolución, un compendio de una serie de lecciones dictadas en diversas universidades francesas y que suponen un análisis completo y pormenorizado de estos acontecimientos.
A lo largo de esta obra, Viguerie acompaña la narración de la persecución orquestada por el poder revolucionario con numerosos ejemplos y casos reales de sacerdotes, monjas, obispos y fieles de a pie que sufrieron los desmanes de los revolucionarios desde 1789 a 1799. Estos ejemplos, pese a que en ocasiones resultan demasiado numerosos e incluso excesivamente anecdóticos, permiten al lector descender al terreno y ver cómo los católicos franceses experimentaron la represión de los sucesivos gobiernos durante la Revolución.
Portada de «Cristianismo y revolución» de Jean de Viguerie

ediciones san román / 360 págs.

Cristianismo y revolución

Jean de Viguerie

A través de estos testimonios, se van analizando de manera impecable los diferentes hitos en la persecución a la Iglesia. Un aspecto interesante es que, si bien describe las terribles matanzas y persecuciones violentas realizadas contra los fieles, sacerdotes, monjes y obispos, el autor centra su análisis más bien en los ataques más sibilinos y de fondo que los revolucionarios hicieron contra la fe católica.
En ese sentido, Viguerie explica con especial detenimiento la Constitución civil del clero de 1790, una ley por la que los sacerdotes franceses quedaban obligados a firmar un documento de aceptación a los principios de la Revolución y a su gobierno. Dicha ley supuso quizá el punto crucial de la persecución, pues gracias a ella los revolucionarios obtuvieron lo que, en el fondo, más ansiaban: el debilitamiento de la Iglesia, pues los sacerdotes se dividieron entre los que firmaron –juramentados, respetados a partir de entonces por el poder– y los que se negaron a hacerlo –refractarios, que serían duramente perseguidos–.
Además de analizar las diferentes medidas anticlericales y antirreligiosas decretadas por los sucesivos gobiernos revolucionarios, el autor se detiene a analizar la actitud de la Iglesia y de sus representantes ante dichas persecuciones. Este quizá sea el aspecto más atractivo y original del presente ensayo, pues Viguerie, lejos de adoptar el tono apologético de obras anteriores dedicadas a este tema, adopta una actitud crítica y mesurada, llegando a una conclusión que podría sorprender a más de un lector.
La tesis del autor es la siguiente: indudablemente, hubo numerosos actos de resistencia a las persecuciones, y gran parte de la Iglesia defendió con coherencia y coraje su religión. Sin embargo, visto con perspectiva y analizando a la población francesa en general, los hechos llevan a concluir que los revolucionarios consiguieron su objetivo, y quince años después del inicio de la Revolución, Francia había sido descristianizada.
Este desapego hacia las tradiciones y la fe católicas venía ya de antes, puesto que la Ilustración había penetrado en profundidad en las mentes y las almas de numerosos franceses. Sin embargo, fueron las medidas tomadas por los sucesivos gobiernos revolucionarios las que terminaron de confirmar que, a finales del siglo XVIII, Francia había dejado de ser esa «nación cristianísima» que solía ser. No en vano, en las décadas sucesivas, habría de convertirse en el paladín del laicismo en Europa, condición que sigue manteniendo hoy día.
Sin embargo, a pesar de todo ello, la realidad es que aún millones de franceses siguen practicando la religión católica. Y ello se explica en gran medida, concluye Vigueire, gracias a la resistencia espiritual que miles de franceses presentaron a los desmanes revolucionarios. Una resistencia paciente y sufrida pero, a la vez, tenaz y perseverante, que supone un ejemplo y un modelo a seguir en todos esos países donde, desgraciadamente, la fe en Cristo sigue siendo perseguida de diferentes maneras.
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