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17 de junio de 2024

Monumento a Jorge Manrique en Paredes de Nava (Palencia)

Monumento a Jorge Manrique en Paredes de Nava (Palencia)

Tras los pasos de Jorge Manrique

No otra cosa es este poemario que una conversión religiosa a través del amor

Estamos ante una obra de dramático valor misional. Escrita en honor a Peto, abuelo del autor; escrita, tal «para proteger todo aquello que fue suyo». Y a fuerza que lo consigue. Tanto que, al concluir la presentación el pasado mes de abril en el Centro Riojano de Madrid, Ignacio masculló: «Misión cumplida, Peto». Yo lo vi. Yo estaba allí.

En realidad el texto también agota la otra acepción del vocablo misión, que alude al concepto religioso. Porque no otra cosa es este poemario que una conversión religiosa a través del amor. Siempre promete amanecer se despliega ante el lector como un tríptico del Renacimiento; tres partes: muerte, sosiego y esperanza. O, según reza el texto: lamento, conversión y amanecer.

Portada de 'Siempre promete amanecer'

EDICIONES VITRUBIO. 88 PÁGINAS

Siempre promete amanecer

Ignacio Eufemio Caballero Álvarez

Lamento’ es un llanto devastado. Un hombre frustrado que escribe con el alma en carne viva. En ‘Conversión’, Ignacio ya ha sofocado el arrebato de furia. Las rimas, ahora, tienen el efecto de un bálsamo. Persiste el abatimiento, pero ya es de otra naturaleza. Es sereno y calmado. El joven autor le pide perdón a Dios por traer a Peto, entre sueños, al mundo de los vivos. Por profanar, según dice, su «última cama». Y es aquí donde Ignacio se convence de que su abuelo está en un lugar hermoso. El más hermoso de todos los posibles, «morada de imaginación innúmera;/ de parras y uvas cetrinas,/ y de agua sanadora».

Tres objetos conserva de él: una radio averiada, un monedero y la sombra de un viejo árbol, bajo la cual vive ahora el poeta y sirve de inspiración a sus musas. Una sombra que adquiere la forma de Peto: «existes en sombra sabiendo/ que las sombras son las luces que no vemos».

Dice Fernando Vilches, doctor en Filología Hispánica y antiguo profesor del joven autor, que la tercera parte, ‘Amanecer’, es la más hermosa de la obra. Es probable. Lo que es seguro es que es la más luminosa. Es la aceptación gozosa de lo trascendente. La asunción de que, si su abuela aún se acomoda en un viejo asiento mundano, su abuelo ya ocupa un «trono de marfil». Es aquí donde Ignacio concluye, como hiciera Jorge Manrique cinco siglos atrás, que la vida «jamás se apaga». Que, lejos de acabar algo, es ahora cuando empieza todo. Y que siempre promete amanecer.

  • Rafael Núñez Huesca es periodista y portavoz adjunto del GPP en la Asamblea de Madrid
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