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Karol Nawrocki, nuevo presidente de Polonia

Karol Nawrocki, nuevo presidente de Polonia

El conservador Nawrocki gana las presidenciales en Polonia, consolidando el giro hacia el trumpismo y rechazo a Bruselas

Pese a que Trzaskowski se impuso en los primeros sondeos a pie de urna, el conservador se hace con la presidencia de Polonia y podrá seguir vetando las reformas del Gobierno de Tusk

Karol Nawrocki, historiador y candidato del partido conservador Ley y Justicia (PiS), ha ganado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Polonia con un 50,89 % de los votos, frente al 49,11 % del liberal proeuropeo Rafał Trzaskowski, que se había impuesto según los primeros sondeos a pie de urna. Con una diferencia de apenas 369.591 votos, la victoria del nuevo presidente, confirmada por la Comisión Electoral Nacional, marca un giro significativo en la política polaca, justo cuando el país vivía una etapa de acercamiento a Bruselas tras una década de tensión institucional con la Unión Europea.

La participación alcanzó un 71,63 %, la más alta desde el retorno de la democracia en 1990, en un clima de fuerte polarización. El resultado reactiva el pulso entre dos modelos de país opuestos: por un lado, el que encarna la coalición liberal de Donald Tusk, primer ministro desde 2023, y por otro el que representa la corriente nacional-conservadora liderada por el PiS, al que Nawrocki ha estado vinculado ideológicamente.

Nawrocki, que hasta hace poco dirigía el Instituto de la Memoria Nacional, es una figura relativamente nueva en la arena política. Su perfil combina una visión histórica del nacionalismo polaco con una narrativa identitaria y euroescéptica. Durante la campaña recibió el respaldo explícito del PiS y el apoyo implícito de figuras cercanas al presidente estadounidense Donald Trump. La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, visitó Polonia en plena campaña y sugirió, sin pruebas, que podía haber riesgos de manipulación electoral, en unas declaraciones interpretadas como un respaldo velado a Nawrocki.

En paralelo, desde Bruselas se expresó preocupación ante la posibilidad de que un presidente afín al PiS recupere una posición institucional clave. Aunque el jefe de Estado en Polonia no tiene competencias ejecutivas, sí puede vetar leyes aprobadas por el Parlamento, lo que le otorga una capacidad decisiva para bloquear reformas. El presidente saliente, Andrzej Duda, utilizó esa prerrogativa durante años para obstaculizar las iniciativas liberales del Ejecutivo de tusk. Ahora, Nawrocki hereda ese poder en un momento en que el Gobierno necesita avanzar con una agenda legislativa ambiciosa.

La derrota de Trzaskowski, respaldado por la coalición de Gobierno y por el propio Tusk, frena el impulso reformista que se había reactivado tras las elecciones parlamentarias de 2023. El proyecto de Tusk ha estado centrado en restaurar el Estado de derecho, reconstruir la independencia judicial, recuperar los fondos europeos congelados y realinear a Polonia con los valores democráticos de la UE. La victoria de Nawrocki pone en duda la viabilidad de muchas de esas reformas y refuerza la tesis de que el PiS, aunque fuera del Gobierno, sigue teniendo una base social sólida y capacidad de recuperación institucional.

Rafal Trzaskowski, nuevo presidente de Polonia

Rafal Trzaskowski ha perdido las elecciones en PoloniaAFP

Trzaskowski había planteado su candidatura como una oportunidad para corregir el desequilibrio institucional heredado de los años del PiS en el poder. Prometía una mayor protección de los derechos civiles, la legalización del aborto en determinadas circunstancias, el reconocimiento de uniones entre personas del mismo sexo y una cooperación reforzada con Bruselas. Su derrota implica que el Ejecutivo liberal seguirá teniendo que sortear un veto presidencial potencial en cada proyecto clave, con un margen parlamentario insuficiente para revertirlo sin consenso ampliado.

Nawrocki, por su parte, ha prometido ejercer su mandato con firmeza y respeto a la Constitución. Ha rechazado lo que considera una «imposición ideológica» desde Bruselas y ha defendido un enfoque basado en los «valores tradicionales» y la «soberanía nacional». Su discurso durante la campaña fue bien recibido por los votantes del PiS, pero también por sectores más a la derecha del espectro político, como los seguidores de Confederación y otras fuerzas conservadoras, especialmente entre los jóvenes y mayores de 60 años.

El nuevo presidente también ha manifestado escepticismo respecto a la integración plena de Ucrania en la OTAN, ha expresado reservas sobre las políticas climáticas de la UE y ha criticado el enfoque del Gobierno respecto a la inmigración y las ayudas a refugiados. Estas posturas abren una etapa de mayor fricción con la Comisión Europea, que había visto en el regreso de Tusk al poder una posibilidad de normalización institucional y de reforzamiento del eje euroatlántico.

La campaña de Nawrocki no ha estado exenta de controversias. Investigaciones periodísticas han revelado episodios de su pasado que incluyen presuntas peleas callejeras, acusaciones de comportamiento violento y vínculos con entornos radicales. Aunque estas informaciones circularon ampliamente en medios críticos, no impidieron su ascenso ni su victoria electoral. La base electoral del PiS y de las fuerzas más conservadoras se ha mostrado movilizada y resistente a las acusaciones personales.

La elección del nuevo presidente supone, en términos políticos, una cohabitación incómoda entre el Ejecutivo y la jefatura del Estado. Tusk, que había apostado por una «reconstrucción democrática» de Polonia, tendrá que gobernar con un presidente que probablemente vetará gran parte de sus reformas. Desde el punto de vista institucional, se espera un periodo de bloqueo legislativo, como el que ya se vivió bajo la presidencia de Duda.

El mensaje de Nawrocki tras su victoria fue claro: «Ganaremos y salvaremos a Polonia». Una declaración que refleja su intención de ser algo más que una figura ceremonial. El líder del PiS, Jarosław Kaczyński, también celebró el resultado como el inicio de una nueva fase de oposición con capacidad de influir en la dirección política del país. Tusk, por el contrario, evitó comparecer ante los medios la noche electoral.

El primer ministro polaco, Donald Tusk

El primer ministro polaco, Donald TuskAFP

En términos europeos, la elección también se lee como un punto de inflexión. Mientras las instituciones comunitarias intentaban consolidar una relación de confianza con Varsovia tras los años de desencuentro con el PiS, el triunfo de Nawrocki reactiva el riesgo de confrontación. Aunque Polonia no abandona su lugar en la UE ni cuestiona directamente su pertenencia, se fortalece el bloque de países que quieren redefinir el proyecto europeo desde una óptica más nacionalista y conservadora.

Polonia entra así en una etapa marcada por la tensión entre dos poderes institucionales con visiones antagónicas. Con Nawrocki en la presidencia, el mapa político se complica para el Gobierno liberal, mientras los sectores conservadores ven en este resultado una oportunidad para recuperar terreno de cara a las elecciones legislativas de 2027. El trumpismo encuentra en Varsovia una plataforma simbólica en el corazón de Europa. Y la Unión, un nuevo desafío en su periferia oriental.

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