Cubierta de 'Gracias', de Carme Riera
'Gracias', el origen de las novelas de Carme Riera
‘Gracias’ es un homenaje de Carme Riera dedicado a sus lectores
En su último libro la escritora mallorquina Carme Riera agradece, ya desde el título, a sus lectores que –desde la publicación en 1975 de Te deix, amor, la mar com a penyora– le han profesado la mejor fidelidad que se puede tener a un escritor: leer sus libros.
En coherencia con el subtítulo, la portada recoge una fotografía deliberadamente en blanco y negro, de la autora mirando hacia atrás, no con nostalgia, sino con simpatía; un claro contraste con la imagen de la solapa, en la que Riera aparece, a color, inclinándose hacia delante, expresando verdadera curiosidad. Pasado y presente-futuro en un solo giro de la cubierta.

Alfaguara (2025). 162 págINAS
Gracias
Con carácter general, Gracias consiste en una explicación del origen de sus novelas, cuentos y demás escritos (una biografía incluida, la de Carmen Balcells, y hasta el libreto de una ópera, la del Archiduque Luis Salvador de Habsburgo-Lorena), en la idea que germina y desencadena cada libro.
A lo largo de veintisiete capítulos Riera desgrana todos los componentes del oficio de escribir, que ella domina. De la lectura de este libro se desprende que la autora no ha experimentado una progresión ascendente en el arte de escribir a lo largo de cinco décadas; al contrario, el primer libro que donó a la imprenta (editorial Laia) fue un éxito abrumador; y la primera narración –Que hi és, n’Àngela?- que envió a un premio (el Ramon Llull)– lo ganó.
En este sentido, los cincuenta años de Carme Riera como escritora son lineales, siguiendo un renglón constante situado desde el primer momento en el umbral más alto de calidad literaria y de reconocimiento, como lo prueban los incontables premios dentro y fuera de España, y las numerosas traducciones de sus libros en los cinco continentes.
También desde una perspectiva general, debe admitirse que Gracias constituye una auto investigación de la obra literaria nada menos que por parte de su creadora.
Este libro resultará decisivo para elaborar la próxima tesis doctoral sobre Carme Riera; en ella anidan introspecciones sobre personajes, descripciones de lugares, ciudades y paisajes, que a través de las explicaciones de su autora adquieren un significado mayor.
De ahí que Gracias invite –si no obliga– a releer los libros de Riera, para apreciar detalles y mensajes que en una primera lectura pudieron pasar desapercibidos.
Haciendo abstracción del contenido de Gracias, son varios los aspectos que lo conforman: en primer lugar, tiene una importancia capital su infancia y muy en concreto las conversaciones con su abuela Catalina, por quien muestra devoción y de quien se siente deudora de su carrera literaria: «estoy segurísima de que muchas de mis obsesiones de escritora, algunos de mis personajes, nunca habrían existido sin mi abuela» o «soy escritora para continuar los cuentos que me contó mi abuela Catalina».
Otra constante en la obra literaria de Riera es el paisaje, y en particular el mar, que se erige en una necesidad vital para ella y, también diría, para sus personajes.
Carme Riera convierte la realidad física de los acantilados de la mallorquina Sierra de Tramontana en un paisaje interior, en un elemento que determina los rasgos de la persona, su forma de ser y de encarar el mundo: «mi vinculación desde la niñez a un paisaje determinado, isleño, a la costa norte de la Tramontana, en especial al camino que va de Valldemossa a Deià, ha motivado, estoy segura, la presencia del mar en casi todas mis novelas y en muchos de mis relatos».
A mayor abundamiento, su condición de catedrática de literatura española en la Universidad Autónoma de Barcelona no es ajena a su obra literaria.
En Gracias son continuas las referencias a escritores, a buenos escritores; por sus páginas desfilan desde Cervantes –de manera recurrente– hasta Gabriel García Márquez, Miguel Delibes, José Luis Sampedro o Albert Camus, y desde Ramon Llull hasta Pere Calders, pasando por Joanot Martorell, entre otros muchos y todos ellos de la mejor solvencia literaria.
Ella misma lo confiesa: «estoy convencida de que mi literatura sería distinta si yo no fuera profesora, si no hubiera aprendido de los textos explicados en clase».
En este sentido y ligado a su condición de profesora universitaria, quiero destacar las referencias a su maestro, José Manuel Blecua Teijeiro (1913-2003).
En el mundo académico la figura del maestro es absolutamente fundamental; que su discípula le tenga presente en un libro de memorias literarias resulta expresivo de la categoría de Riera, una muestra de gratitud –en línea con la intencionalidad del libro– y de honra a quien le orientó en su carrera universitaria.
Como también reconoce Riera el influjo y ánimo que le procuró Aina Moll, la señorita Moll, catedrática de francés en el instituto femenino de Palma en que cursó sus estudios como adolescente.
De la lectura de Gracias se aprecia que Carme Riera se encuentra estrechamente vinculada a sus personajes; no han caído en el olvido después de escribir el libro, la autora no los ha abandonado a pesar del tiempo transcurrido, sino que perviven en el mundo interior de la escritora cincuenta años después.
No se sabe si ha creado a los personajes como proyección de su psique, o son los personajes los que la han ido conformando a ella, porque en un momento dado la ficción se mezcla con la realidad: «quienes nos leen tienen tendencia a querer saber las coincidencias entre las visas presuntamente imaginarias sobre las que escribimos y las nuestras reales, con la pretensión de indagar hasta qué punto hablamos de nosotros mismos a través de nuestros personajes».
Ya sean principales o secundarios, todos ellos forman una gran familia, la familia Riera: Valls, Ángela Caminals, Isabel Clara Alabern, Domenico Guarini, Cecilia Balaguer, Barbara Simpson y tantísimos otros deambulan por las páginas del libro con total libertad y confianza, y llegan a entablar diálogos con la escritora.
En definitiva, Gracias rezuma –y contagia– la pasión de la autora por la literatura, su crítica a un mundo que sustituye fatalmente los libros por las pantallas, y su reivindicación, como alegato final, de una función elevada y noble del oficio de escritor, como es «defender aquello para lo que la literatura también sirve: establecer un compromiso moral con la libertad, la tolerancia y la dignidad humana».
En un alarde de generosidad, Carme Riera agradece con este libro a sus lectores su fidelidad durante cincuenta años; sin embargo, en justicia somos los lectores los que debemos estar agradecidos por los cincuenta años de placer y hasta felicidad que nos ha brindado la escritora mallorquina. ¡Que sigan otros cincuenta!