‘Peter Pan’, el lado oscuro de la infancia

Peter Pan, el niño que no quería crecer, es uno de los mitos de la literatura infantil más extendidos y famosos en el mundo de hoy.

La obra imperecedera del escritor británico James M. Barrie ha sabido volverse universal gracias a su peculiar visión de la niñez, la nostalgia de la infancia perdida en la vida adulta y por su genuino sentido de la aventura.

También es cierto que la archiconocida adaptación de Disney en 1953 contribuiría decisivamente a universalizar al personaje y su historia, así como a fijar una iconografía definitiva, y es que, como en tantas cosas, la imagen que tenemos de Peter Pan es, en esencia, fruto de la interpretación que Disney hizo del personaje creado por James M. Barrie.

Peter Pan nace como obra de teatro en Londres en 1904, con el subtítulo de El niño que no quiso crecer.

La idea surgió de las historias que el autor contaba a los hijos pequeños de sus vecinos. Poco a poco, fruto de la improvisación, fue tomando forma en el cabeza de Barrie un mundo idílico donde los niños vivían libres, anclados en una infancia eterna, y compartían existencia con las hadas, los indios, las sirenas y crueles piratas.

Barrie no oculta ese origen de su personaje en la obra e incluso se sirve de elementos abiertamente autobiográficos como recurso narrativo.

El éxito de Peter Pan fue tal que pronto ampliará el universo. Nace así el cuento Peter Pan en los jardines de Kensington en 1906 y la versión novelada de la obra de teatro Peter Pan y Wendy (1911), que es la versión que reedita ahora la editorial Zenda-Edhasa con el título de Peter Pan, prólogo de Arturo Pérez-Reverte e ilustración de cubierta de Augusto Ferrer-Dalmau.

Apunta Pérez-Reverte en su prólogo los temas centrales de la novela: «La eterna juventud, la aventura, la venganza, el rechazo a la responsabilidad adulta». Y es ahí donde radica el elemento central de la novela.

Peter Pan por el imaginario y el tipo de historia es una novela eminentemente infantil-juvenil, pero los temas que trata y cómo los trata la hacen, al mismo tiempo, una novela estrictamente adulta.

De hecho, cuando se lee pro primera vez con la versión de Disney en la cabeza, un adulto levantará las cejas en más de una ocasión y seguramente decidirá no dársela a leer a sus hijos hasta que hayan entrado en la adolescencia y tengan algo más de capacidad de discernir y comprender.

El Peter Pan de la novela de Barrie, lejos de la versión de Disney, es un personaje con muchas aristas oscuras. Es vanidoso, arrogante, caprichoso, envidioso, vengativo, a veces cruel y sanguinario. No tiene capacidad de empatía, ni sentido de la compasión. No le duele el daño que puedan causar sus decisiones y sólo se preocupa de lograr lo que quiere y de obtenerlo de manera inmediata.

Peter Pan secuestra a unos niños inocentes, los lleva lejos de sus padres, al país de Nunca Jamás, y les impide volver a su hogar manipulando sus mentes y amenazándolos. No es Peter Pan un niño inocente ni encarnación de una infancia idílica.

Barrie no fue el único que apuntó al lado oscuro de la infancia. En 1954 el Nobel de Literatura William Golding dejaría una de las reflexiones más impactantes sobre el tema con El señor de las moscas.

Lo mismo se puede decir de otros personajes, empezando por Campanilla, el hada favorita de Peter Pan, un personaje que a lo largo de casi toda la novela –al menos hasta su arrepentimiento final acompañado de un acto noble y heroico– muestra una tendencia homicida fruto de los celos que siente por el amor de Wendy hacia Peter Pan.

¿Y qué decir del capitán Hook «Garfio»? En palabras de Pérez-Reverte, «uno de los antagonistas más memorables y complejos jamás escritos, con una profundidad psicológica fascinante».

Peter Pan, una novela donde Barrie plasma sus traumas infantiles más oscuros y toca temas que hielan la sangre: la pérdida de los hijos, la crisis matrimonial, la frustración de las esperanzas de juventud en una vida adulta anodina, el implacable paso del tiempo y una visión pesimista de la existencia donde, pese a todo, la familia y los hijos se alzan como la última esperanza de redención.