Cubierta de 'Picnic en Hanging Rock'
'Picnic en Hanging Rock', el siniestro sueño de una noche de verano australiano
La editorial Impedimenta trae de vuelta el clásico de Joan Lindsay, 'Picnic en Hanging Rock', en su colección Los aerolitos
Cuando la autora australiana Joan Lindsay publicó en 1967 el libro Picnic en Hanging Rock se desató un frenético debate sobre el misterioso caso de la desaparición de tres niños y una maestra en un apartado paraje del interior de Australia en 1900.
El suceso descrito por Lindsay habría tenido lugar exactamente el 14 de febrero del año que alumbró el siglo XX, día de San Valentín, en un área de picnic del área geológica conocido como Hanging Rock, una curiosa y pretérita formación volcánica llena de leyendas y mala fama.
Las niñas desaparecidas eran alumnas del internado para niñas de familias de la alta sociedad Appleyard, donde las menores recibían una formación selecta para asumir sus obligaciones en la exigente sociedad británica victoriana.
El día de San Valentín de 1900 el colegio organizó una excursión para las niñas a Hanging Rock, acompañadas por tres institutrices y el cochero.

Impedimenta. 320 páginas
Picnic en Hanging Rock
Todo transcurre sin sobresaltos, aunque, nada más llegar, se desarrollan una serie de incidentes aparentemente sin importancia. El más curioso de ellos: todos los relojes se detuvieron a las 12 en punto en el momento en que llegaron a las faldas de la Roca.
Poco antes de partir de regreso, cuatro alumnas, Miranda, Irma, Marion y Edith piden permiso para acercarse a la Roca para hacer una serie de mediciones que puedan emplear para el trabajo que deberán elaborar tras la excursión.
Las niñas se acercan a la formación volcánica y, en su camino, se cruzan con el joven aristócrata inglés Michael Fitzhubert, quien también disfrutaba de un picnic en compañía de sus tíos y el encargado de las caballerizas Albert Crundall.
A medida que se adentran entre las rocas y caminos cubiertos de vegetación las niñas van perdiendo la noción de la realidad, del espacio y del tiempo. Se adentran en una nueva realidad onírica, en un mundo aparentemente rodeado de belleza, pero que detrás esconde una terrible maldad.
Las horas pasan y las niñas no regresan. Llega la hora de partir y, excepto la más pequeña del grupo de niñas desaparecidas, Edith, que sufre un ataque de pánico y regresa a la zona del picnic entre gritos y llantos, las otras tres niñas no dan señales de vida.
Pero lo más intrigante es que de las tres institutrices, una también ha desaparecido sin que nadie la viera marcharse. Se inicia entonces una frenética búsqueda sin resultado, lo que obliga al grupo a regresar al internado de noche sin las tres niñas ni la maestra perdida.
Cuando se publica la novela son muchos los periodistas e investigadores que, obsesionados con el misterio que había sacado a la luz Joan Lindsay, comienzan a bucear en archivos hemerográficos y documentales información sobre el caso acaecido más de sesenta años atrás. Pero no hay ni rastro del caso.
Y es que, hasta entonces, nadie se había parado a pensar que la historia recogida en Picnic en Hanging Rock pudiera ser una invención de su autora. Para muchos, la gran cantidad de datos muy concretos y exactos sobre el suceso hacían imposible que fuera invención.
La prensa publicó toda clase de teorías: que las niñas se precipitaron en un barranco, que quedaron atrapadas en una cueva, que sufrieron un golpe de calor bajo el sol del verano australiano, que fueron secuestradas y vendidas por traficantes de personas o (no es broma) que fueron abducidas por extraterrestres. El misterio se comparó con la desaparición de la tripulación del velero Mary Celeste en alta mar en 1872.
Pero la pregunta permanecía latente: ¿era el misterio de Hanging Rock un caso de histeria colectiva similar al desatado por Orson Welles con su versión radiofónica de La guerra de los mundos?
Cuando se le preguntó a la autora ella optó por mostrarse ambigua y no responder a la pregunta. Según ella, eso era lo de menos. ¿Qué era entonces lo importante?
La novela, conoció una enorme popularidad cuando en 1975 Peter Weir realizó una estupenda versión cinematográfica. En España nos llegó recientemente de la mano de Impedimenta, que la ha reeditado hace poco en su nueva colección Los Aerolitos.
A medio camino de la novela gótica de terror y la novela psicológica, Picnic en Hanging Rock, en realidad, no es una novela sobre la desaparición de las niñas y la investigación policial para localizarlas.
Es más bien una novela sobre los efectos de dicha desaparición en una sociedad hipócrita que detrás de su velo de conservadurismo esconde un comportamiento carente de toda moral y principios.
De las tres niñas desaparecidas, una reaparece de la misma forma misteriosa que desapareció. Por supuesto, no recuerda nada de lo sucedido. Es ella, además del joven aristócrata Michael Fitzhubert y su amigo Albert Crundall son los tres únicos personajes implicados en la desaparición de Hanging Rock que no solo se librarán de los efectos nocivos del misterio, sino que, como consecuencia del suceso, forjarán su fortuna.
Los tres, aparentemente sin vínculos, quedarán para siempre unidos por el misterio de Hanging Rock. Todos los demás implicados sufrirán un destino igual o incluso más cruel que el que sufrieron las dos niñas que nunca regresaron de la Roca y la profesora desaparecida.
Picnic en Hanging Rock es una absoluta obra maestra, una maravillosa novela escrita con un lenguaje preciosista, muchas veces barroco pero vanguardista en su estilo anacrónico. Una novela que no se puede soltar hasta llegar al final que merece la pena volver a leer.