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Charlie Parker se presentó en Toronto con un saxofón de plástico para tocar en el concierto más importante de la historia del jazz

Charlie Parker se presentó con un saxofón de plástico para tocar en el concierto más importante de la historia del jazzGTRES

El concierto de Charlie Parker con un saxo de plástico y otros momentos históricos del jazz

Las historia del jazz y el blues está llena de anécdotas, de las cuales ofrecemos una pequeña selección

La historia del blues y el jazz está llena de anécdotas protagonizadas por músicos excéntricos, esclavos de sus adicciones, que no sobrevivieron (o lo hicieron malamente) a su propia fama, éxito y fortuna tras probar durante toda su vida la amargura de la miseria.

Género musical intrínsecamente ligado a la bohemia, no es de extrañar la excentricidad de unos músicos, en su mayoría provenientes del mundo underground de los bajos fondos de las ciudades estadounidenses.

Charlie Parker hizo historia con un saxofón de plástico

La historia es tan surrealista que necesita un cierto contexto. Pongámonos en situación. Estamos en el teatro Massey Hall de Toronto es un 15 de mayo de 1953 y está anunciado una de las sesiones de jazz más esperadas del momento con la participación de varias leyendas vivas.

Va a actuar el saxofonista Charlie Parker –rey del bebop y jazzista más grande de la historia, con permiso de Davis–, con su quinteto: el trompetista Dizzy Gillespie, el contrabajista Charles Mingus, el pianista Bud Powell y el batería Max Roach.

Charlie Parker con su saxofón de plástico

Charlie Parker con su saxofón de plásticoGTRES

El problema es que Parker no aparece. Los organizadores de la velada empiezan a sudar. Los músicos parecen un tanto indiferentes. Ya saben cómo se las gasta Charlie «Bird» Parker. Gillespie prácticamente ni se hablaba con él.

El saxofonista tiene un largo historial de consumo de drogas, alcohol y pendencias que en más de una ocasión le han puesto en aprietos y que terminarían por precipitar su muerte.

Finalmente, apareció. Pero en lugar de su mítico saxo alto llevaba entre manos un baratísimo saxofón de plástico de la casa Grafton. ¿Qué había ocurrido? Según se supo después, poco antes de salir hacia Toronto, en Nueva York, Parker se encontraba sin blanca y necesitaba urgentemente una dosis de heroína.

Para conseguir el dinero decidió empeñar el saxofón. Después, en Toronto, consciente de la estupidez que había cometido, recorrió desesperado las tiendas de la ciudad canadiense para lograr un nuevo instrumento. Pero lo único que pudo costearse con su exiguo presupuesto fue ese saxofón de plástico blanco-marfil (que hoy se expone como un tesoro en el Museo Americano del Jazz, en Kansas).

Pese a todo, o precisamente por ello, y en contra de todo pronóstico, el público presente asistió a una de las mejores actuaciones en directo de Charlie Parker y a un concierto que ocupa un lugar de honor en los anales del jazz.

Miles Davis se fue «a la francesa»

El juego de palabras resulta demasiado, simplón. Pero lo cierto es que así fue como sucedió. Tras Kind of Blue en 1959 (para muchos el mejor disco de jazz de la historia) Miles Davis pasó a ser el mejor.

El fenómeno Davis era algo nunca visto, el culmen del jazz modal, la cumbre de jazz. Miles Davis abría una nueva puerta para el género nacido en Nueva Orleans. Todo el mundo hablaba de Miles Davis, todo el mundo quería tocar con Miles Davis, todo el mundo quería escuchar a Miles Davis.

Miles Davis en 1949

Miles Davis en 1949GTRES

Se convirtió en una estrella del rock justo en la década en la que el rock estaba naciendo como el género musical más importante del mundo. Así que Miles Davis se hartó de tanto ruido y se fue a la francesa. O para ser más exactos, se fue a Francia a la francesa: sin decir nada a nadie.

El retiro no le duraría mucho y regresaría un año después con un nuevo hito del jazz: Sketches of Spain, otro hito del jazz.

Un puente de Manhattan para Sonny Rollins

Cuando un periodista se le presentó en el Puente de Williamsburg –donde tocaba cada día retirado del mundanal ruido con vistas al East River– para pedirle una entrevista Sonny Rollins debió pensar aquello de «por qué no me dejarán tranquilo».

Desde entonces el nombre del saxofonista Sonny Rollins quedará para siempre vinculado al Puente de Williamsburg. Rollins es uno de los grandes del hard bop, el cool y el free jazz.

A finales de los 50 era uno de los jazzistas más famosos, tanto que en 1959, al igual que hizo Miles Davis, decidió desaparecer del mapa. «Me estaba volviendo demasiado famoso», se justificaría muchos años después, cuando reapareció en escena.

Sonny Rollins tras superar su crisis y volver a los escenarios

Sonny Rollins tras superar su crisis y volver a los escenariosGTRES

El asunto es que, disfrutando del anonimato, Sonny Rollins se vio en la tesitura de buscar un local donde tocar el saxofón, ya que sus vecinos en el Lower East Side acababan de ser padres y el saxofonista despertaba a la criatura con demasiada frecuencia.

Ante la imposibilidad de encontrar un sitio apropiado decidió dirigirse cada mañana a un lugar solitario en el Puente de Williamsburg.

Allí le encontró por casualidad el periodista Ralph Berton en 1961 tocando su saxo tenor. Se le aceró, charlaron un rato y publicó la conversación en un artículo en la revista especializada Metronome.

El pobre Rollins perdió su anonimato y no le quedó más remedio que volver a los estudios y a los escenarios. Obviamente, su primer disco tras su vuelta se llamó The Bridge y su silueta recortada a la luz de la luna en el Puente de Williamsburg es ya historia de Nueva York.

El concierto imposible de Keith Jarrett

El mítico concierto del pianista de jazz Keith Jarrett en la Ópera de Colonia en 1975 ha vuelto a ponerse de moda gracias a la película Köln 75 que narra el disparatado proceso de organización del evento.

La principal responsable de traer al pianista de jazz más famoso de la época a Colonia para un concierto de improvisación fue la joven e inexperta promotora de 18 años Vera Brandes.

Keith Jarrett, que era ya un arrogante y endiosado músico de fama mundial, no era muy partidario de participar en el show. Finalmente aceptó, pero puso una condición: solo tocaría en un piano Bösendorfer 290 Imperial.

Brandes, sin embargo, lo único que consiguió fue un piano normalucho, mal afinado y aporreado. Cuando Jarret lo vio después de recorrerse casi 700 kilómetros en un Renault 4 desde Zúrich –que le había dejado un terrible dolor de espalda y una insoportable jaqueca–, donde había dado un concierto la noche anterior, y con solo tocar una tecla, estalló de ira.

Aquello no era un piano, era una broma. Como mucho, un piano de juguete. Brandes emprendió entonces una carrera a contrarreloj para encontrar el dichoso piano Bösendorfer 290 Imperial. Obviamente, no lo consiguió pero, tras suplicarle, Jarret accedió a dar el concierto. Ni él sabía por qué.

Lo que sí consiguió la promotora fue un grupo de afinadores que hicieron lo que pudieron con el piano y lo dejaron todo lo a punto que se podía dejar un piano con teclas que ni siquiera sonaban.

Fuera como fuese, el concierto se celebró, los 1.400 espectadores alucinaron con el evento histórico al que estaban asistiendo y el disco resultante de la grabación, el Köln Concert se convirtió en la grabación de solo de piano más vendido de toda la historia.

Robert Johnson fundó el Club de los 27

Como suele ocurrir con todas las leyendas de músicos que venden su alma al diablo para alcanzar la gloria y la inmortalidad, el supuesto pacto del guitarrista bluesman Robert Johnson con el diablo es absolutamente falsa.

Las leyendas fáusticas suelen ser comunes en la música. Se ha hablado de pactos del diablo con el compositor italiano Giuseppe Tartini, con el también violinista italiano Niccolo Paganini o con bandas de rock como los Rolling Stones o Led Zeppelin.

Como en esos casos, la historia de Johnson es falsa, pero a él le vino de maravilla para promocionarse y la alimentó. No fue el único que hizo algo así. A Paganini también le gustaba alimentar su leyenda negra y hasta se vestía de negro y maquillaba de blanco para parecer más «diabólico».

Robert Johnson fue un grandísimo guitarrista. El más grande de su época. Su estilo fue el pistoletazo de salida para el blues-rock y ha influido en guitarristas de rock como George Harrison, Keith Richards, Jimmy Page o Eric Clapton.

Robert Johnson murió muy joven, con 27 años, envenenado con una botella de whisky que se echó a la garganta tras un concierto.

De ese modo, Johnson inauguró el fatídico Club de los 27, al que pertenecen numerosos artistas que han muerto en extrañas circunstancias con 27 años: Jimi Hendrix, Janis Joplin, Brian Jones, Kurt Cobain, Jim Morrison o Amy Winehouse. Suficiente para alimentar la injusta leyenda negra de un músico excepcional.

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