Stephon Marbury: la estrella que no sabía hacer ganar a sus equipos

Procedente del mismo Draft que Allen Iverson, Ray Allen, Antoine Walker, Kobe Bryant, Steve Nash o Predrag Stojakovic, Stephon Marbury, la elección número cuatro de aquel 1996, el segundo base después del número uno Iverson, parecía llamado a ser uno de los jugadores principales de la NBA, pero nunca acabó de conseguirlo.

En 1995 participó en el McDonald's All-American Game junto a otras futuras estrellas como Kevin Garnett o Antawn Jamison. Marbury era uno de los mejores jugadores de instituto de los Estados Unidos. Un lugar al que mirar siempre. Después de pasar solo un año en la universidad de Georgia Tech, donde obtuvo una media de 19 puntos por partido y 4,5 asistencias se declaró elegible para comenzar una carrera profesional llamada casi impepinablemente al éxito.

Sin 'playoffs'

«Starbury» tuvo una primera temporada de éxito en los Timberwolves (16 puntos y 8 asistencias como director de juego titular), pero no a la altura de Iverson, de nuevo, en los Sixers, que fue el mejor novato del año. Entró en el mejor quinteto de rookies, pero en Minnesota, adonde llegó transferido por los Bucks a cambio de Ray Allen y una elección del Draft, tampoco consiguió ser la primera referencia del equipo que era sin remedio un jovencísimo y aún naciente Kevin Garnett, y que le disputaba también el All Star Tom Gugliotta.

Fue como si Marbury brillara, pero menos que otros. Una sensación que fue extrañamente cierta durante toda su carrera. Solo dos años después Coney Island Finest buscó ese protagonismo lejos de Mineápolis y cerca de su casa en Nueva York con su traspaso a los Nets. En Nueva Jersey consiguió ser All Star por primera vez, e incluso fue elegido en el tercer mejor quinteto de la Liga, pero su equipo no alcanzó los playoffs en ninguna de las dos temporadas y media de Stephon en el equipo.

Unos playoffs que sí alcanzó en Phoenix, donde mantuvo sus números de estrella (más de 20 puntos por partido y ocho asistencias). Pero un año después esos jóvenes Suns, liderados por Marbury, no alcanzaron la postemporada por primera vez en los últimos trece años. Tocaba a nueva emigración del base en búsqueda (o en huida) del estrellato absoluto para el que parecía desde muy pronto predestinado.

Su fichaje por los Knicks, una suerte de llegada del hijo pródigo, daba la impresión de que podía cambiar el rumbo de ambos protagonistas. Pero la predestinación esta vez ya indicaba justo lo contrario. Corría 2004 y Marbury fue elegido para disputar los Juegos de Atenas en los que Estados Unidos por primera vez no consiguió el oro. El gafe de Marbury parecía casi probado en una dolorosa muesca más.

Fracaso en los Knicks

En Nueva York, el entrenador Larry Brown fue el primero en decir que Stephon no era capaz de liderar a los Knicks y fue despedido, Brown, no Marbury. Con Isiah Thomas como nuevo jefe las cosas no fueron a mejor. Marbury no salió del equipo por su elevado contrato, pero Thomas sí. Fue el principio del fin de los mejores tiempos de Marbury. Al año siguiente el nuevo coach, Mike D'Antoni, decidió no contar con él en una demostración definitiva de hartazgo y de total desconfianza en su liderazgo.

Tras la rescisión de contrato con los Knicks, Marbury viajó a Boston para jugar con su excompañero Garnett pocos minutos y con una aportación decepcionante. Un año después, tras rechazar renovar con los Celtics por el mínimo contractual, aceptó una oferta de China, donde volvió a sentirse estrella y hasta logró ser campeón, al fin, más de quince años después de su estreno como profesional, quizá demasiado lejos de cuando maravillaba de niño en su Brooklyn natal.