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29 de marzo de 2024

Javier escribano

Sánchez, un presidente insolvente y con mala fe

La izquierda siempre prefiere pobres que dependan del Estado que personas libres que vivan de su trabajo y, para ese objetivo, la inflación es una gran aliada

Actualizada 04:30

Cuando la filósofa y ensayista norteamericana, premio Príncipe de Asturias de las letras en 2003, Susan Sontag, escribió que «la mentira es la forma más simple de autodefensa» no se podía imaginar que un presidente del gobierno, el nuestro, llevaría esta máxima a cotas tan altas que bien le podría dar para escribir un segundo tomo de su Manual de Resistencia.
Los 47 minutos en el Senado haciendo oposición e insultando al próximo presidente del Gobierno de España mostraron la debilidad extrema del actual presidente del gobierno de España. Pedro Sánchez, sabedor de que tiene los días contados, se dedicó a lo que mejor sabe hacer: mentir y faltar.
En su estrategia de «difama, que algo queda», Sánchez intentó endosar al jefe de la oposición todos los defectos que atesora «su persona», con una puesta en escena tan burda que casi resultó obscena:
• el creador del «no es no» acusando de no apoyar nada a quien sólo ha votado en contra de uno de cada cuatro reales decreto del Gobierno y ha votado a favor a más de la mitad,
• el diputado que votó a favor de los mayores recortes sociales de nuestra democracia, incluyendo la congelación de las pensiones y la bajada del sueldo de los funcionarios en 2010 con Zapatero, diciendo que la derecha haría recortes si estuviera en el Gobierno,
• el que prometió que no gobernaría con Podemos ni se apoyaría nunca en Bildu, «si quiere se lo repito una y mil veces», diciendo que Feijóo no es de fiar,
• el que tiene una hemeroteca en la que se puede encontrar siempre una afirmación y su contraria, intentando buscar incoherencias en la hemeroteca del PP,
• el maestro de la mentira, acusando de mentir a la oposición.
Será difícil encontrar un ejercicio de cinismo mayor que éste en la historia del parlamentarismo español. Sánchez en estado puro, Sánchez retratando a Sánchez, Sánchez frente al espejo.
De todas las mentiras y medias verdades que dijo el presidente hay una que me llama poderosamente la atención, la relativa a la inflación. Después de augurar que el IPC acabará este año en el 8,0 % y el que viene en el 3,0 %, dijo textualmente: «Insisto, más pronto que tarde, la inflación remitirá, los precios volverán a ser normales y los españoles y españolas recuperarán su poder adquisitivo».
La inflación se publica en términos interanuales, pero no deben confundirse términos: puede reducirse la inflación interanual del 10,8 % de julio al 10,5 % de agosto, pero eso no significa que en agosto hayan bajado los precios, puede pasar –como ha sucedido– que los precios suban 3 décimas en agosto de 2022 (mes que entra en el interanual), que es menos de lo que subió en agosto de 2021 (mes que sale del interanual), dando lugar a esa aparente contradicción: aumenta la inflación mensual pero disminuye la interanual.
Para ver la subida de precios hay que ver el índice en continuo, porque la inflación sostenida en el tiempo se consolida y acumula; así, en 2021 los precios subieron un 6,5 % y en los ocho primeros meses del año han subido un 6,0 % adicional; acabar el año con una inflación del 8 % –como ha pronosticado el presidente– significa que los precios subirán un 2 % adicional en los cuatro meses que faltan (aunque la interanual baje del 10,5 % actual).
En el gráfico se ve perfectamente ese efecto acumulativo de la subida de precios, por lo que, incluso cumpliendo las optimistas previsiones del Gobierno, la pérdida acumulada de poder adquisitivo será del 18,5 %. Por eso la pregunta es, si cualquier economista sabe que esto es así, cuando Pedro Sánchez –que es doctor en economía– afirma en el Senado que «los españoles y españolas recuperarán su poder adquisitivo», lo hace por ¿insolvencia o mala fe?
Y en esto, como en otras ocasiones, el dato matará al relato, porque las familias saben que desde febrero del año pasado pagan la electricidad un 121,5 % más caro, el aceite de girasol un 110,1 %, el aceite de oliva y las harinas un 41,7 %, los huevos un 27 % o la leche un 26,5 %. Y saben que la vuelta al cole les costará 400 euros por hijo. Y saben que el recibo medio de su hipoteca les ha subido ya 110 euros al mes y continuará subiendo cuando vuelvan a revisarse los tipos variables en los próximos meses.
No se puede engañar a quienes tienen dificultades para llegar a fin de mes, porque estos son los que sufren en mayor medida la pérdida acumulada de poder adquisitivo de la inflación. Cruzando la distribución del gasto de las familias con la subida de precios de cada grupo de bienes y servicios, se ve que las rentas más bajas (13.500 euros al año) sufren una inflación del 21,9 %, 3,5 puntos más que las rentas más altas (47.500 euros al año) que sufren un 18,4 % de inflación.
El empobrecimiento de la clase media en estos dos años ha sido tremendo. La incapacidad de este gobierno de atajar la inflación, ¿es negligencia o mala fe? Tiendo a pensar que es lo primero, pero luego recuerdo la máxima de las películas policíacas y, para encontrar al culpable, me pregunto: ¿quién se beneficia de esta alta inflación?
La respuesta no da lugar a dudas, el Estado y el gobierno que lo gestiona. La recaudación tributaria ha alcanzado un nivel récord en el mes de julio de 146.235 millones de euros; esto son 22.283 millones de euros más que en el mismo período del año pasado, que ya fue récord. Un incremento de ingresos del +18,0 % en un período en el que el crecimiento económico ha sido un pírrico 1,4 %.
Entonces, con semejante cantidad de recursos «caídos del cielo», ¿por qué no compensa el gobierno progresista la pérdida de poder adquisitivo de las familias ajustando el IRPF tal y como propone el Partido Popular? Porque prefiere tener ese dinero para gastar a su voluntad, mantener el gobierno más numeroso y caro de nuestra historia, comprar el apoyo de nacionalistas e independentistas para mantenerse al poder e intentar establecer una red clientelar como la que desplegó durante 40 años en Andalucía.
La izquierda siempre prefiere pobres que dependan del estado que personas libres que vivan de su trabajo y, para ese objetivo, la inflación es una gran aliada. Poniendo en la balanza todo lo expuesto, la conclusión es muy clara: Sánchez es un presidente insolvente con mala fe.
  • Javier Escribano es economista
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