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08 de mayo de 2024

Un frío análisis de los datos contribuiría al adiós de Sánchez.

Un análisis frío de los datos contribuiría al adiós de SánchezLu Tolstova

La semana económica

Los hitos económicos que avalarían la dimisión de Sánchez

La deuda, el paro o las pensiones, entre otras cuestiones, no evolucionan bien desde que llegó el actual presidente del Gobierno

La Bolsa recogió el jueves con indiferencia el anuncio de la posible dimisión de Pedro Sánchez este lunes. Es una prueba más de la escasa repercusión que tiene la política en los mercados financieros. Ni se hundió ni se disparó. Se confirma así lo que explicábamos hace unos meses en este artículo de la mano de dos grandes expertos como Daniel Lacalle y José Ramón Iturriaga. Aunque María Jesús Montero se empeñaba en decir que la Bolsa subía después de las elecciones gracias al nuevo Gobierno de Sánchez, la realidad es que la política influye poco en este terreno.
A pesar de ello, habrá que estar atento a lo que ocurre el lunes. Los inversores internacionales están llamando a sus despachos en España expectantes ante los posibles cambios. Seguramente estarán tan estupefactos como la prensa que ha recogido la decisión de Sánchez de abandonar sus funciones aparentemente por cuestiones de su mujer. Desde The New York Times al Washington Post pasando por la BBC, Corriere della Sera o The Times, entre otros, han manifestado su sorpresa.

Nuestra deuda pública sigue subiendo y ha superado por primera vez los 1,6 billones de euros; tenemos casi un millón de hogares con todos los miembros en paro

En otros frentes la noticia ha abierto la esperanza, pues la evolución económica de España no ha sido evidentemente buena desde que Sánchez empezó a gobernar en junio de 2018. Esta misma semana han aparecido nuevos datos preocupantes, como el hecho de que nuestra deuda pública haya superado los 1,6 billones de euros por primera vez en su historia o que el número de hogares con todos sus miembros en paro haya ascendido en otros 50.000, y se sitúe ya en casi un millón (977.900).
Aunque el Gobierno de Sánchez se empeña en repetir que la deuda baja en relación con el PIB, algo que es cierto, la realidad es que en su montante total no ha parado de crecer. Desde que llegó Sánchez ha aumentado en más 400.000 millones de euros (1,157 billones cuando llegó, 1,603 billones en la actualidad). Los españoles ya debemos más de 30.000 euros per cápita, frente al entorno de 9.000 que debíamos en el año 2000. Evidentemente, esta deuda hay que pagarla, y por eso el actual Gobierno nos fríe a impuestos.

Somos el segundo país de la UE en el que más han subido los impuestos en los últimos cuatro años, pero el incremento de la recaudación no se traduce en una mejora clara de los servicios

España es el segundo país de la Unión Europea en el que más han aumentado los impuestos entre los años 2019 y 2023, y también el segundo en el que más ha caído la renta per cápita en paridad de poder adquisitivo, el índice que mide el poder de compra de los españoles. Como explicaba Íñigo Fernández de Mesa en esta entrevista, «una persona que gana 40.000 euros en España paga muchísimos más impuestos que en Alemania», y el problema, añade el ex número 2 de Economía con Luis de Guindos, es que no se ve que el incremento en un 6,4 % en recaudación de impuestos en 2023, por dar un dato reciente, se esté traduciendo en mejoras en terrenos como la sanidad o la educación.
Sánchez ha disparado el gasto, y aun así hay partidas sensibles como las pensiones sobre cuya viabilidad hay dudas. Como explica el experto Ángel de la Fuente en nuestro podcast, la reforma impulsada por José Luis Escrivá durante el Gobierno de Sánchez «no ayuda a mejorar la salud financiera del sistema de pensiones, sino más bien a deteriorarla con rapidez».
El problema, como dice este especialista, no es que se vaya muy lento con la reforma. Consiste en que su orientación es errónea, y no encarrila la solución como debería esperarse, algo que ocurre también con el empleo.

La reforma de las pensiones no va por buen camino

Mientras haya dinero, ningún político recortará las pensiones, pero De la Fuente teme que acaben absorbiendo todo los recursos en los que hoy entran otras ayudas como las dirigidas a dependencia o a las familias; todo ello mientras el Gobierno sigue sin reducir un gasto superfluo que el Instituto de Estudios Económicos estima en 60.000 millones de euros.
Por lo que se refiere al paro real, estudios como los de Fedea o el del Instituto Juan de Mariana lo cifran claramente por encima del paro registrado del que habla el Gobierno. El segundo habla de hasta un millón más de parados de los que reconoce el Ejecutivo de Sánchez, y con unos índices preocupantes de pluriempleo y menor duración de los contratos. España es la peor de la Unión Europea en paro general, paro juvenil y muestra datos tan poco edificantes para este Gobierno como el que sigue: seis de cada diez personas subempleadas en España son mujeres, según Infojobs (personas subempleadas son aquellas que trabajan a tiempo parcial pero querrían trabajar más horas).
Todos estos motivos, y otros que faltan, como que España ha sido de las últimas economías de Europa en recuperar su nivel prepandemia, serían suficientes para que Sánchez presentará su dimisión, pero no parece probable que vaya a hacerlo por varios motivos: su postura en el conflicto israelí y la negativa a enviar una fragata al Mar Rojo como pedía Estados Unidos le debilitan de cara a conseguir una posición internacional; su posición política y personal en España quedaría muy en precario al abandonar el cargo dada la hostilidad hacia su persona en un sector de la sociedad; su salida ahora perjudicaría las posibilidad de Illa y el PSC en las próximas elecciones catalanas. Y por encima de todo, si existen razones reales para que Sánchez se sienta en riesgo, tendrá más instrumentos para defenderse permaneciendo en la Presidencia del Gobierno que abandonándola.
Por todo ello lo más probable es que Sánchez diga el lunes que se queda y haga como Perón en 1946: recabar el apoyo de sus partidarios ante «la conspiración» y la «ofensiva antidemocrática» de «las fuerzas reaccionarias», lo que el actual presidente de nuestro país conoce como ultraderecha.
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