
Miguel Golmayo acaba de publicar un libro revelador sobre el mundo verde.
Miguel Golmayo, capitán de navíos y experto en energía: «Hay mucha gente aprovechándose del cambio climático»
Piensa que falta mucho sentido común en torno al negocio verde, y alerta de la jugada «maquiavélica» que está haciendo China para controlar la energía a nivel global
Daniel Lacalle: «Los operadores eléctricos advertían desde 2019 del peligro de depender tanto de las renovables»
Miguel Golmayo es miembro de la Armada Española, capitán de navíos y submarinos, experto en energía e inteligencia militar. En la actualidad es consejero de Defensa de la Representación Permanente de España en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y agregado de Defensa en la embajada de España en Eslovenia.
La energía le interesa, y se ha ido especializando y publicando sobre ella. Primero escribió La sangre que mueve el mundo, sobre la historia y el negocio del petróleo y el gas, y ahora La fiebre del oro verde, sobre la geopolítica de las energías renovables.
El negocio verde vive de subvenciones que se pagan con nuestros impuestos
Golmayo lamenta la radicalización que hay en torno al mundo verde, tanto a favor como en contra: «Creo que existe el calentamiento global, pero que el ser humano sea el causante del 100 % del cambio climático no solo me cuesta creerlo: está científicamente demostrado que no es así. La propia naturaleza emite más del 90 % del CO2 que se emite en el mundo».
Por eso él no se ubica ni a favor del talibanismo verde ni del negacionismo absoluto. Busca un término medio, pero lo que tiene claro es que «mucha gente se está aprovechando del cambio climático dentro y fuera de la Unión Europea».
Ve un error la actitud de la Unión Europea: «Puedes convertirte en el paladín de las medidas contra el cambio climático, pero los objetivos marcados por Naciones Unidas no son por regiones, sino globales. Si la Unión Europea hace unas inversiones monstruosas y reduce de manera monstruosa las emisiones de C02 -cosa que tampoco es verdad- y en el resto del mundo están creciendo, ¿van alcanzarse los objetivos de Naciones Unidas? No. Descubriremos que en el añ0 2040 tenemos más emisiones».
Y mientras tanto, muchos aprovechándose: «Si miras la última COP (conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático), se prometieron 300.000 millones de dólares para los países en vías de desarrollo, aunque ellos pedían un billón. Por pedir, que no quede. Pero, al final, ¿qué proyectos salen adelante? Los que van a la subvención pura y dura. Parece lógico que al principio haya apoyo económico, pero al final el Estado o el capital privado que han invertido tendrán que obtener un cierto rendimiento. Si algo solo puede sobrevivir a base de subvención, no pinta bien. En Europa tenemos un cáncer que se llama subvencionitis».
Europa va demasiado rápido en la adopción verde y está dañando sus industrias
Europa va «exageradamente rápido» en lo que llama lucha contra el cambio climático, y por el camino se está cargando la industria del automóvil, la textil, la agricultura, la ganadería... «Están encantados con reducir emisiones de CO2, pero si vas cerrando fábricas, al final puedes morirte de hambre», sostiene.
Por eso apuesta por una adaptación más paulatina al nuevo tipo de energía, o incluso por algún paso atrás, como se está planteando Alemania con las centrales nucleares, o un ritmo más lento en el avance hacia el coche eléctrico: «Si la vida media de un coche en España es de catorce años, como ha dicho un informe recientemente, no es porque al español le guste ir en ese coche, sino porque no tiene dinero para cambiarlo. Por algo el Dacia es el coche más vendido en España: porque es el más barato».
Las renovables las ve fundamentales y necesarias para el mix energético, pero funcionan cuando funcionan (si hay sol, viento...): «Su capacidad de almacenamiento es ridícula, y lo seguirá siendo en el futuro. Aproximadamente el 15 % de las energías renovables que se producen se acaban tirando cuando no hay demanda o no hay capacidad de enviarla donde hay demanda».
Las renovables y todo el mundo verde se mueve con subvenciones que indica que no hay que olvidar que se dan «porque tú estás pagando impuestos a mansalva. Aproximadamente el 50 % del litro de gasolina son impuestos, la factura de electricidad tiene un IVA del 21 %...».
Estados Unidos y Occidente han actuado tarde y mal. Ahora se dan cuenta de que China tiene lo que necesitan.
Nos fríen a impuestos, muchos se ganan la vida con subvenciones, y de fondo se libra la gran batalla geopolítica por controlar la energía y, como consecuencia, el mundo: «China es el mayor productor de CO2 del mundo, el mayor inversor en energías renovables, el mayor productor de energía solar, de eólica... Quiere reducir la contaminación y luchar contra el cambio climático, pero sobre todo quiere ser energéticamente independiente. Tiene una dependencia energética brutal, al igual que Europa, solo que China lo está haciendo bien y Europa mal».
Golmayo sostiene que China está ejecutando «una jugada maestra, casi maquiavélica. No solo quiere ser independiente: quiere quitar la sarten por el mango a quienes controlan los hidrocarburos y que la energía pase a depender de las tierras raras y los materiales críticos, que están controlados por ellos».
En este contexto, «Trump ha dado un puñetazo en la mesa, y se ha lanzado a por los lugares del mundo en donde quedan tierras raras y materiales críticos: Ucrania, Groenlandia, Canadá».
El problema es que «Estados Unidos y Occidente han llegado tarde y mal. Ahora se han dado cuenta de que prácticamente todo lo que les hace falta está en manos chinas. China tiene una estrategia energética diseñada desde el año 2005, y la está siguiendo perfectamente».
¿Y Europa? «Está muerta, pero tiene una ventaja: posee muchas de las cosas que necesita. El problema es que no las quiere explotar o no puede hacerlo por razones políticas», indica. Señala que nuestro continente podría tener una dependencia energética de terceros mucho menor y está intentando hacerlo: «El problema es que no somos un país. Cada país tiene sus circunstancias, y no existe la posibilidad de adoptar una solución única. España tiene un sol estupendo y puede apostar por las renovables, pero por ejemplo Polonia tiene carbón bueno y barato. ¿Vas a decirle que invierta en una energía mucho más cara y menos rentable?».
El panorama energético no está nada claro; tampoco con tecnologías de futuro sobre las que se está hablando, como el hidrógeno verde. «Sigue siendo simbólico en el mix energético mundial, y va a seguir siéndolo durante muchos años. Es una tecnología que aún no está desarrollada del todo y que es muy cara, aunque se han reducido sus costes una barbaridad. No solo hay que producirlo, que es carísimo. Hay que almacenarlo, también con unos costes brutales; hay que distribuirlo, y aún no existe la distribución, y hay que convencer al consumidor». ¿Compensa invertir en él? «Depende de las subvenciones que te den».
La realidad, indica Golmayo, es que «el 80 % de la energía que se consume sigue viniendo de combustibles fósiles, del gas, el petróleo y el carbón. Un 10 % aproximadamente viene de biocombustibles y otro 10 % de energía eléctrica, del cual un 60 % se produce con gas, carbón y petróleo».
Estima que en este debate «sobran mucha demagogia y medias verdades, y falta sentido común y pragmatismo. Hay que poner los pies en el suelo. ¿De verdad alguien cree que vamos a dejar de depender de los combustibles fósiles en el corto, medio o largo plazo, en el año 2030 ó 2050, como se dice?». Eso sí, mientras tanto, muchos se embolsan un dineral con las subvenciones que se dan a quienes venden el negocio verde.